En cuanto Dean vio a Jila, corrió a abrazarla con todas sus fuerzas. Hacía meses que no veía a la mujer que le salvó la vida, en más de un sentido. Ella le correspondió el abrazo con la misma intensidad.
—Está bien, grandulón, no me voy a ninguna parte —dijo ella en broma.
Dean aflojó su agarre y se separó de ella.
—¿Por qué no me dijiste que estabas de regreso?
—No tenía planeado venir, la verdad, fue algo de último momento. Pero en cuanto llegué intenté buscarte y qué mejor forma que usar mis contactos militares.
—¿A qué te refieres? —preguntó él sin entender.
—Ese que está detras de ti con la expresión natural de haberse comido un limón es mi padre. —Ella se refería al General, quien levantó una ceja en su dirección al escuchar semejante descripción.
Dean no pudo evitar la carcajada que subió burbujeante por su garganta. Jila lo agarró por el brazo y se lo llevó fuera de la oficina.
—No tenía idea de que el General era tu padre.
—Es una larga historia, pero el resumen es que mi padre conoció a mi madre cuando estaba de misión y se enamoraron, ella no quiso dejar su pueblo natal, así que yo viví toda mi vida entre ambos países —explicó ella mientras salían del edificio—. Pero basta ya de hablar de mi abuerida vida. Cuéntamelo todo, desde que llegaste.
Justo cuando Dean iba a comenzar a contarle, se detuvo en seco. April estaba en la parte de afuera esperando por él, y se quedó sin palabras al ver a otra mujer envuelta en el brazo de él. Dean puso una sonrisa y le dijo a Jila:
—Mejor te lo muestro.
Caminaron directo hasta donde estaba April, ella seguía en el mismo lugar sin entender qué estaba pasando. Al llegar a ella, Dean le pasó un brazo por los hombros.
—Jila, esta es April, el nombre que te sabes de memoria de tantas veces que te lo mencioné. April, esta es Jila, la mujer que me salvó la vida y que, gracias a ella, estoy aquí.
April salió de su estupor en cuanto las palabras se asentaron en su cerebro y abrió los brazos para abrazar a Jila.
—Gracias, gracias, gracias —repetía April una y otra vez con lágrimas brotando de sus ojos.
—Oh, cariño, no fue nada —dijo Jila acariciándole el cabello a April—. Dean es demasiado cabezón como para morir, y tiene toda la razón cuando dijo que me sé tu nombre de memoria. Te mencionaba incluso en sueños. No sabes cuánto me alegro de que se hayan reencontrado.
—Y todo lo que tengo por contarte —dijo Dean.
Un poco más calmada, April se separó de Jila y volvió al lado de Dean, quien instintivamente pasó un brazo por su espalda y la atrajo hacia sí. Con su mano libre, sacó su teléfono y le enseñó a la doctora la foto de Hannah.
—¡Dean, es preciosa! —exclamó Jila mirando la foto una y otra vez—. Y es idéntica a ti. Tienen mucho que contarme, así que vamos.
Jila los agarró a ambos por las manos y los llevó al café más cercano. Entre cafés y panecillos, Dean le contó todo a Jila, desde que llegó, su reencuentro con April y el descubrimiento de la existencia de su hija. A medida que pasó la tarde, April y Jila se volvieron cercanas, compartiendo anécdotas de Dean.
Después de unas horas, Jila se despidió de ellos y los dejó en el café, prometiendo que se iban a ver muy pronto.
—Entonces —dijo April con una pizca de ansiedad luego de tomar un sorbo de su capuchino—, ¿qué te dijeron en la reunión?
—Tenías razón, intentaron reclutarme de nuevo —La respiración de April se cortó por un momento al escuchar sus peores miedos hacerse realidad—, pero les dije que no iba a dejar a mi familia de nuevo, y estuvieron satisfechos con mi respuesta. Me dijeron además que el motivo por el cual pidieron que me quedara más tiempo es porque van a hacer una ceremonia de conmemoración y por lo visto yo soy el invitado de honor.
—Oh, Dean, estoy muy orgullosa de ti —dijo April levantándose y sentándose en su regazo en frente de todos.
—Si hubiera sabido que solo necesitaba recibir una medalla de honor para que te sentaras en mi regazo la hubiera pedido antes —bromeó él y ella rodó los ojos antes de darle el beso que ambos anhelaban.
Los labios de April se sintieron calientes y bienvenidos contra los de Dean, y este profundizó el beso agarrando su rostro con ambas manos y apartándole el cabello del rostro mientras la acercaba lo más que pudo hacia él.
Después de unos minutos, se separaron, ambos sin aliento por el beso. La mirada que compartieron fue más que suficiente como para saber que tenían que salir de ahí.
Tomaron un taxi hasta el hotel de Dean y, una vez que llegaron a la habitación de hotel se deshicieron de las ropas que tanto les estorbaban. Los besos llevaron a caricias y, piel con piel, se demostraron cuánto se habían extrañado.