Capitulo II

Un suicidio implica un momento de desesperación, sólo un momento, donde el cerebro se ahoga entre los obstáculos; es el instante, sólo un instante, donde toma el camino mas eficiente y decide morir. Pero dura un segundo, si el cerebro toma una bocanada de posibilidades (oxígeno), no encuentra una solución pero sí razones para seguir viviendo.

Por eso siempre aconsejo: cuenta hasta sesenta y deja que la emoción que te invadió pase.
Porque yo no pienso en la muerte como un castigo ni hacia otros ni hacia uno mismo. Gracioso es que los mejores consejos son los que uno no puede llevar a cabo.
Tengo mis razones para haber tomado está elección, y como todas las elecciones de los humanos: esta impregnada de emociones escandalizadas al máximo para darle caracter de seriedad, cuando son sólo ideales débiles. Soy consciente de ello, por eso voy a intentar no justificarme.

Si todos, indiscutiblemente, vamos a morir; entonces decidiré cómo y cuándo.

...

Todos en algún momento vamos a morir, yo solo decidiré el cuando...me repito asustada porque ha llegado el momento.

Lo hago, porque quiero que esto sirva para que hayan leyes reales que ayuden a personas con una situación similar a la mía.
O bueno, puede que sea una excusa.

No voy a mentir tengo miedo, pero ya lo empecé y tiene que terminar.

Separe mi ropa, la doble y acomode en un bolso de viaje y en una bolsa de consorcio; no sé por qué le puse un poco de mi perfume, quizás sea por mi manía a los malos olores.

Apile los libros en una esquina de la habitación, se me estrujo el corazón...mis libros son mis bienes mas preciados; confio en que se los dejo a una persona, sino tan amante como yo, que disfruta de la lectura.

Los papelitos pegados en la pared, que me sirven de guía cuando escribo alguna novela, me dieron una epifanía: tome unos de tono naranja que estaban desparramados por la alfombra de mi habitación, producto de una manualidad a medio terminar; mordi el capuchon de un fibron negro, que lo arranque de su cuerpo con un movimiento de cabeza, y escribí en el primer papel: "Val: sé que te gusta leer, todos los libros son tuyos". Se sintió bien saber que mis bebes seguirán teniendo vida luego de mi muerte; pero, no sé como explicarlo, tambien fue devastador porque estoy soltando las cosas que un día me dieron vida y en este caso hasta me hicieron feliz.

Con mucho trabajo trague saliva y tome otro papelito, agarré con un poco de temblor el fibron...respire ondo para calmarme y: "Chicas: elijan las prendas que mas le gusten, el resto es de Carmen. [Cele, Jaz, Ji, Eli, Bel...]" (Carmen es una tía a la que le gusta la ropa vintage y las vende en ferias).

Cuando pegue el papelito naranja en la puerta de mi armario, algo pesado me callo, pues me di cuenta de que estaba dejando esta vida, de que era mi decisión, una super forzada pero mia al fin, y aunque no haya vuelta atras...sé con todas las fuerzas de lo que soy que NO QUIERO MORIR.

Solo que la obra ya empezó y me toca el acto final.

Miro el desorden de mi cuarto, y ver todo el trabajo que tengo que hacer me fatiga, me queda tan poco tiempo, y ademas temo que postergar un instante sea letal: yaque ya estoy flaqueando y no me puedo arrepentir.

Me caí de culo por acomodar la ropa dentro de la bolsa de consorcio, sin poder evitarlo me derrame en lagrimas; pues pese a que esto es un hecho, me cuesta creer que no hay otra solución, que no hay un mañana para mí. Miro la ropa que sale de la boca de la bolsa y me armo de valor, de un triste y palido valor. "No tengo otra opción" BE BRAVE!

Pero no lo soy; soy positiva y eso hace mas difícil esta hazaña, también soy intensa, por eso el tiempo en este caso es crucial y apremiante. Toda esta bola de sentimientos que me atraviesan la tengo que mantener en su esplendor para que mi odioso positivismo no me de una falsa visión de la vida y de su "sí se puede".

Son las seis y treinta de la tarde y para esta hora de mañana ya no tengo que ser consciente de nada.