Una navidad diferente

Capítulo 4: El mejor regalo de navidad

Camila

Miro a mi mamá y me siento afortunada de tener una mamá tan buena y dedicada como ella.

Una compañera de la escuela me dijo que era triste que mi papá nos abandonara y yo le dije que no era así, no cuando tienes una súper mamá que hace todo lo posible para verme feliz.

Me gustaría tener un papá con quien jugar y hacer cosas de padres e hijas, aun así estoy feliz de tener una mamá tan buena como la mía.

Hay niños que no tienen ni padre ni madre, otros tienen padres malos.

Mi papá no me quiere y sé que es por mi enfermedad. Mamá dice que no es por eso, mas yo sé que sí.

Escuché a la tía Ana decir que mi padre prefería a la novia universitaria antes que a mí. Me dolió por un momento, luego dejé ir ese sentimiento que no ayudaba en nada. Como dice mamá, quien pierde es él.

Mamá suele comentar que soy una hija maravillosa y que mi papá se arrepentirá algún día de haberse alejado. A mí me da igual. Yo solo quiero que mamá deje de estar triste.

Abrazo a mi pato y suspiro. La carta que le escribí a papá Noel ya no está y eso quiere decir que él se la debe haber llevado, al menos que Ben la tenga y eso no es posible. Yo la oculté aquí porque es el único lugar donde mamá no buscaría, no sabe que suelo guardar cosas dentro del pato Duck y solo lo lava cuando yo le digo que lo haga.

Espero que papá Noel me cumpla el deseo.

La abuela pide que vayamos afuera, falta poco para que sea navidad, brindemos y saludemos.

Me dan una copa de agua para brindar y yo la acepto con una sonrisa.

Hay muchas cosas que no puedo beber ni comer por mi problema, pero no me importa, yo solo quiero mejorar y que mamá vuelva a sonreír.

Mi tío pone la cuenta regresiva para media noche en su teléfono, cuando llega a diez, contamos para atrás hasta llegar a cero.

—¡Feliz navidad! —decimos a unísono, chocamos las copas y nos abrazamos y besamos como si no nos hubiéramos visto en mucho tiempo.

Me gusta esto.

Nos quedamos observando los fuegos artificiales durante largo rato, son bonitos, me gustan cuando se ven de lejos y no son explosivos que asustan a los animales.

—¡Pasó Santa! —grita mi primo Gonzalo después de un rato mirando el cielo.

Todos regresamos a la casa y vemos los regalos debajo del árbol.

Yo no me emociono, el mío no llegó o el doctor hubiera llamado a mamá por aparato del que tiene que estar pendiente y eso no sucedió.

Está bien, yo entiendo, hay cosas que Santa no puede hacer o puede que no sea mi momento. Supongo que queda en manos de Dios.

Me siento con mi mamá a comer ensalada de frutas y veo a mis primos abrir los regalos.

Aquí la navidad es muy diferente a las películas. Se festeja mucho la noche buena, se brinda al terminar esta y comenzar navidad y se abren los regalos. En las películas lo hacen durante la mañana.

—¿Cómo hizo papa Noel para pasar tan rápido? —pregunto. Todos me miran.

—Es papá Noel, todo lo puede. —responde mi prima Cecilia.

En eso tiene razón.

Mi primo abre un regalo y se queja de que no es el juego que él quería.

—Gonzalo, no seas mal agradecido, quizás el juego que querías no estaba disponible. —lo regaña mi mamá.

—No me importa. Le pedí a Santa el otro juego.

—Al menos te trajo un juego. Hay niños que no obtienen nada porque Santa no llega a ellos y otros niños están en el hospital, dormidos sin recibir nada. —exclamo.

Mi primo me ignora y hace sus berrinches de costumbre. La abuela dice que es un malcriado y regaña a mis tíos por causa de eso.

Yo niego con la cabeza sin decir nada. Ya sé como es él y no me sorprende.

—Este es para ti, Cami. —dice mi prima.

Cecilia tiene mi edad y nos llevamos bien. Sería mejor si no se pusiera incómoda estando cerca de mí, ha sido así desde que me desmayé en un momento jugando con ella hace unos meses y terminamos en el hospital. Desde entonces mantiene un poco la distancia y prefiere pelear con su hermano un año mayor que ella. Yo no la culpo, ni me enojo, la comprendo.

—¿Para mí?

Lo agarro, lo abro y me encuentro con una jirafa de peluche. Sonrío. Es el animal de peluche que me faltaba. Me gustan los animales de peluches y los tengo casi todos.

—Qué bonita. —dice mamá.

—Sí, pero yo no se lo pedí a Santa Claus.

—Tal vez no te podía traer lo que realmente le pediste y te dio algo a cambio. Como a tu primo—asiento sonriendo—. Santa lo sabe todo.

A pesar de que no es lo que pedí, la quería, me gusta y dibujo una sonrisa para que mamá sonría y vea que estoy feliz. Ella es feliz cuando yo lo soy.

El teléfono de mamá suena y ella responde con rapidez. Presto atención a lo que habla y frunzo el ceño al ver que se tapa la boca con la mano y sus ojos se llenan de lágrimas. La tía se acerca a ella.




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