Hay un mes en el año que hace que mi mundo cambie de color.
Las mañanas con olorcito a sol y el canto de los pájaros hacen que mi mente se remonte a aquella niñez dónde toda mi preocupación era a qué jugaría ese día.
Con mi hermana pequeña desayunábamos y luego de ayudar en los quehaceres de la casa, una regla que nadie podía romper, incluído mi padre, nos escabulliamos y nos trepabamos a los árboles a vivir grandes aventuras.
Hasta los once años tuve una niñez dulce y feliz.
Vivía en un mundo sin problemas, hasta aquella mañana en un día muy caluroso de enero, justo después de navidad y año nuevo, papá y mamá nos dijeron que se separaban. Mi mente no podía entender de qué hablaban ellos. Si eran mis papás, entonces¿ cómo podían separarse?¿Qué significado tenía eso?
Mi hermana que en ese momento jugaba a las muñecas levanto la vista y miro a mi madre muy segura de si misma, algo que yo jamás pude ser, y con la voz muy clara pronunció aquellas palabras que cambiarían nuestra vidas para siempre.
-Si viven en diferentes casas, yo me voy con papá-
Mi madre la miro con tristeza y corrió a su habitación.
Mi padre se quedó allí abrazado a mi hermana Marina, una niña de tan solo diez años, pero que ya tomaba decisiones.
Mi padre tomo de la mano a mi hermana y juntos entraron en nuestra habitación. Yo los seguí. Al entrar ví a papá armando un bolso con ropa de Marina.
-Tu te quedarás con mama- ordenó.
-Dejare algunas cosas de tu hermana, ella vendrá algunas veces a quedarse con ustedes- aclaro después. Yo quise decirle, preguntarle si podía ir a pasear a su nueva casa. Pero el tomo la mano de mi hermana, el bolso y su mochila rosa de Barbie, también su muñeca favorita y salieron de la habitación.
Volví a seguirlos, y me encontré a mi madre en la puerta de su habitación, estaba llorando. Me acerque a ella y la abrace muy fuerte.
Ella se separó de mi. Se acercó a mi hermana y le dió un beso, la abrazo y mi hermana hizo lo mismo. Se quedaron una eternidad así, abrazadas.
Mi padre subió al auto y espero a mi hermana.Entonces corrí hasta el y me colgué de la ventanilla.
-¿No te despediras de mi, papá?- pregunté con lágrimas en los ojos, estaba a punto de llorar.
-Perdon hija, es que tengo la cabeza en cualquier lado- explico, abrió la puerta, se bajó y beso mi mejilla derecha.
-Eres una niña grande, y sabemos que las niñas grandes no lloran- dijo abrazándome.
-Tienes que ser fuerte por tu mamá. Prométeme que serás una niña grande y no lloraras. Mamá va a necesitarte-me beso por última vez. Mi hermana se acercó a mi y me dió un beso.
-No hagas berrinches. Yo siempre estaré con papá, soy su preferida.- dijo y juntos subieron al auto y se alejaron de nosotras.
Mamá rompió llorar tan fuerte que me asusté y me abrace a su cintura.
-No llores,mamá,yo te cuidare- consolé a mi madre.
-¿Cómo? Dime¿Como una niña puede consolar a una mújer que ha sido abandonada por su esposo y por su amada hija?- grito viéndome a los ojos.
Corrió a su habitación y allí se encerró.
Entre a la casa, cerré la puerta y me encamine a la cocina, ya era una niña grande, así que prepare un te de manzanilla, el preferido de mamá y galletitas sonrisas, seguro que la hacían reír, como a mí.
Puse todo en una bandeja y saque una rosa del florero como hacía mi papá, y la dejé en la bandeja con el te y las galletitas. La puerta de su habitación estaba abierta, lo que me facilito el entrar sin problemas. Ella estaba acostada, no se había sacado los zapatos, cuando la ví así, pensé que sería incómodo dormir de esa manera así que deje la bandeja en el pie de cama y le quite con cuidado los zapatos.
Ella se volvió y se me quedo mirando. Sus ojos estaba rojos e hinchados y su maquillaje muy corrido.
-¿Que haces aquí? - me preguntó.
-Traerte tu te favorito y una galletitas. También una rosa, como hace papa- le expliqué yo.
-Ella me miró por largos minutos. Después abrió un pastillero que tenía en la mesita y saco una pastilla y se la tomó con el te.
-Gracias- dijo casi sin voz.
-Como has preparado el te tu sola, te comportaras como la chica grande que eres y me dejaras dormir. Preparate un sándwich y luego puedes ver la tele o sentarte en tu compu- dijo acostándose y tapándose con las sábanas.
Salí de la habitación y encendí la tele, pasaron las horas y creo que no me interesaba lo que había, mi mente no registraba nada, solo el hecho que para mis padres yo no existía.
Nadie me preguntó que quería hacer, mi padre casi se olvida de mi y mi madre no me quiere cerca. Una lágrima corrió por mi cara, y otra, y otra y otra hasta formar un llanto profundo. Me dolía el pecho, sentía que mis padres no me necesitaban.
Llore por mucho tiempo. Hasta que sentí un gran dolor de cabeza, y me fui a mi habitación, subí a mi cama y acosté. Cerré mis ojos.y eleve una lamento o una plegaria, o quizás era solo el deseo de no estar sola.
-¿Será que papá tiene razón y debo cuidar a mama?- me pregunte en voz alta.
Pero,¿ como una niña de tan solo once años va a cuidar de un adulto? No podía entenderlo.
Pero a fuerza lo entendí. Por qué a partir de ese día yo fui una niña adulta cuidando de su frágil madre de treinta y cuatro años.
Una madre que solo vivía para los momentos en que su pequeña y amada hija la visitaba.
Así me convertí en la adulta que soy hoy.
Una mujer apagada que resguarda sus sentimientos. Que nunca entrega su corazón a nadie. Jamás llore desde aquel día, y mi corazón está enfurecido por la vida que me ha tocado.
Una vida llena sacrificios y dolor.
Pero siempre me hago un espacio para vivir el único momento de mi vida que se llena de magia.
El mes de diciembre, el mes que mi corazón se afloja y se libera un poco.
Los hijos de mi hermana son culpables de eso. Y está navidad no será la excepción.