Una mentira piadosa

Capítulo 07: Posdata

Después de aquel día, Ian dejó de dirigirme la palabra. Asumí que aquello significaba que no quería saber nada de mí nunca más. Le escuchaba hablar en clase, reírse con sus amigos, le veía por los pasillos y sentía como pasaba a mi lado y ni me dirigía la mirada.

No obstante, sentía que mi corazón roto aún le faltaba decir una última cosa. Algo que él entendiera que iba a estar ahí.

Le pedí a Laura que le diera un libro que le había comprado, el mismo donde encontré la nota; Nieve en otoño. Dentro, escribí una pequeña carta.

 

«Sé y comprendo que no quieres saber nada de mí. Aun así, necesitaba escribirte para pedirte perdón una última vez.

Actuar con el rencor no me ha hecho más feliz, al contrario. Cada día que hablaba contigo y quedaba contigo, la culpa me perseguía, porque sabía las consecuencias que tendrían mis acciones tarde o temprano, aunque una parte de mí esperaba que nunca llegara la verdad.

Sin embargo, debo decirte algo de lo que me he dado cuenta. Soy menos introvertida. Aún me da vergüenza muchas cosas y expresarme abiertamente con la gente con la que no tengo mucha confianza, pero poco a poco siento que soy más fuerte en ese sentido.

Y eso es gracias a ti. Muchas gracias y lo siento de nuevo.

PD:La magia no ha desaparecido».

 

Aquel día esperé una respuesta. Al siguiente también. Y al otro... Comencé a asumir que era muy tarde y no me iba a perdonar nunca.

Y de repente, un día, llegó a la biblioteca con el libro que yo le había regalado.

Lo observé con expectación y temor.

—Vengo a donar un libro —dijo, muy serio.

Sentí como un puñal me atravesaba el pecho.

—Sí, claro.

Alargué mis manos temblorosas para sujetarlo. Fue el segundo más largo de mi vida. Al tenerlo entre mis manos aprecié que seguía mi carta dentro, pero al fijarme mejor me percaté de que se trataba de un papel diferente. Lo saqué y lo abrí.

 

«Creo que he sido afectado por una nueva magia.

PD: »

 

Mis ojos comenzaron a humedecerse involuntariamente. La emoción me estaba jugando una mala pasada.

Alcé la vista para mirarlo.

—¿Posdata…?

Me enmarcó el rostro con sus manos mientras sus ojos destellaban dulzura.

—Te quiero.

Su boca cubrió la mía. Creí que iba a estallar todo mi ser de un momento a otro. No podía creer lo que estaba pasando, mientras su lengua conocía la mía y sus brazos envolvían mi cintura.

Sentía como las miradas de los presentes estaban fijas en nosotros, pero no me importaba, solo me hacía ser consciente de que no se trataba de un sueño.

Una mentira piadosa hizo mucho daño.

Una mentira piadosa hizo que me enamorara de quien tanto había detestado. Y a su vez, que él también sintiera lo mismo por mí.

 




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