Una Pequeña Promesa

Capítulo 5

Dean estaba manejando de vuelta a casa con una sonrisa en el rostro. Había aplicado para ser doctor en el hospital de la ciudad y había obtenido el trabajo más rápido de lo que esperaba, por lo visto estaban cortos de personal. Oficialmente era doctor especializado en medicina general en el Hospital Naval de Pensacola. Decidió optar por un puesto en la clínica ya que así tendría horario fijo y no le pondrían guardias demasiado prolongadas, prefería pasar la mayor cantidad de tiempo posible con su hija.

Ya había pasado una semana desde que había entrado a sus vidas y se sentía el hombre más afortunado del mundo por tener una hija tan adorable. Hannah no se despegaba de él y dos días atrás Dean desplazó a April en la tarea de leerle un cuento antes de dormir.

Una llamada interrumpió sus pensamientos y al ver que era April, la tomó y activó el manos libres.

—¡Dean! Gracias a Dios. Necesito un favor —La voz de April sonaba preocupada y al fondo podía escuchar el ruido de la mezcladora.

—Dispara —responde él.

—Necesito que recojas a Hannah de la escuela. El director me llamó y me dijo que había habido un problema entre ella y otra niña de su aula pero no me dio muchos detalles. Estoy demasiado ocupada con una enorme orden de magdalenas y ni tu madre ni yo podemos ir a recogerla.

—Envíame la dirección, voy en camino —dijo Dean y le colgó el teléfono. Segundos después le llegó la notificación con la localización de la escuela y dio una vuelta en U para llegar lo más rápido posible.

Después de veinte minutos, llegó a la primaria de Hannah y al presentarse ante la recepcionista, esta lo dirigió a una sala en la que estaba su hija. La encontró con el rostro enrojecido y los ojos llorosos. Se le apretó el pecho con la visión y ya sabía que cualquiera que le hiciera daño a su pequeña se las tendría que ver con él.

Se acercó a Hannah y ella al verlo se abalanzó hacia él rodeándole las piernas. Él la despegó un poco y la tomó en sus brazos. La niña lo rodeó por el cuello y descansó su cabecita en el hombro mientras sollozaba.

—Shhh, cariño, no llores —Intentó calmarla pasándole la mano por la espalda y el llanto poco a poco cesó—. Ahora que estás más calmada cuéntame lo que pasó.

—Estábamos en el recreo y Jade se estaba burlando de mí porque decía que era mentira que estabas vivo. Me dijo que yo estaba loca por ver gente muerta y a las personas locas las encierran lejos y las castigan. Y yo la empujé por el pecho y se cayó en el suelo y comenzó a llorar y la maestra me regañó muy fuerte —El llanto volvió a empezar y su papá la arrulló por varios minutos.

El momento fue interrumpido por una mujer informándole que el director necesitaba hablar con él en su oficina. Dean depositó a su hija en el suelo y siguió a la mujer hasta el despacho. Al entrar, un señor bajito, calvo y regordete sentado detrás del escritorio le señaló la silla. Dean se sentó y de inmediato frunció el ceño.

—Señor Colton, lo he llamado por el problema de indisciplina de su hija. En esta escuela no se tolera la violencia física por ningún motivo, así que Hannah va a estar suspendida por dos semanas por empujar a una estudiante —La autoritaria voz del hombre no amedrentó a Dean, de hecho, le enojaba cada vez más.

—¿Hannah ha tenido algún problema parecido? —El hombre negó en respuesta—. ¿Se ha fugado de la escuela? —La negativa se repitió—. ¿Ha tenido problemas académicos?

—No, señor, Hannah va a la cabeza de la clase, pero eso no es justificación para-

Dean lo frenó con una mano levantada y el director cerró la boca de golpe.

—Entonces, según tengo entendido, no toleran la violencia física, pero sí toleran que una niña le diga a mi hija que su padre estaba muerto y que era una loca. Para después tratar a la alumna más destacada del salón como si fuera una criminal sin castigar a la principal provocadora. No veo a sus padres por aquí, ni a la niña —El hombre palideció con la última afirmación y a Dean no le pasó desapercibido—. Déjeme adivinar, son padres que aportan una buena cantidad de dinero a la escuela y lo tienen agarrado por las bolas obligándolo a hacer lo que a ellos les convenga. Pero a mi hija no la toca nadie y si la suspende por dos semanas, va denunciado con la junta directiva por permitir el acoso estudiantil, testigos sobran para apoyar mi denuncia.

El director estaba temblando, y cruzó las manos en frente de su rostro al tiempo que apoyaba los codos en el escritorio. Gotas de sudor se podían ver deslizándose con facilidad por la cabeza y el rostro del hombre.

—Tres días de suspensión para ambas alumnas —propuso para zanjar el tema y conservar su puesto laboral. Dean asintió y se levantó de la silla para salir de la oficina.

Recogió a Hannah y la llevó hacia el auto. En el camino de vuelta supo que tenía una conversación pendiente con su hija.

—Hannah, ¿sabes qué es lo primero que hace un doctor al graduarse? —La pequeña negó con la cabeza, pero con gran interés en la conversación—. Toman un juramento hipocrático, el cual dice que no se dañará la vida humana. Como futura doctora, debes respetar este juramento al máximo y no golpear ni empujar a los demás solo porque te molestan.

La niña abrió los ojos con sorpresa y se le comenzaron a llenar de lágrimas de nuevo.

—¿Significa que ya no puedo ser doctora ni salvar a los niños enfermos? —preguntó con voz frágil.

—No, pero tienes que prometerme que a partir de ahora te regirás por ese principio para ser la mejor doctora del mundo y hacerme el orgulloso padre de la mejor doctora del mundo —contestó Dean, esperando que la niña interiorizara sus palabras.  Ella asintió y él se sintió mucho mejor por haber hecho bien el trabajo.

Llegaron a la casa y se encontraron a April muy enojada. Su rostro estaba casi tan rojo como su pelo y lanzaba fuego por los ojos verdes. Hannah se asustó al verla así y se refugió detrás de las piernas de su papá.




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