Una noche con el jefe

2.Tu, otra vez.

Tengo que admitir que en un primer momento la idea de escapar de aquella fiesta con un completo extraño además de ser bastante estimulante debido al peligro que conllevaba era también una perfecta oportunidad para demostrarle  a Toby que estaba más allá de lo que había pasado, y que de hecho él era una persona fácil de superar. Aunque la verdad las cosas no eran de aquella forma.

La única razón por la que acepté la propuesta del “señor soy demasiado mayor para estar en una fiesta de fraternidad” era porque creía en mi interior que un buen revolcón me permitiría despejar mi cabeza y de alguna manera disminuir el dolor que sentía en ese momento.

Le había dado los mejores años de mi vida a Toby sin embargo para él nunca fue suficiente. Necesitaba de mi entera disposición, quería a alguien que se entregara por completo a él y que le dedicara todo su tiempo. Ansiaba ser la única prioridad en la vida de la persona que estaba a su lado. Mientras que yo solo buscaba un compañero que estuviese allí para mí cuando volviese a casa, con el cual acurrucarme luego de un largo día y que me incentivase a ser mejor.

 Al parecer yo buscaba algo más parecido a un perro que un novio. Y cuando le pregunté desde cuanto tiempo pasaba esto, Toby se limitó a decir que todo había comenzado la semana en la que yo me dediqué a estudiar para mis exámenes finales. Según  su versión de la historia lo había descuidado y había encontrado consuelo en Penny,  según la mía solo me estaba preocupando por mi futuro.

Tal vez él tenía razón y nosotros no estábamos destinados a estar juntos, lo que no hacía que toda esta situación fuese menos angustiante.

Pero volviendo a lo que sucedió luego de la última fiesta que brindó mi fraternidad, debo decir que el hombre que tenía a mi lado realmente se comportó como un verdadero caballero muy a pesar de sus intenciones al traerme aquí.

Al llegar a su piso pasó una tarjeta plateada por la ranura de la puerta y esta cedió a su peso luego de hacer “click”.

—Espero que te sientas cómoda aquí. Sé que no es el lugar ideal para traer a una chica, en especial no a una como tú sin embargo espero que te puedas sentir cómoda y pases una noche inolvidable.

¿Acaso me creía que era una chica especial  y que por eso merecía un tratamiento equivalente a eso? Porque estaba equivocado y era evidente que estaba desesperado para llevar a alguien a la cama, al punto de que diría cualquier cosa con tal de conseguirlo.

—Más vale que lo sea – dije con una sonrisa coqueta—Es mi última noche aquí. Luego de esto me iré a Nueva York—agregué sin entender muy bien porque le estaba contando a un extraño detalles de mi vida privada.

—Entonces debemos celebrarlo como se debe, ¿no es así? ¿Champagna? –preguntó retirándola del balde metálico, el mismo que dijo que no estaría esperando cuando llegáramos aquí.

Retiro el seguro y abrió la botella haciendo que el corcho saliese volando por los aires.

—Encantada—asentí y me acomodé en un espacioso sofá en el que tranquilamente podían entrar más de 5 personas— Me vendría bien algo para dejar de pensar un poco, ¿sabes? Sé que no te conozco de nada pero déjame decirte algo, esta noche no resultó para nada como yo lo esperaba— murmuré cabizbaja al recordar la serie de eventos desafortunados.

—Lo imagino aunque déjame decirte que fuiste muy valiente al hacer eso, lastima la caída que arruinó tu glorioso momento— se sentó muy cerca de mí y soltó una carcajada al sacar a colisión la forma en la que nos habíamos conocido

Cosa totalmente innecesaria para mí, yo lo había visto, estaba ahí. Fui la persona que cayó desde un segundo piso luego de anunciarle a dos de las fraternidades más importantes de su universidad que su novio la había engañado con su mejor amiga.

—Por suerte estabas tú allí para salvarme de un trágico destino— respondí moviéndome en el sofá para estar más cerca de él.

—Pues si quieres podemos decir que las cosas pasan por algo, ya que de no haber sido así, puede que las cosas terminaran un poco peor para ti.

—Se puede decir que eres algo así como mi ángel guardián— apoyé mi cabeza en su hombro y refregué mi nariz contra su cuello.

Espero que no piensen mal de mí, esto no era  algo que usualmente solía hacer, lo cierto es que era la clase de chica a la que le gustaba tomarse las cosas despacio no obstante sentía como el alcohol estaba empezando a hacer efecto en mí y era consciente de que podría llevarme a hacer cosas de las que luego me arrepentiría.

No me importaba, porque déjenme decirles una cosa. No hay nada peor que una  mujer despechada.

—Si tú estás de acuerdo con ello me quedaré con esa idea. Me gusta creer que de vez en cuando hago algo bueno por los demás. No es algo que suceda muy seguido últimamente— hizo un mohín— En fin, ¿no estábamos aquí para festejar y no para quejarnos?— inclinó su copa en mi dirección para chocarla con la mía.

—Por los buenos comienzos — dije bebiendo de un solo sorbo lo que quedaba en la mía— ¿Puedo preguntarte algo, misterioso hombre del que no se absolutamente, ni siquiera su nombre?

Él meneó su cabeza sin dejar de reír. Parecía que todo lo relacionado conmigo le causaba gracia. Mi caída, mis ocurrencias. Lo que me llevo a pensar la cantidad de cosas que un hombre podía llegar a hacer con solo tener dinero.

Estaba casi segura de que podría decir la bobería más grande y aun así él estaría de acuerdo conmigo.

—Puedes preguntarme lo que quieras— afirmó cruzándose de piernas.

— ¿Qué demonios hacías en una fiesta universitaria cuando claramente tú por lejos no tienes la edad para estar allí?

Su sonrisa se desvaneció en cuanto termine de hacer aquella pregunta.

—Solo se reconocer una buena fiesta cuando la veo y no tenía ganas de pasar mi último día aquí encerrado en una habitación de hotel. Mañana vuelvo a la vieja Gran Manzana.




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