—Globos.
—Inflados.
—Decoraciones.
—En su lugar correspondiente.
—Pastel.
—Calentándose en el horno.
—Velas.
—April, todo está perfecto. Son las 11 de la noche y mañana nos espera un día bien movido. Así que suelta la lista y vamos a dormir.
Dean le arrebató la libreta de las manos y la puso en la encimera de la cocina, agarró a April por los hombros y la llevó a su habitación. Sin decir nada, tomó su pijama y su toalla y lo colocó todo en los brazos de ella, empujándola con suavidad hacia el baño, y cerrando la puerta en su cara.
April soltó una cadena de insultos, de los que Dean se rió a carcajadas.
Llevaban dos semanas planificando la fiesta sorpresa del cumpleaños de Hannah. Querían sorprender a la pequeña en cuanto se despertara la mañana en la que cumplía seis años. Como ya estaban de vacaciones, el único momento que tenían para organizarlo todo era cuando la Hannah estaba durmiendo, así que terminaban exhaustos a altas horas de la noche.
Dean se acostó en la cama a esperar a que April saliera del baño. Hacía dos semanas desde que ambos declararon los sentimientos que tanto habían suprimido, y habían sido las mejores dos semanas de sus vidas. Lo más curioso de todo era que no hacía falta que se lo dijeran a los demás, ambos eran demasiado obvios. Solo se lo dijeron a Hannah y esta, con mucha inocencia, les dijo que era obvio, porque ellos eran sus papás y por eso tenían que estar juntos.
Después de varios minutos en el baño, April salió para encontrarse a Dean acostado leyendo un libro de misterio, su género favorito. Se le quedó mirando y pensó que nunca decidieron el hecho de que Dean durmiera en su cama. Pasó de manera muy natural. Todas las noches él la seguía y ella no ponía peros. Fue un acuerdo sin palabras. Y le encantaba.
Él se percató de su presencia, así que ella fue hacia él y se acostó a su lado. Él la atrajo hacia sí pasando un brazo por sus hombros, lo que hizo que ella se recostara en su musculoso pecho.
—¿Puedes creer que ya Hannah va a tener seis años? El tiempo pasa volando. Justo el otro día era una cosita pequeña que gritaba mamá cada vez que respiraba y ahora dice que quiere ser doctora y que está demasiado grande para ver Peppa Pig —dijo April con nostalgia y Dean puso su libro en la mesita de noche, abrazando a April con ambos brazos esta vez.
—Lo sé. Aun cuando hace solo seis meses desde que la vi por primera vez, igual está creciendo demasiado rápido.
—Dean, no pasará un día en el que me arrepienta de no haberte dicho de la existencia de Hannah —confesó April, sus ojos llenándose de lágrimas—. Te has perdido tanto de su crecimiento y solo yo tengo la culpa de eso. Si pudiera retroceder el tiempo te lo hubiera contado en el minuto en que la enfermera me entregó los resultados del examen.
—Hey, no llores, sabes que me destruye verte así —dijo Dean, apretándola contra su cuerpo para reconfortarla—. Ya pasó, y arrepentirse no va a hacer que cambien los hechos. Por lo tanto, hay que mirar hacia adelante, y créeme que no tengo pensado perderme ni un minuto más de la vida de nuestra pequeña, así que puedes dormir tranquila sin que eso te quite más el sueño.
April asintió soñolienta. Dean se dio cuenta de que estaba al quedarse dormida, así que agarró las sábanas y los arropó a ambos, durmiéndose en pocos minutos.
Al día siguiente, ambos fueron despertados por la alarma que les informaba que era el día del cumpleaños de su hija. Tanto Dean como April se asearon y agarraron el regalo que le habían comprado a Hannah. Dean le envió un mensaje a Landon preguntándole que si estaba cerca. El plan consistía en distraerla por unas horas hasta que estuvieran todos los invitados y sorprenderla cuando llegara a la casa. Landon le respondió que en diez minutos llegaba, así que ambos padres se dirigieron hacia el cuarto de su hija.
Al entrar, April puso un gorrito de cumpleaños en su cabeza y en la de Dean, agarró dos pequeños cañones de confeti y puso la canción de Feliz Cumpleanos en su teléfono. En cuanto Hannah abrió los ojos, tanto Dean como April llenaron la habitación de confeti y le desearon un feliz cumpleaños a su hija.
Hannah estaba encantada con todo, tanto con el confeti, como con el gorro de cumpleaños que su mamá le colocó también en su cabecita y, muchísimo más, con su regalo de cumpleaños. Era la Barbie Doctora, que venía con muchísimos accesorios de medicina y varios diseños de uniformes de doctora y enfermera. La niña estaba extremadamente feliz, pero lo que más la alegraba de todo era que su papá también estuviera con ella.
April ayudó a Hannah a vestirse en lo que Dean fue a abrirle la puerta a Landon, el cual estaba vestido de rosado. Dean lo miró con curiosidad. Hasta los zapatos eran de color rosa pálido.
—Hey, no me mires así. El otro día Hannah me preguntó que por qué no vestía nunca de rosado y le respondí que no me gustaba ese color. Ella me miró horrorizada y demandó que el día de su cumpleaños como regalo quería que vistiera por completo de rosa. Y nadie puede decirle que no a Hannah, asi que ese es el motivo por el cual hoy parezco un algodón de azúcar.
—Mi hija tiene un gusto excelente, el rosa es tu color. Definitivamente —se burló Dean y Landon le dio una colleja como respuesta, lo que hizo que Dean se riera con más fuerzas.
En ese momento April bajó con Hannah, teniendo mucho cuidado de no enseñarle la cocina donde estaban todas las decoraciones que iban a poner en cuanto ella saliera por la puerta. En cuanto vio a Landon, la niña abrió los ojos y puso una sonrisa enorme.
—Tío Landon, estás precioso —dijo la niña, lo que hizo que Dean no pudiera aguantar las carcajadas e incluso April se riera, desconcertada por el extravagante aspecto de Landon.
—Tú sí que estás preciosa, princesa —dijo él cargandola en sus brazos. Se volteó hacia April y le preguntó—: ¿Cómo tiene los niveles de azúcar?