Una Mujer Muy Especial.

Capítulo 6

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Elliot y Héctor estaban en un bar, ante una mesa, bebiendo cervezas.  

— ¿Qué te pasa? — Preguntó Héctor, mirándolo con curiosidad y algo de preocupación. — Desde que llegamos aquí estás bastante raro, no has dicho una sola palabra. 

Elliot soltó un suspiro y luego dio un trago a su cerveza. La dejó en la mesa y miró a su amigo. 

— Tu hermana... ¿Cómo es que se hizo bombero? — Preguntó a bocajarro. — ¿Y cómo es que ustedes le permitieron hacer algo tan peligroso? 

Héctor soltó una carcajada y se acomodó en la silla. 

— Si hablamos de peligro, a cualquiera de nosotros le puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. ¿No crees? — Empezó a explicar. — Puede atropellarnos un auto, pueden entrar a asaltar este lugar y darnos de balazos, puede caer un avión sobre el edificio. ¿Quién sabe? No estamos exentos de alguna tragedia. 

— Cierto, pero no estamos buscándolo. — Negó Elliot. — Al menos, no intencionalmente. 

— Ella tampoco. — Dijo Héctor poniéndose serio. — A los bomberos los capacitan muchísimo, créeme. Van a cursos cada tantos, se mantienen físicamente en buena forma, se actualizan constantemente en nuevas técnicas, tienen equipo de protección al que constantemente le dan mantenimiento y, sobre todo, no actúan a lo pendejo. Cada eventualidad que se les presenta ellos saben perfectamente cómo actuar. Ahora bien... ¿Por qué Nat es bombero? Porque simplemente así lo quiso. Tiene un gran sentido de servicio, tiene vocación, quiere hacer algo por los demás y lo hace. ¿Por qué se lo permitimos? Porque no teníamos ningún puto derecho de prohibírselo, ni mis papás ni yo, así de simple. Fue su decisión y se la respetamos. 

— ¿No se angustian cuando ella está trabajando? — Preguntó Elliot con preocupación. — ¿No les preocupa que le pase algo?

— ¡Por supuesto! Pero tratamos de no volvernos locos y, sobre todo, confiamos en ella y en sus compañeros. — Asintió su amigo. — Mamá ora mucho, siempre, por todos, pero más por ella, como supondrás. Pero tratamos de no agobiarla ni hacerle sentir más cargas de las que ya tiene encima. Nunca la cuestionamos ni hablamos de lo que hace. Sólo cuando ella necesita desahogarse, si es que tuvo un día muy pesado, es que se toca el tema. La dejamos llorar, gritar, deprimirse... Lo que sea que ella necesite hacer para sacar todo el estrés y no perder la cordura, y luego seguimos como si nada. Es lo más sano y lógico, creo yo. 

Elliot asintió en silencio, mirando la botella que tenía en la mano, sin levantar la vista. 

— Tuvo un novio que la jodió mucho. — Continuó Héctor. — Le hizo la vida imposible. Ella lo quería, de verdad lo quería, y se suponía que él también iba en serio. Pero entonces ella se alistó al cuerpo de bomberos y este hijo de puta se desquició. 

— ¿Qué? — Preguntó Elliot, sorprendido totalmente. 

— La quiso obligar a dejar eso, la chantajeó, la amenazó, ella casi cede, la encontré una noche llorando en su cuarto, conversamos mucho esa vez. ¿Sabes? Estaba a punto de renunciar y yo le dije que no lo hiciera, que ningún cabrón merecía la pena si la obligaba a hacer o dejar de hacer algo. Así que, con el corazón roto agarró valor y siguió adelante, aunque le costó mucho recuperarse y volver a ser la niña alegre y risueña de siempre. Estuvo deprimida por mucho tiempo. 

— ¿Qué pasó con ese imbécil? 

— La estuvo acosando. — Dijo Héctor con rabia mal disimulada. — Cuando se dio cuenta de que ella iba a seguir adelante con sus planes sin él, empezó ir a la casa todos los putos días, la seguía a todos lados, se paraba enfrente de la estación de bomberos sin moverse de ahí, le mandaba flores a diario, le pedía perdón y hasta le propuso matrimonio, pero Nat ya no confiaba en él, ya había visto un lado muy oscuro de su personalidad que, supongo, la asustó. Cuando lo rechazó y le pidió que la dejara en paz, el tipo se descontroló totalmente y hasta la amenazó. Entonces mi papá y yo, una tarde, salimos a confrontarlo, lo metimos al carro y fuimos a hablar con los papás de él y les exigimos que tomaran medidas y les advertimos que, si algo le pasaba a Nat, por mínimo que fuera, íbamos a cargar contra ellos. Estuvo todo muy intenso porque, al parecer, los señores no sabían nada, y el tipó al principio negó todo, luego explotó y se puso bien loco. Sus papás se asustaron un montón. Así que amenazamos con que, saliendo de ahí, íbamos a ir a poner una denuncia contra él por acoso, hostigamiento, amenazas y demás... Y lo hicimos. 

— ¿Y en qué acabó todo? — Preguntó Elliot con preocupación. 

— Sus papás lo mandaron fuera esa misma noche, con unos parientes o algo así. — Dijo Héctor encogiéndose de hombros, antes de dar un trago a su cerveza. — También les exigimos que lo mandaran a terapia, dijeron que lo iban a hacer. Y afortunadamente ya no hemos vuelvo a saber de él ni de su familia. 

— Qué desmadre... — Musitó Elliot, cabizbajo. 

— Te imaginarás lo dañada que quedó mi pobre hermanita luego de eso. — Asintió Héctor. — Desde entonces, sólo sale con sus amigos, si es que sale, sobre todo con Adal, pero no se ha vuelto a interesar en nadie. Es lógico, supongo. Quedó escaldada de esto, de hecho, casi nunca menciona su profesión a extraños. La mayoría de las veces recibe comentarios muy negativos, de marimacho no la bajan. 




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