Una oportunidad para amarte

Mauricio: Dudas

Me fui a casa sintiendo un vacío, no era solo el haberme despedido de Alejandra y del hogar que ella significaba para mí, era una sensación de estar perdiendo algo. Durante toda esa noche y el corto viaje que le siguió, mi chica permaneció en mis más íntimos pensamientos, pero no de la misma forma que antes. La semana anterior me había enterado por casualidad que ella buscaba otro empleo, quería irse de mi lado, al menos laboralmente. Sin embargo, no era eso lo que me tenía mal, sino que no hubiera tenido la confianza de decírmelo. Esperé a que lo hiciera ese domingo, en el que nos despediríamos para no vernos en dos semanas. No lo hizo volviendo mis temores realidad, se guardó para sí misma esa decisión y no pude evitar sentirme excluido de su vida, tal vez un poco traicionado.

—Estás muy pensativo… No será a causa de esa mujer ¿O sí?

Miré a Mariana. Como era costumbre, ella me había acompañado a ese viaje meramente de negocios. Unas horas antes nos habíamos instalado en el hotel y en ese momento intentábamos consumir un desayuno sin tener apetito suficiente.

—No en realidad, la reunión que nos espera ya es suficiente dolor de cabeza —Mentí.

—Entonces admites que también ella lo es.

—Por supuesto que no, sabes que la quiero.

—De eso no me cabe la menor duda, es lo contrario de lo que no estoy tan convencida.

—No me agrada lo que insinúas —Le dije enfadado, ya en otras ocasiones Mariana me había manifestado su inconformidad acerca de mi relación con Alejandra.

Al principio se lo atribuí a sus celos de hermana, ya se había mostrado un poco posesiva en mis relaciones anteriores y no esperaba que con Alejandra fuera diferente. Sin embargo, en ese punto y ese día, lo que menos quería era escuchar sus objeciones.

—Puede no agradarte, pero al menos piénsalo. Desde que esa mujer apareció en tu vida no has hecho más que brindarle todo lo que has podido, le diste un empleo y un puesto para el que ha demostrado no estar preparada, aseguraste su estabilidad económica e incluso haces de padre para su hijo.

—¿Por qué no me dices directamente lo que estás pensando?... Y por favor, llámala por su nombre, que lo sabes perfectamente.

—Si eso es lo que quieres, te lo diré directamente… Alejandra no te corresponde de la misma forma, al menos no por lo que se puede adivinar en sus actitudes…Profesionalmente deja mucho que desear, tendría que esforzarse más después de lo que hiciste por ella y… bueno, desde un principio no has hecho más que adaptar tu vida a la suya, en cambio ella ¿Qué ha hecho por ti más allá de acostarse contigo?…

—No sigas Mariana, hoy no tengo ganas de lidiar con esto, lo que dices puede ser lo que pienses, pero no la realidad.

Mariana calló visiblemente agraviada por mi poca disposición a seguir escuchando sus venenosas palabras. La quería, pero odiaba cuando se comportaba de esa forma, intentando menoscabar la imagen de mi chica ante mis ojos y al mismo tiempo, tratándome como a un niño al que tuviera que proteger de una amenaza invisible. Mi hermana no terminaba de entender que yo ya había elegido a Alejandra y que lo ella pudiera decirme poco me importaba, no estaba dispuesto a aceptar sus impertinencias ni que se interpusiera en mi relación con la mujer que amaba.

El trayecto a nuestro destino estuvo acompañado de emociones negativas por parte de ambos, pero para mí fue particularmente molesto, pese a mi esfuerzo por dejar fuera de mi cabeza todo lo dicho por Mariana, algo se quedó dentro, haciéndome recordar lo vivido desde esa lejana entrevista en la que volví a encontrar a mi chica. Mariana la acusaba de no corresponderme de la misma manera y debo confesar que por escasos instantes, tuve que darle un poco de crédito a sus palabras. Lo que más me dolía eran todas las muestras de desconfianza que Alejandra seguía manifestando hacía mí. Me abrió las puertas de su hogar, me permitía estar a su lado y hacerle el amor, pero comenzaba a dudar que en verdad fuera mi chica. Ella tenía una vida de la que no me hacía del todo partícipe, no era que quisiera que me consultara a cada paso, sabía que Alejandra era una mujer independiente y dueña de sus decisiones. Sin embargo, me hubiera gustado que en verdad confiara en mí, que no dudara en contarme lo que pensaba, lo que la incomodaba o lo que le gustaba, incluso en la cama era de esa forma. Muchas veces haciéndole el amor, había tenido que adivinar si mi actuar la complacía. Sí le gustaba, de eso no tenía duda, pero tantas veces me sentí como un ciego que intenta encontrar el camino en la oscuridad, dando pasos a tientas, rogando por no hacer algo que fuera mal recibido o, por el contrario, no lograr dar más de lo que a ella le agradaba. A mí me enloquecía todo de ella, bastaba una caricia, un movimiento, un roce inesperado de su cuerpo, cualquier cosa que ella hiciera me llevaba al éxtasis y siempre se lo hice saber sin obtener lo mismo de su parte.     

Para cuando llegamos al sitio de la reunión, me sentía el más miserable de los hombres. Quise poder tomar el teléfono y despejar todas mis dudas, llamar a mi chica y confesarle lo que me estallaba dentro pero no pude hacerlo, me esperaba un largo día de negociaciones con uno de nuestros clientes más importantes, de esos que a Rubén y a mi padre les encantaban pues hacían crecer el negocio.

El día acabó demasiado tarde, entre reuniones, comidas y visitas, me vi llegando a la habitación del hotel pasada la una de la madrugada. Lo primero que hice luego de tumbarme en la cama fue marcar al móvil de Alejandra. Luego de cuatro intentos fallidos de comunicarme, decidí darme una ducha e irme a dormir. No paré de pensar en ella pese a mis esfuerzos, necesitaba tanto escucharla. Estuve tentado de marcar a su casa, pero nunca lo hacía, mi chica siempre antes de esa noche había contestado el móvil, además no quería despertar a Sebastián, ni mucho menos a su abuelo. Tuve que cerrar los ojos sin lograr descansar, pese al agotamiento físico y mental de ese día, no pude conciliar el sueño hasta muy entrada la mañana. Lo último que necesitaba era presentarme a una nueva reunión sin haber dormido y pensando en el motivo por el que Alejandra no me respondió y siguiera sin devolver mis llamadas. Las palabras de Mariana volvieron inclementes a llenarme el corazón de dudas y desazón.




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