Una Mujer Muy Especial.

Capítulo 5

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Después de comer, salieron a caminar por la orilla del río, conversando entre todos, aunque Natalia notó que Elliot no se dirigía casi a ella. Un lanchero se acercó a ellos a ofrecerles un paseo por los manglares y Elliot, luego de discutir el precio con el hombre, aceptó. Se dirigieron todos a la pequeña embarcación y, luego de ponerse chalecos salvavidas, empezaron el recorrido. Adalberto y Karina, junto con los niños, escuchaban atentos las explicaciones del guía y miraban emocionados el paisaje, haciendo comentarios y señalando los puntos de interés. 

Natalia y Elliot se habían sentado en la parte de atrás y escuchaban todo en silencio. Mientras paseaban entre los canales del fraccionamiento el Estero, viendo las residencias, Nat soltó un suspiro. 

— ¿Por qué siento que no debimos decir que somos bomberos? — Preguntó con algo de tristeza, en voz baja. — No has dicho una sola palabra desde entonces. Me siento juzgada y no sería la primera vez que me pasa algo así. 

Elliot, sorprendido, se giró a mirarla. 

— No, en lo absoluto, no te estoy juzgando mal. — Le señaló con seriedad. — Jamás te avergüences de lo que haces. Mucho menos de algo tan noble y de tanto valor. 

— ¿Entonces? — Preguntó ella frunciendo el ceño. — ¿Por qué no me has dirigido la palabra? 

El inspiró profundamente y miró a su alrededor. 

— Estoy tratando de asimilar todo esto. — Dijo sin mirarla. — Honestamente, me sentía atraído hacia ti. Pero hay muchas cosas que no sé cómo carajos manejar. 

Ella se le quedó mirando con los ojos muy abiertos, sin decir nada. 

— Además de que eres la hermanita de mi mejor amigo, te llevo varios años. — Dijo él sin mirarla todavía. — Tus papás y tu hermano me abrieron su casa generosamente, y hay una ley no escrita que dice que, las hermanitas son intocables. ¿Lo captas? Y yo debo respetar eso. 

Natalia soltó una pequeña risa, algo irónica y siguió en silencio. 

— Mi vida en estos momentos es un caos absoluto. — Siguió él, girando por fin su vista hacia ella. — Hay demasiados problemas que tengo qué resolver, tanto en los negocios como con la familia. Y para acabarla de joder, me acabo de enterar que eres una mujer bombero. 

— ¿Y eso es malo? — Preguntó ella frunciendo el ceño. 

— Al contrario. — Negó Elliot mirándola con seriedad. — Eres una heroína que se juega la vida por los demás. Tu vida tiene un sentido maravilloso, haces lo que no cualquiera haría. Y todo eso te pone muuuuuuy por encima de cualquiera, sobre todo de mí mismo. 

Ella no dijo nada, siguió mirándolo en silencio, con curiosidad. 

— Yo nunca he hecho nada por nadie. — Negó Elliot con amargura. — Ni siquiera por mi hermana o mi sobrino. Y no tienes idea de la puta vergüenza que siento por ello. 

Nat asintió bajando la vista. 

— Entiendo... — Dijo luego de un momento. — Te me acabas de declarar y me mandaste a la chingada en menos de un minuto.  

Él la miró sorprendido. 

— Y lo más absurdo de todo esto. — Continuó Natalia. — Es que no me preguntaste mi opinión en lo absoluto. 

Se puso de pie con cuidado, sujetándose de los tubos que detenían el toldo de la lancha que los protegía del sol, pasó por encima de los bancos y se sentó junto a Adalberto, tomando de la mano a la pequeña hija de él, señalando a una gran iguana verde que descansaba junto al agua, en el pequeño embarcadero de una residencia.  

El resto del paseo conversó y se rio con todos menos con Elliot, a quien se dedicó a ignorar olímpicamente. Cuando desembarcaron, se dirigieron al auto y Natalia se sentó en la parte de atrás con su amigo, en silencio. Adalberto y Karina conversaban sobre escuelas, dado que el pequeño Ismael ya necesitaba entrar al kindergarden, así que Adal le recomendó a la mujer la escuela donde estaba su hija. 

— Si quieres darme tu celular, para pasarte los datos de la escuela y la ubicación. — Le dijo en forma amable. — Incluso te puedo llevar uno de estos días a que la conozcas y converses con la directora. 

Karina se sonrojó profusamente y bajó el rostro. 

— No tengo teléfono. — Admitió apenada. 

— No hay problema, le puedo pasar los datos a tu hermano. 

Elliot asintió en silencio y, sorprendiendo a los demás, se detuvo en el estacionamiento de una tienda de conveniencia.  

— Espérenme un momento, por favor. ¿Alguien desea beber algo? 

Todos negaron y él entró a la tienda. 

— ¿Te pasa algo Nat? — Preguntó Adalberto, con curiosidad. — Vienes muy callada. 

— Estoy cansada. — Dijo ella soltando un suspiro. — No me hagan caso. 

— ¿Estás molesta por algo? — Preguntó Karina, con preocupación. — ¿Dijimos o hicimos algo que te ofendiera? 

— ¡No! Para nada. — Negó Nat. — Te aseguro que estoy bien, no te preocupes, sólo estoy cansada. 

— No eres la única. — Señaló Adalberto con una sonrisa, haciendo un gesto con la cabeza hacia su hija, quien yacía dormida entre sus brazos.  




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