Una madre sin esposo

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Hace menos de un año comencé a publicar en las plataformas luego de darme cuenta que la novela que escribía –para distraer a los pensamientos de ansiedad y depresión- se me salió de las manos y sin darme cuenta tenía más de 600 páginas impublicables. Fue así como subí Una dama de burdel y también fue así como cree el seudónimo de Anbeth Coro: dos nombres que me inventé robando silabas a mis dos nombres y dos apellidos. Quería escribir algo que me gustara sin la presión de  lo que las plataformas traen consigo restándole seriedad de manera automática a las historias que se suben, quería historias que abordaran temas comunes con una perspectiva y propuesta diferente: historias de mujeres que se encuentran a sí mismas. Porque la historia de amor más difícil es la del amor propio, a mí parecer.

 

Me has leído no solo las historias sino mis anécdotas a pie de pagina, mis vaivenes con la depresión, con la ansiedad y también con la epilepsia. Y a su vez me han compartido sus propias historias, sus miedos, llantos y deseos en comentarios. No puedo decir cuántas me escribieron para hablarme de cómo se identificaban con los personajes o las situaciones, pero cada que alguien lo hizo yo pensé “es porque esto nos pasa” y que chingón que una historia permita ese diálogo. Un diálogo que usualmente se limita al lector y la obra y que las redes ahora permiten que sea un diálogo directo con lector y autor. Un diálogo bilateral y precioso entre dos personas extrañas que coinciden en experiencias.

Así como las portadas de mis historias muestran a mujeres dándole la espalda al lector y se enfrentaban ante el mar infinito, Anbeth Coro cumplía para mí un rol que me ofrecía protección. Cuando inicié La vida de ellas lo tenía claro: quería historias en que las mujeres que me leyeran pudieran identificarse en las situaciones, que abordara temas reales y no romantizara situaciones que no deben ser romantizadas. Personajes que pudiéramos ser a través de experiencias que nos pasan y callamos. Historias con las que pudiéramos dialogar, empatizar, coincidir y si no era el caso aún así fueras capaz de encarnar los problemas de los personajes, con sus defectos, miedos e inmadurez. Habemos mujeres así a montón.

Y por otro lado, los libros de esta saga me han pagado con mantenerme viva, distrayendo a mi cabeza con futuros ficticios y no con los futuros que me asfixiaban sin lógica; me preocupaba más en los sentimientos de todos los personajes que escribía (porque en mi locura terminé escribiendo al mismo tiempo cuatro historias) y eso evitó que pensara en la tristeza que aparecía sin razón. Y sobre todo contar con lectores que caen en el anonimato pero que fueron importantes para empujarme a seguir escribiendo para terminar las novelas y llegar lejos, seguro que si no lo publicaba en plataformas lo habría abandonado hace meses. Lectoras increíbles que me enviaron apoyo cuando no sabía qué problema neurologico andaba sobre mí y que esperaron hasta que logré ponerme a escribir otra vez cuando el miedo se fue después de aceptar la epilepsia.

Yo creía que si algún día me publicaban sería por un golpe de suerte o por una cantidad de lectores alucinante. Y como lo mío no es ni la publicidad ni atraigo a la buena suerte, pensaba “Vamos para largo”, segura que terminaría todas las novelas de esta saga cuando surgiera la oportunidad. Ni en sueños creí que sería menos de un año después y con 219 seguidores en Instagram y los 44 de FB. Quiero dejar en evidencia esto porque yo me emocioné cuando apareció la primera seguidora, y la décima, y la veinteava, porque antes no conocía a ninguna persona que me leyera por gusto en mi vida real, así que uno o cuarenta y cuatro o cien o doscientos diecinueve o más son tan valiosos y alucinantes para mí como un millón

En estos días les hablaré más sobre lo que se viene, pero antes de que sea oficial, quería darme este pequeño espacio para ustedes, para mi yo del futuro que deberá evadir los globos de helio para perder el suelo y para mi yo del pasado que se pone metas súper locas y que de manera increíble se vuelven reales. Ocurrió con mi primer empleo, mi primer libro de cuentos publicado por la universidad, el primero en ganar un concurso de novela, mi primera beca de escritura y esta primera oportunidad de publicar con una editorial. Como Clare creo que las primeras veces nos marcan un chingo, y hay buenas, malas y especiales. Esta es un sueño.

Dejar el nombre de Anbeth Coro y darle lugar al mío no es simple porque es una etapa que he disfrutado con locura y sin presión, rompiendo con clichés mientras abordaba esos clichés en mis historias, manteniendo la constancia al escribir por voluntad y también por sus recordatorios para publicar. No cuento los lectores, sino el tiempo que dedicas a leerme, esperarme y el que usas para escribirme y motivarme a ir por más. A la comunidad que me arropó, las críticas constructivas que he recibido, los comentarios retroalimentativos, los comentarios que son difíciles de digerir, pero ayudan para mejorar. Los grititos de emoción en los comentarios sobre todo. Gracias, gracias, gracias. Angélica L. Cota

 




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