Capítulo inspirado en la canción Perfect de Ed Sheeran.
Le observé débilmente, sopesando en si escapar o no. Aunque luego de pensar un poco tenía mi respuesta. Nunca huiría como un animal asustadizo. Le haría frente.
-¿Qué quieres?-le pregunté con aspereza una vez se acercó.
El sonrió débilmente.
-Quiero tantas cosas que no puedo tener. Así que, ¿de qué vale lo que quiera o no quiera?
Su respuesta me había sorpendido. No obstante, no jugaría con el destino. Así que le asentí y seguí en mi mundo, bailando.
Hasta que le sentí detrás de mí. Su cuerpo se balanceaba junto al mío en la danza de nuestros cuerpos. Por un momento pensé en alejarme. Pero estaba tan inmersa que le dejé.
-Un baile no le haría mal a nadie - me dije a mi misma.
Nos movíamos en una sintonía pareja y salvaje. Como si no hubiera mañana. En ese momento no hubo diferencias. Solo era nuestra música y nosotros. Bailando en la oscuridad de la noche. Como si fuera lo que siempre habíamos estado esperando. Como si el mundo se detuviera a nuestro alrededor y no existiera nada más que Harry y yo.
Sus pasos, los míos. Éramos una maraña de sensaciones y en ese momento lo supe. Tal vez había tratado de alejarme. Era lo mejor. Pero yo no quería lo mejor, le quería a él y quería su imposible amor hacia mi.
Que me siguiera hasta la oscuridad. Que me dijera que así como él lo era para mí yo fuera lo que él había estado esperando. Que cuando todo estuviera logrado nos sostuviéramos el uno al otro.
Era una utopía.
Así que mientras. Seguiría escuchando mi música favorita, la melodía de nuestros cuerpos y me olvidaría de todo lo que no fuera esta noche perfecta porque los momentos especiales se crean cuando estás al lado de las personas a las que amas y definitivamente él era una de ellas.
Su cadera se balanceaba junto a la mía y antes de que pudiera pensar ya me estaba impulsando para dar una vuelta. Me giró de tal forma que quedé cerca de su pecho. Me había dispuesto a alejarme cuando me tiró junto a él.
Solo me miró. Con aquellos ojos color bosque en los que hacía años solía perderme. Su semblante era extraño y si no fuera este tiempo pensaría que en sus ojos había una mota de adoración. Entonces me sonrió. La sonrisa más hermosa del mundo. Acompañada de esos hoyuelos que un pasado e incluso ahora, me seguían tentando. Pero lo que más me gustaba de todo, es que él no acostumbraba sonreír, pero lo hacía. Lo estaba haciendo ahora mismo, por mí y lo mejor de todo es que era una sonrisa genuina, de las que sólo lanzaba cuando era realmente feliz.
Le sonreí de vuelta y sus ojos brillaron de la misma manera en que lo debían estar haciendo los míos.
Entonces me abrazó y mi cara quedó hundida en su pecho. Aspiré su olor y me sentí reconfortada. Miré hacia arriba, a su rostro y podía observar la inseguridad brillando en sus ojos pero eso no le detuvo, me dio una cálida sonrisa y no lo pensé. Le dejé seguir y decidí hundirme en el barro.
Dejé que se acercara y para cuando estábamos a tan solo unos milímetros de distancia. Se adelantó y me besó de la forma en que siempre había esperado, de forma dulce pero pasional. Le seguí, era inevitable el perderme en él. Por esa parte siempre estaría condenada, porque definitivamente él tenía poder sobre mí y por una vez esto no me importó. Le seguiría hasta el fin del mundo tan solo por revivir este momento mágico.
Sus labios eran cálidos contra los míos pero con cada toque se encendía el fuego que había estado escondiendo en mí desde hacía tanto tiempo. Así que me perdí en la locura de nuestro ardor porque sabía que era él y siempre sería él, nadie más.
El aire escaseó haciendo que nuestros labios tuvieran que separarse. Rompiendo parte de la magia pero no la conexión que habíamos creado en ese instante porque juro que volví a perderme cuando sonrió contra mis labios y me dio un corto beso.
Nos alejamos de la pista y nos dirigimos hacia los apartados VIP en busca de privacidad. Una que no podíamos encontrar en un lugar tan abarrotado de gente.
Al llegar, me dispuse a sentarme en uno de los cómodos sofás cuando el negó y me impulsó para que cayera a horcajadas en su regazo. Me guiñó el ojo y yo negué sonriente.
-¿Qué estamos haciendo?-le pregunté disponiéndome a levantarme en ese mismo instante, cuando alcancé a tener un atisbo de la poca cordura que me quedaba.
Me volvió a lanzar contra él y me dio un beso rápido pero con un fervor que me hizo olvidar todo.
-Simplemente estamos disfrutando de la vida y tocando los cielos que siempre quisimos tocar. No te frenes por la cordura y déjate llevar.-pegó su frente a la mía-Mañana ya tendremos tiempo para arrepentirnos-dijo a la vez que besaba mi mejilla y me dejaba con algunas lagunas ya que no había logrado entender del todo sus palabras.
-¿Tregua momentánea?-le extendí mi mano y el asintió repitiendo mis palabras a la vez que estrechaba mi mano con la de él.
Ambos nos carcajeamos por el momento absurdo.
-Entonces, ¿qué haces aquí? ¿No tenías una cena en el palacio?- pregunté para romper el hielo pero al momento descubrí a través de su semblante que había escogido el tema equivocado.
Harry hizo una mueca.
-Digamos que me escapé.-sonrió débilmente y esta vez le besé yo. No podía permitir que pensara en eso ahora. Su familia siempre había sido un tema aparte y delicado para él.
-¿Sabes?, deberías darme más de esos besos. Me hacen olvidar todo-dijo a la vez que me guiñaba un ojo y por ende hacía que me sonrojara.
-Tonto-me quejé débilmente y una pequeña sonrisa se posó en mis labios.
-Pero soy tú tonto.
Esas palabras calaron en el fondo de mi ser dejándome un sinsabor. Ya quisiera que en realidad fuera así. Pero, lamentablemente él no era mío y eso era algo que debía recordar porque tal vez estábamos actuando como si nunca hubiera pasado nada entre nosotros pero la realidad era que sí pasó y él me dañó.