Una mentira para mi ex

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Él sonríe con picardía y paga la cuenta. Dice algo sobre las nuevas condiciones del contrato, y yo intento parecer interesada, aunque por dentro solo pienso en no meter la pata con algún detalle más. Nos reímos, las puertas del restaurante se abren… y entonces entra Bogdán.

El corazón se me hunde hasta los talones. Quisiera esconderme, desaparecer, disolverme en el aire, pero ya es demasiado tarde. Mi novio me ve casi de inmediato. Frunce el ceño, la mandíbula se le tensa, y sé que en cualquier momento estallará la tormenta. Bogdán avanza con paso firme entre las mesas, sin apartar los ojos de mí.

—Mariana —su voz corta el aire como una cuchilla—, ¿no tienes nada que confesarme?

Trago saliva, que de pronto se ha vuelto espesa como jarabe.

—¿Confesar? ¿De qué hablas? —mi voz tiembla; siento que en cualquier momento me dictarán sentencia.

—Por ejemplo, que estás saliendo con este tipo —señala a Andriy.

—No es cierto. Es una reunión de trabajo —me pongo de pie, como si eso pudiera darme más autoridad.

—Ah, claro. ¿Y la de ayer en la fiesta también era una reunión de trabajo?

Me quedo paralizada. No entiendo cómo se enteró de eso. Frunzo el ceño y él añade:

—Vi el reportaje del evento en internet. Incluso hice una captura, por si intentabas negarlo.

Con orgullo, me muestra el teléfono. En la pantalla aparece la foto de un señor importante, y al fondo… nosotros dos, Andriy y yo, tomados de la mano. ¡No! Esto es una burla del destino, un castigo por mentir o alguna especie de karma. Bajo la cabeza con culpa.

—Pero de verdad era una reunión de trabajo.

—En las reuniones de trabajo no se toman de la mano —dice Bogdán con razón.

Comprendo perfectamente lo que parece desde fuera. Tendré que contárselo todo. Después de todo, somos pareja, y entre nosotros no debería haber secretos. Pero antes de que pueda abrir la boca, Andriy interviene:

—Y eso mismo me dijo Mariana —se levanta de la mesa—. Tienes una novia muy fiel. Desde el primer momento marcó los límites entre nosotros. No te preocupes, no pienso salir con una chica que ya tiene pareja. Entre nosotros no hay nada, y solo hablamos de trabajo y por trabajo. Mariana, te enviaré los cálculos finales.

Asiento con expresión seria mientras él se dirige a la puerta. Se pone el abrigo y sale a la calle. Dentro de mí se abre un vacío, como si con su partida hubiera perdido algo valioso. Todo parece detenerse. Las personas de las mesas vecinas nos miran con curiosidad. Bogdán me observa tratando de descifrar qué está ocurriendo realmente.

—¿Hablas en serio, Mariana? —susurra, y su susurro duele más que un grito—. Estás aquí con él, sonríes, pides vino…

—¡Era trabajo! —exclamo—. ¡Lo oíste! Solo trabajo, tenía que estar aquí.

—¿Trabajo? ¿Y también tenías que poner cara de enamorada por trabajo?

La boca se me seca. No encuentro palabras. Vamos, Mariana, reúnete y admítelo de una vez. Me dejo caer en la silla como si pesara una tonelada. De los nervios, tomo una copa vacía y la sostengo entre las manos como si realmente tuviera algo que beber.

—Sí. Fingimos ser una pareja enamorada.

—¿Qué tontería es esa? —Bogdán frunce el rostro como si hubiera mordido un limón—. ¿A quién se le ocurre algo así?

—¡A mí! —mi voz suena más como un chillido—. Todo fue un accidente y se complicó. Mi ex apareció en el restaurante con su prometida. Querían celebrar allí su boda. Empezó a burlarse de mí, a tratarme con desprecio, como si no valiera nada, y no pude soportarlo. Le dije que el restaurante era mío, que tenía coche… y señalé el todoterreno que estaba aparcado frente al local. De él bajó Andriy. Así que tuve que fingir que era mi prometido. ¿Quién más podría haber salido de “mi coche”?

—Un mecánico que te lo reparó y lo trajo —su explicación suena mucho más lógica que la mía. Pero ya es tarde para corregir nada. Suspiro con resignación, aunque no me atrevo a contar toda la verdad.

—Ahora trabajamos juntos —añado—. Nuestra jefa quiere abrir otro restaurante y me encargó supervisar el proyecto. Andriy es el constructor.

—¿Y por qué habrían de confiarte algo así a ti? —pregunta Bogdán, con una mezcla de duda y sarcasmo.




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