Una loca vida en San Carlos

CAPÍTULO CUATRO

 

CAPÍTULO CUATRO

ALICIA RAMÍREZ

 

Es lunes y el clima ha dicho que era mejor llover en plena noche. A veces no entiendo como el clima puede cambiar de parecer siempre, del como un día se le antoja poner un sol y luego diga que es mejor una neblina.

Con la cartera lo pongo en mi cabeza y empiezo dando pequeños pasitos hacia adelante, correr no es bueno pero tampoco es bueno quedarse mojada porque te resfrías. La señora Karina agarra a un hijo en brazos y se lo lleva a casa antes de que le caiga algo peor que una simple mojadera.

Me detengo al ver que en la ventana que se encuentra abierta, la madre le peina y lo seca con una toalla mientras que él ríe por alguna ocurrencia que le hace su padre. Comienzo a reír sola, ojalá tuviera una vida dentro de casa.

Mi vida no es fácil, no es tampoco difícil. Creo que es algo que pasa en las familias de hoy en día. Yo vivo con mi tía Roxana, mi tío Hugo y mi prima Anna, no tengo padres… ellos murieron cuando apenas tenían cinco años.

Fue una noche de nieve, en mi cumpleaños. Yo iba con mis tíos y en llamada conversaba con mis padres, quería y pedía a gritos un juguete conocido, insistí tanto en que me compraran ese juguete que al salir de la tienda un chofer ebrio atropelló a mis padres. La llamada sonaba ruidosa y a los minutos se escuchó que el mismo chofer huyó del lugar, nunca se supo quién fue y tampoco insistieron. Desde ese entonces ese juguete, que llegó a mis manos ese mismo día, marcó mi infancia.

Guarde el juguete en un cofre con cosas que algún día abriría, si es que me sentía preparada. Pero estaba segura que no pasaría y se quedaría por años, tampoco es mi culpa. No fui como esas personas que se culpan de la muerte de sus padres, sé muy bien que mi error fue insistir mucho pero no tengo, ni tendré la culpa. La culpa siempre la tendrá ese chofer.

Así que me quedo mirando a las familias con hijos porque yo nunca pude tener alguno, mis tíos estaban ocupados en atender a su hija y a su hijo que nació a los años después, pero este se fue al extranjero. 

Cuando me doy cuenta en donde estoy, ya me encuentro empapada. Bajo la mano y camino lento con la mirada perdida.

Aunque para que mentir, mi mente me engaña y me quiere hacer creer que fui yo. Yo me niego a decir que sí. Es por eso que me hago feliz haciendo feliz a otras personas que no pueden sacar fuerza interna para luchar.

—¿Te perdiste en tu propia ciudad? —dice un chico detrás. Volteo al ver al chico, es el vecino nuevo.

Cuando lo ví no supe qué decir. Es guapo y tiene lo suyo pero, no siento nada de lo que tenga que ponerme de rodilla o gritar por él. Desde su llegada, las chicas de mi edad han querido saber algo más de él y varias cosas que han descubierto. 

  1. A él le gustan las mujeres rubias, delgadas y bronceadas. Ah, con los ojos de color azules.
  2. A él le gusta jugar videojuegos cuando está aburrido
  3. Él es músico y vino aquí para “buscar la inspiración” (Y vaya inspiración tendrá en un lugar ampliamente lleno de bulla)
  4. Le gusta los OneRepublic, 5SOS y Rixton

—Estaba… —miro una excusa, —buscando a Emmanuel

—¿Emmanuel? ¿Quién es él? —pregunta

Oh cierto, es nuevo

—Emmanuel es un… compañero de actuación, vive aquí y… lo estaba buscando para…

—Mientes

—¿Qué? ¡No! Él sí existe…

—No me refiero a que existe, me refiero a que no lo buscas

—Ah… digo, no si lo busco

—Yo estaba aburrido, en mi habitación no tengo inspiración… así que vengo a pasear al parque

—Oh..

—Y ya que estás empapada, mejor te llevo a tu casa. Tomarás un resfrío.

—Cierto, debo irme —digo dando unos pasos más que él, —Si te ánimas ir el domingo, sería un placer

—Ya veremos

 

 




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