Una Pequeña Promesa

Capítulo 17

El día de partir hacia Washington llegó demasiado rápido. Dean iba a estar allá una semana y después regresaría. O eso decía la información de vuelo y de hospedaje. April seguía teniendo una sensación de que algo más que una reunión iba a pasar, pero aparcó esos sentimientos y despidió a Dean con una sonrisa. Iba a ser la peor semana de su vida.

Dean tampoco quería ir, pero no podía ignorar el llamado de sus superiores. Aun así, no pudo evitar tener un mal presentimiento con todo el tema de la reunión. Si fuera solo eso, no haría falta que estuviera en Washington tanto tiempo, después de todo, una reunión es de solo unas horas. Pero de nada le servía seguir pensando en lo mismo, así que decidió relajarse el tiempo que le quedaba de vuelo.

Al llegar al hotel y dejar sus cosas, llamó a April sin siquiera haberse cambiado de ropa. Hannah contestó el teléfono y le contó a su papá todo lo que hizo en el día. Él le habló del hotel y del avión, ya que Hannah nunca había montado en uno. Cuando terminaron de hablar, April tomó el teléfono.

—Hey.

—Hey. ¿Estás nervioso por la reunión de mañana? —preguntó ella.

—Un poco, pero quiero que pase ya para salir de eso —respondió él—. La cama de este hotel es muy incómoda.

—Dean, es un hotel de cuatro estrellas, dudo mucho que sea tan malo como lo pintas.

—Es que prefiero nuestra cama, no me gusta dormir sin ti. —Y lo decía en serio. Después de pasar todos los días durmiendo juntos, se le hacía demasiado raro estar sin ella.

—¿Extrañas la cama o me extrañas a mí?

—Debe ser la cama, sí —bromeó él.

—¡Dean! —exclamó ella indignada.

—Es broma, por supuesto que te extraño a ti. Y mucho. De hecho, saliendo de la reunión mañana, me voy de regreso en el primer avión. No importa lo que quieran.

—Dean, no tomes decisiones tan apresuradas. Escúchalos primero y después decides. —La última palabra la enmascaró un bostezo inevitable. April había estado todo el día jugabdo con Hannah y llevándola a pasear para evitar pensar en toda esa situación. El cansancio era más que evidente.

—Está bien. Descansa, que sé que estás cansada. Te amo.

—Yo más —respondió ella.

Ambos tuvieron la peor noche de sus vidas. Ninguno pudo dormir de la preocupación. Dean dio vueltas y vueltas hasta que del cansancio del movimiento finalmente pudo dormir, y April lo hizo luego de tomar una seria decisión.

Al día siguiente, Dean se dirigió hacia las oficinas del distrito militar del ejército. Lo estaban esperando el General y el Teniente General de la división de la que Dean formó parte por seis largos años. Ambos hombres tenían un aire de imponencia, sabían cómo dirigir, cómo comandar y cómo hacer que alguien cumpliera su deber.

Al entrar a la habitación, Dean se paró firme e hizo el saludo militar que por inercia hacía cuando tenía un superior delante, tomó asiento en frente de ambos y esperó a que ellos dijeran la primera palabra. El General comenzó a leer desde un archivo que tenía en una carpeta en sus manos.

—Dean James Colton, entró al ejército a los 18 años y desde entonces ha construido una reputación impecable, se volvió médico y terminó la academia un año antes gracias a su alta inteligencia, se alistó voluntariamente para la guerra, incluso se le ofreció volver antes y lo rechazó. Único sobreviviente de la unidad especial de la que formó parte. Creo que está de más decir que usted es un activo muy importante para nuestro ejército.

Esa última frase hizo que a Dean se le pararan todos los pelos del cuerpo con una sensación desagradable. Tomó varios segundos para pensar cuidadosamente su respuesta.

—Con todo respeto, General, no tengo intenciones de regresar a la guerra. Pasé seis años en los que cumplí mi deber al pue de la letra, sin embargo, al regresar, me di cuenta de que dejé atrás una familia que, cuando más me necesitaba, no me tenía porque estaba luchando por nuestro país. No puedo volver a abandonarlos, especialmente a mi hija que acaba de cumplir seis años y que toda su vida ha querido que su padre formara parte de su vida. Si es necesario, aplíquenme la sanción que sea por mi rechazo, la cumpliré con tal de no separarme de mi familia una vez más.

Después de las palabras de Dean, la habitación se quedó en un silencio tenso, sin embargo, las palabras del General lo disiparon.

—Entiendo su situación. Usted cumplió con su deber y, aunque su salida del ejército constituye una baja importante, sabemos que su deber con su familia es igual de importante. Esta reunión no era para volverlo a enlistar, a pesar de que queríamos saber su posición con respecto a esa posibilidad, pero su respuesta nos lo ha dejado más que claro.

—¿Entonces cuál es el motivo de la reunión? —preguntó Dean sin entender nada.

—Principalmente queríamos saber cómo se encuentra después de estar en casa tras una experiencia tan fuerte como lo fue estar al borde de la muerte —respondió el Teniente General.

—Estoy bien. Más que bien, en realidad. Conocí a mi hija, comencé una relación con su madre y tengo un trabajo estable como médico general del Hospital Naval de mi estado. No estaré en el ejército, pero al menos ayudo a los soldados que están en el país.

—Y nos complace su compromiso. Por eso, vamos a darle una medalla en tres días. De ahí que le hubiéramos pedido quedarse por tanto tiempo. Es una ceremonia en la que vamos a honrar a varios soldados que han sido capaces de demostrar su lealtad y su deber en el campo de batalla. Y usted es el invitado de honor. Es más que bienvenido de invitar a toda su familia, si nos facilita su información, organizaremos sus vuelos y su estancia en Washington.

Dean se quedó sin palabras. Nunca se imaginó que fuera a recibir tal reconocimiento ni mucho menos que fuera el invitado de honor de algo así.

—Muchísimas gracias, General. Me aseguraré de darle la información que necesita.

—Muy bien. Antes de irte, hay alguien que quiere verte —dijo el Teniente General y presionó un botón en el intercomunicador—. Dile que pase.




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