Camino sin rumbo fijo, no entiendo nada. ¿ Cómo es posible que mi amiga esté muerta?
Llego a una pequeña plaza y me siento bajo un árbol. Levanto mi rostro al cielo, quizás buscando una respuesta, no lo sé, pero necesito de los brazos de mi amiga. Ella fue mi sostén cuando mi madre me dejó sola, aunque jamás pude llorarla, sufrí más aún por guardarme todo ese dolor.
Pero ella siempre supo lo que guardaba en mi interior, aunque no le dijera nada.
Nos conocimos en la escuela nocturna, dónde las dos estábamos yo porque trabajaba y cuidaba a mi madre y ella porque tenía una hermanita a cargo que estaba enferma, y era su única familia.
Una noche de lluvia la lleve en mi viejo auto después de la escuela y a partir de ese día fuimos inseparables.
Ella tenía muchos planes para su vida, pero la muerte de sus padres en un accidente le cambio las prioridades.
Era muy distinta a mi. Era alegre, servicial y lloraba por todo.
Recuerdo que el día que mi madre murió ella, lloro todo lo que yo no.
Pero supo entenderme, desde que mi padre nos dejó no volví a llorar, porque era una chica grande, y así cerré mi corazón al dolor. Cuando ella perdió a su pequeña hermanita, la acompañe en su dolor, más no en sus lágrimas.
Comencé a creer que tenía un corazón de piedra.
Pero ella me consoló diciéndome que solo era un acto reflejo, para no sentir dolor. Yo creo que no puedo llorar porque en realidad seque mi corazón. No sé cómo llorar.
Pero ahora quisiera tener la capacidad para hacerlo.
Me duele su muerte, y no llorarla me está matando.Y pensar que por mi orgullo deje de hablar con ella.
Me pongo de pie y paro un taxi. Al llegar a casa, me descalzo como es mi costumbre.
Busco en mi bolso mi teléfono, y allí me doy cuenta que tengo un sobre de papel madera con mi nombre escrito en el.
Tomo asiento en mi butaca azul, era de mi madre,allí pasaba la mitad del día, la otra mitad en la cama.
Desgarro el sobre, pero no me animo a sacar su contenido. Lo dejo sobre la mesa y decido dormir un rato, no sin antes tomar un paracetamol para el dolor de cabeza que me genera todo esto.
Entro a mi habitación y me quito la ropa, solo me quedo en ropa interior. Pongo la cabeza en la almohada y cierro un momento los ojos.
“ ¿Por qué papá no me quiere?
No es que no te quiera solo que se lleva mejor con tu hermana.
Pero no viene a vernos y Marina tampoco y lo prometieron. Ya hace mucho tiempo que nos dejaron solas. Eso es porque no nos quieren.
Mi madre me mira, con esa mirada de tristeza que se carga, hace ya casi un año.
Toma mi mano y yo derramo una lágrima.
No llores que no sé cómo consolarte. Eres una niña grande y las niñas grandes no lloran.¿Entendido?”
Abro mis ojos alarmada. Un sonido ensordecedor me ha despertado y no entiendo que sucede. Me levanto y me percato de que estoy sin ropa.
Miro mi teléfono, son las ocho de la noche, dormí casi siete horas. Me coloco un pijama y salgo de mi habitación y me dirijo a la sala para abrir a quien quiera que no suelte el timbre de la puerta.
Al pasar por la mesita veo el sobre de mi amiga, lo tomo y abro la puerta, del otro lado está mi hermana con cara de pocos amigos.
Noche buena, navidad¡ El vino y la cena! Como una tonta me quedé dormida justo hoy.
Mi hermana pasa y se cruza de brazos.
+¿Se puede saber porque no contestas el teléfono y estás dormida a esta hora?- pregunta enojada.
Quiero explicarle pero no me deja.
-Te explique que estás fiestas las pasábamos con papá. Una sola vez podrías no pensar en ti.
Deja de ser tan egoísta- agrega de mal humor.
-Solo me dormí una hora de más- comento yo.
-¿Compraste el vino y las nueces?- pregunta.
-No. Pero es que no pude hacerlo-contesto.
Ella me mira desconcertada.
-Casandra ha muerto hace una semana y en verdad olvide todo después de semejante noticia- explico.
Ella se acerca y me abraza muy fuerte.
-¿Estás bien? ¿Necesitas algo? Dime, lo que sea-me confunden sus palabras y en su mirada hay un dejo de preocupación. ¿Por mi?
-Estoy bien. Solo que me dejó este sobre y no me animo a saber de qué se trata. - le contesto.
-Arreglate y vamos a casa. No pienso dejarte sola en un momento como este- me dice con dulzura.
Luego vemos de que se trata- agraga.
Busco entre mi ropa algo que me sirva como para una cena navideña, en casa de mi hermana siempre todo es muy elegante, encuentro un vestido blanco que me regaló mi amiga Casandra hace cuatro años y creo que lo use una vez. Me lo pongo y me queda perfecto, al menos a mí me lo parece. Me pongo unas sandalias de tacón en negro y me maquillo un poco. Decido recoger mi pelo en un rodete. Por lo menos mi hermana no sentirá vergüenza de mi.
Al entrar en mi sala, mi hermana observa una foto donde estamos las tres juntas, mi madre, ella y yo.
-Siempre envidié esa madurez que mostraste cuando nuestros padres se separaron. Yo lloré todo un año entero. Dejé de hacerlo cuando papá permitió que vuelva a verlas. Sufrí muchísimo con tu ausencia y también la de mamá- me dice mirando la foto. Me quedo helada, no sé qué decirle. Ella jamás me confesó semejante cosa.
-No lo…no lo sabía.- contesto con un nudo en la garganta.
Ella se da la vuelta y veo en sus ojos las lágrimas que caen por su cara.
-No tenías porque saberlo. Siempre te admire, decidí también ser como tú. Una niña grande, pero nunca te llegué a los zapatos.- dice con una dulce sonrisa y eso me desarma. Me acerco a ella y la abrazo,ella se queda quieta unos segundos y luego me abraza también.
-Te quiero- digo muy quedamente.
-Y yo a ti, mucho. Ahora vamos que se nos hace tarde- habla como toda una hermana mayor, aunque no lo sea, siempre me pareció así.
Al llegar a la casa de mi hermana me encuentro con mi padre que me abraza como si hiciera mucho tiempo que no lo veo.