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Se acababan de sentar ante la mesa y la señora, ayudada por su hija, servían los platos cuando llegó el dueño de la casa y entró directamente a la cocina.
— ¿Cómo es que empezaron sin mí? — Dijo acercándose a su mujer y besándola en la mejilla.
— Apenas estamos sirviendo, siéntate. — Le indicó ella con una sonrisa. — ¿Te acuerdas de Elliot?
El señor miró con el ceño fruncido al visitante y luego esbozó una gran sonrisa.
— ¡Cómo no! — Exclamó acercándose a él, con una mano extendida. — ¿Cómo estás, muchacho?
— ¡Don Miguel! ¡Qué alegría verlo! — Respondió este, poniéndose de pie y luego de estrechar la mano con el hombre le dio un cálido abrazo.
Luego de saludarse, ambos se sentaron ante la mesa.
— ¿Y ese milagro? — Dijo el señor. — ¡Teníamos años sin verte!
— Terminé la carrera y me fui de la ciudad. — Respondió el joven con una sonrisa triste. — Estuve fuera hasta apenas hace unos días. Mi papá falleció y me vine a hacer cargo de todo.
— Qué pena lo de tu papá... — Musitó el hombre, pensativo.
— ¿Por qué no me avisaste, para acompañarte a su funeral? — Preguntó Héctor a su amigo, con el ceño fruncido.
Elliot negó con ironía.
— Ni siquiera yo estuve ahí. — Dijo con algo de amargura. — Mamá no me esperó, hizo que lo cremaran enseguida.
Todos lo miraron sorprendidos, sin saber qué decir.
— Ni siquiera estaba tan lejos. — Añadió Elliot con censura. — Yo estaba en la ciudad de México, no eran ni siquiera 8 horas de camino. De hecho, mi madre no me avisó, lo hizo Karina, mi hermana.
Natalia terminó de colocar los platos en la mesa y se sentó en silencio.
— Tu mamá siempre ha sido algo especial... — Musitó Héctor, con la mirada baja.
Elliot soltó un suspiro resignado.
— Se ha vuelto peor con la edad. — Negó con un gesto cansado.
— Coman, se enfría la comida. — Señaló la señora.
— ¿Qué vas a hacer ahora? — Preguntó don Miguel, luego de un momento. — ¿Te vas a regresar a México?
— Parece que no. — Negó Elliot. — Tengo que encargarme de administrar los negocios de la familia. Me temo que ni mi madre ni mi hermana podrían con todo eso.
— ¿A qué se dedica tu familia, si no es indiscreción? — Preguntó Natalia, con curiosidad.
— Mis papás, literalmente, viven de sus rentas. — Respondió este, con algo de diversión.
La joven frunció el ceño y lo miró con extrañeza al igual que los demás.
— Papá tenía varias propiedades. — Aclaró Elliot. — Casas y locales comerciales. Todo lo tienen en alquiler, así que sólo se dedicaba a cobrar las rentas.
— ¡Ah! — Exclamó Natalia con comprensión. — ¿Y eso es lo que vas a hacer tú ahora?
— No es tan fácil. — Negó Elliot. — Papá era pésimo administrador y un desastre a la hora de manejar documentos. Desde que llegué he estado tratando de organizar su oficina, localizando contratos y verificando cuáles se van a renovar y cuales no, revisando cuánto se debe de impuestos sobre la propiedad, visitando a los inquilinos, viendo qué edificios necesitan reparación y mantenimiento y un montón de cosas más.
— Mucho trabajo, parece. — Dijo doña Fernanda, dubitativa.
— Bastante. — Asintió Elliot. — Además, la casa familiar también es un desastre y necesita mantenimiento y reparaciones. Y luego están Karina y su hijo...
— ¿Tu hermana tiene un hijo? — Preguntó Héctor, asombrado. — ¡No sabía que se casó!
Elliot negó con tristeza.
— Nunca se casó, es mamá soltera.
— Mierda... — Musitó su amigo mientras los demás los observaban en silencio. — Ya me imagino la pobre, lo mal que lo debe haber pasado, conociendo a tu mamá...
— Me siento culpable, si te soy honesto. — Respondió Elliot en voz baja, con la mirada fija en su plato, sin atreverse a levantar la vista. — Yo me largué y la dejé sola, a merced de mis papás. No tienes idea de lo miserable que es la pobre.
— Para atrás ni para agarrar vuelo. — Dijo Natalia, interviniendo algo apenada. — Ya estás aquí, ahora te toca compensar a tu hermana de lo que sea que haya pasado y hacerla feliz. ¿No crees?
Elliot levantó la vista y le dedicó una tenue sonrisa.
— Tienes toda la razón. — Asintió.
Todos empezaron a comer, en silencio, pero luego de un rato Héctor hizo algún comentario sobre algo trivial y la familia en pleno, junto con el invitado, se pusieron a conversar como si nada, bastante relajados.
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Natalia se encontraba en la central de bomberos, en la planta alta, limpiando uno de los dormitorios ayudada por Adalberto.