Una Mujer Muy Especial.

Capítulo 2

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Se acababan de sentar ante la mesa y la señora, ayudada por su hija, servían los platos cuando llegó el dueño de la casa y entró directamente a la cocina. 

— ¿Cómo es que empezaron sin mí? — Dijo acercándose a su mujer y besándola en la mejilla. 

— Apenas estamos sirviendo, siéntate. — Le indicó ella con una sonrisa. — ¿Te acuerdas de Elliot? 

El señor miró con el ceño fruncido al visitante y luego esbozó una gran sonrisa. 

— ¡Cómo no! — Exclamó acercándose a él, con una mano extendida. — ¿Cómo estás, muchacho? 

— ¡Don Miguel! ¡Qué alegría verlo! — Respondió este, poniéndose de pie y luego de estrechar la mano con el hombre le dio un cálido abrazo. 

Luego de saludarse, ambos se sentaron ante la mesa. 

— ¿Y ese milagro? — Dijo el señor. — ¡Teníamos años sin verte! 

— Terminé la carrera y me fui de la ciudad. — Respondió el joven con una sonrisa triste. — Estuve fuera hasta apenas hace unos días. Mi papá falleció y me vine a hacer cargo de todo. 

— Qué pena lo de tu papá... — Musitó el hombre, pensativo. 

— ¿Por qué no me avisaste, para acompañarte a su funeral? — Preguntó Héctor a su amigo, con el ceño fruncido. 

Elliot negó con ironía. 

— Ni siquiera yo estuve ahí. — Dijo con algo de amargura. — Mamá no me esperó, hizo que lo cremaran enseguida. 

Todos lo miraron sorprendidos, sin saber qué decir. 

— Ni siquiera estaba tan lejos. — Añadió Elliot con censura. — Yo estaba en la ciudad de México, no eran ni siquiera 8 horas de camino. De hecho, mi madre no me avisó, lo hizo Karina, mi hermana. 

Natalia terminó de colocar los platos en la mesa y se sentó en silencio. 

— Tu mamá siempre ha sido algo especial... — Musitó Héctor, con la mirada baja. 

Elliot soltó un suspiro resignado. 

— Se ha vuelto peor con la edad. — Negó con un gesto cansado. 

— Coman, se enfría la comida. — Señaló la señora. 

— ¿Qué vas a hacer ahora? — Preguntó don Miguel, luego de un momento. — ¿Te vas a regresar a México? 

— Parece que no. — Negó Elliot. — Tengo que encargarme de administrar los negocios de la familia. Me temo que ni mi madre ni mi hermana podrían con todo eso. 

— ¿A qué se dedica tu familia, si no es indiscreción? — Preguntó Natalia, con curiosidad.  

— Mis papás, literalmente, viven de sus rentas. — Respondió este, con algo de diversión. 

La joven frunció el ceño y lo miró con extrañeza al igual que los demás. 

— Papá tenía varias propiedades. — Aclaró Elliot. — Casas y locales comerciales. Todo lo tienen en alquiler, así que sólo se dedicaba a cobrar las rentas. 

— ¡Ah! — Exclamó Natalia con comprensión. — ¿Y eso es lo que vas a hacer tú ahora? 

— No es tan fácil. — Negó Elliot. — Papá era pésimo administrador y un desastre a la hora de manejar documentos. Desde que llegué he estado tratando de organizar su oficina, localizando contratos y verificando cuáles se van a renovar y cuales no, revisando cuánto se debe de impuestos sobre la propiedad, visitando a los inquilinos, viendo qué edificios necesitan reparación y mantenimiento y un montón de cosas más. 

— Mucho trabajo, parece. — Dijo doña Fernanda, dubitativa. 

— Bastante. — Asintió Elliot. — Además, la casa familiar también es un desastre y necesita mantenimiento y reparaciones. Y luego están Karina y su hijo... 

— ¿Tu hermana tiene un hijo? — Preguntó Héctor, asombrado. — ¡No sabía que se casó! 

Elliot negó con tristeza. 

— Nunca se casó, es mamá soltera. 

— Mierda... — Musitó su amigo mientras los demás los observaban en silencio. — Ya me imagino la pobre, lo mal que lo debe haber pasado, conociendo a tu mamá... 

— Me siento culpable, si te soy honesto. — Respondió Elliot en voz baja, con la mirada fija en su plato, sin atreverse a levantar la vista. — Yo me largué y la dejé sola, a merced de mis papás. No tienes idea de lo miserable que es la pobre. 

— Para atrás ni para agarrar vuelo. — Dijo Natalia, interviniendo algo apenada. — Ya estás aquí, ahora te toca compensar a tu hermana de lo que sea que haya pasado y hacerla feliz. ¿No crees? 

Elliot levantó la vista y le dedicó una tenue sonrisa. 

— Tienes toda la razón. — Asintió. 

Todos empezaron a comer, en silencio, pero luego de un rato Héctor hizo algún comentario sobre algo trivial y la familia en pleno, junto con el invitado, se pusieron a conversar como si nada, bastante relajados. 

 

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Natalia se encontraba en la central de bomberos, en la planta alta, limpiando uno de los dormitorios ayudada por Adalberto. 




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