Una noche con el jefe

5. Tres son multitud.

Esto debía ser una maldita jodida broma. ¿Qué es lo que le había hecho yo a la vida para tener un karma tan asqueroso? Primero el hombre al que amaba con todo mi corazón, el que creí que sería la persona con la me casaría y sería el padre de mis hijos me había engañado con mi mejor amiga, la persona que elegiría como dama de honor y a la que esperaba que algún día si llegaba a tener suerte me gustaría que mis hijos le dijesen tía.

Luego caía en manos de un jefe que además de ser un cretino, me había engañado a firmar un contrato que básicamente me obligaba a ser su novia por un tiempo indeterminado.

Y como si eso no fuese suficiente ahora este se encontraba en mi casa. En la casa a la que quería llegar a refugiarme luego de pasar todo un día junto a él. Estaba sin duda pagando por algún error que había cometido, pero aún no sabía cuál era este.

Sin embargo no era momento de ponerme en modo Agatha Christie para resolver los misterios de la vida, o al menos no eso, por lo pronto quería descifrar el misterio al que me gustaba llamar "por qué el imbécil de mi jefe se está apartando todo mi sofá".

— ¿Qué es lo que haces tú aquí? — pregunté agachándome a recoger los libros que permanecían en el piso.

—Pues verás pase por este —miro para todos lados—Rustico edificio y decidí entrar para ver de qué se trataba— repitió las mismas palabras que yo le había dicho horas atrás— Y descubrí que era un complejito de departamentos— me fui imposible notar la burla hacía el lugar en donde vivía— Para luego enterarme que tú vives aquí, ¿acaso no son extrañas las vueltas del destino?— preguntó con una sonrisa en su rostro.

Camine hacia la isla que habíamos instalado junto con Chloe y dejé las cosas allí.

— ¿Sabes qué otra cosa es curioso? Que durante todo este tiempo jamás te hayas molestado en ofrecerme ayuda.

—Creí que para este momento ya te había quedado claro que la caballerosidad no corría por mi sangre, a no ser que...

—Que puedas conseguir algo a cambio como llevar a una pobre e indefensa chica a tu cama. Eso me quedo bastante claro.

—No te olvides de añadirle una característica más a esas mujeres de las que hablas.

— ¿Cuál?—respondí y en el momento en que lo hice me hubiese gustado haberme mordido la lengua porque sabía que diría.

—Despechadas y desesperadas. Justo como a mí me gustan— asintió y tomo el control de la televisión para encenderla.

Si esto no fuese la vida real y yo fuese un dibujo animado juraría que se podría ver cómo mi piel iba volviéndose cada vez más y más roja y humo salía de mi cabeza.

— ¿Disculpa? — inquirí molesta, enfrentándolo.

—Seamos honestos, Lena, si no hubiese sido por eso y tú particular manera de causar una primera impresión, ¿te habrías acostado conmigo?

Me quedé en silencio pensando unos segundos en lo que había dicho. Si tenía que ser sincera la verdad es que no. Dalton era cualquier cosa menos la clase de hombre con la que me gustaría verme involucrada, aunque creo que era demasiado tarde para eso.

—Si debo decir la verdad... Pues no. Jamás te habría tocado un pelo de no haberme sentido así.

— ¿Lo ves? Los dos nos usamos aquella noche, cada uno para saciar su propia necesidad. Tú necesitabas a alguien que te ayudase a olvidar y yo necesitaba un buen revolcón. Me gusta creer que los dos obtuvimos eso— agregó clavando sus ojos en mí.

—Puedes ponerlo de esa forma, si quieres— conteste sentándome a su lado— Y también podrías mostrarte más humano, tal vez si finges interés y te ofreces a ayudar a una chica consigas algo más que una compañía de una noche y no harías firmar a tus empleadas un estúpido contrato que las obliga a ser tus parejas.

— ¿Estas insinuando que la próxima vez que pase debería elegir a una que si se moleste en leer las letras pequeñas del mismo?— sonaba un poco sorprendido con lo que había dicho— No es una mala idea aunque así no podría divertirme tanto como me gustaría.

—Si lo que estás buscando es hacer eso conmigo lamento desilusionarte al decirte que no te daré el gusto de que juegues conmigo. Créeme encontré la manera de hacerte la vida imposible si esos son tus planes conmigo y si ni siquiera con eso te queda claro entonces no me dejas otra alternativa que contarle a todo el mundo tu pequeño plan para seguir a la cabeza de la editorial.

—No lo harías— bufó y se acercó a mí— No eres capaz de hacerlo— añadió seguro de que lo que decía era verdad.

Por un instante me perdí en sus ojos y olvide por completo lo que estaba ocurriendo, que hacía él aquí y porque demonios no se iba.

Menee mi cabeza y la obligue a que se concentrara en lo que estaba pasando, ignorando por completo la extraña electricidad que recorría mi cuerpo.

—Tú no sabes que tan lejos soy capaz de ir — dije en tono serio y un tanto amenazador.

Si había algo que quería era que Dalton me tomara en serio, que pensara que era una persona de la cual tenía que cuidarse porque si se me antojaba podría hundirlo hasta lo más profundo.

—Eso es lo que tú piensas— levantó un dedo y lo clavó en mi pecho, a la altura de mi corazón, que comenzó a latir con fuerza al sentir su toque— Pero la verdad es que ya te he descifrado. De hecho lo hice desde el primer momento en el que te conocí no obstante me gusta apegarme a eso de "no juzgues a un libro por su portada".

—Que considerado de tu parte.

—No te creas. Al final termine haciéndolo—confesó— No en una manera cruel...

— ¿Existe otra manera de hacerlo?

—Tal vez si, tal vez no. El punto es que en el tiempo que hemos compartido juntos me he dado cuenta de que tenía razón respecto a lo que pensaba de ti, a tu forma de ser.

Con una mano en el corazón tengo que decir que no entendía para nada hacía dónde estaba yendo está conversación o incluso si él quería llegar a algún lado con esto. Cosa que me irritaba porque sentía que mientras más tiempo pasábamos juntos más me alejaba de la repuesta que quería oír.




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