Una Reina Para El Principe

Capítulo 5

Me sentía en el cielo, todo a mi alrededor era muy suave, parecía de algodón completamente, no recordaba que mi cama fuera tan suave… ¡Un momento! Mi cama no es tan suave. Lentamente, abrí los ojos y lo primero que vi fue un techo alto de color crema, los volví a cerrar y di media vuelta.

«¿Desde cuándo el techo es tan grande?» 

Abrí los ojos de forma rápida, cuando recordé que mi habitación no era así ¿Qué es esto? Mi cabeza me dolía y estaba muy confundida frente a mis ojos hay una inmensa ventana cubierta con una cortina muy delgada, se podía ver para el otro lado y según mis cálculos ya casi anochecía.

Me senté en la cama y frote mis ojos. No sabía si esto era un sueño o no, pero era lo más probable. Miré la cama y era enorme y muy suavecita, daban ganas de saltar en ella, seguí mirando la habitación y detuve mi mirada en un tocador blanco lleno de maquillaje, un gran armario de un color crema, todo en la habitación parecía era entre blanco o crema, desde las paredes hasta el techo, bueno, lo único que se salva es el piso, porque es negro.

Seguí mirando y volví a detener mi mirada en una enorme puerta marrón ¿Estoy en la casa de un gigante? Puede que exagere un poco, pero la puerta parecía de tres metros de largo y uno de ancho. Decidí levantarme de la cama para mirar la puerta, pero algo más llamó mi atención —Mi ropa— vi mi reflejo en el espejo y descubrí que tenía un camisón hasta los tobillos de color rosa pálido. Abrí los ojos al ver que yo no uso ese tipo de pijamas, miré un poco alterada y en una mesita había un vestido verde doblado, decidí ir y acercarme a la puerta, tomé el pomo, lo gire y abrí un lado de la gran puerta.

Lo primero que vi fue un gran pasillo, no se parecía en nada al apartamento en el que vivo con mis amigas y no recuerdo haber comprado uno ¿Dónde estoy?

********

—Pues a tu nueva casa, el palacio de Buckingham.

Sentí como lentamente mi cuerpo iba perdiendo fuerzas.

—¡Oye!

********

Me tapé la boca con mi mano y abrí los ojos como platos. No podía creer que si fuera cierto, ahora puede ser que yo esté en el palacio real de Londres, el famoso palacio de la familia británica.

“El anillo” Busqué rápidamente entre mis dedos y ahí estaba: el anillo que había visto en el avión, con el nombre del segundo príncipe de Londres. «¡Mátenme! ¡Mátenme! Acabo de cometer una pendejada, y la más grande de todas.» Necesito salir de este lugar lo más rápido posible antes de cruzarme con alguien por el camino. Aunque, obviamente, lo haría, ya que este lugar está lleno de gente.

Cerré la puerta y me dejé caer al suelo, poniendo mis manos en la cara. ¿Cómo pudo pasar esto? ¿En qué momento me convertí en la esposa de un príncipe y no recuerdo casi nada? Ni siquiera cómo me pidieron matrimonio. Aunque, con la borrachera que nos pegamos, dudo que me haya propuesto matrimonio. Pero algo tuvo que suceder para que terminara casada con él.

Cuando me disponía a levantarme del suelo, me sobresalté al escuchar que la puerta sonaba. ¿Quién será? Puede que sea el príncipe moja bragas con la voz o su hermano. Pero también es posible que sea alguien del servicio, para verificar si me he recuperado de mi desmayo.

—¿Quién es? —pregunté nerviosa.

Me levanté y retrocedí tres pasos. No sabía quién era, pero tenía mucho miedo de descubrirlo.

—Soy el rey Felipe IV —dijo él.

No podía creer que el rey de Inglaterra estuviera tocando mi puerta. Pero bueno, si estamos en su castillo y supuestamente casados con su segundo hijo, es imposible que no viniera. Sin embargo, ¿vendrá a culparme por lo sucedido? No tengo ni la más remota idea de lo que pasó.

—¿Puedo pasar? —preguntó.

¡No! No pase, por favor. No quiero verle la cara; me daría mucha vergüenza. «Pero si este es su palacio», no puedo negarle la entrada. Además, si lo pienso mejor, podría ver al padre de ese bizcocho con voz moja bragas con el que me casé.

—Claro —respondí, sintiéndome ridícula por ponerme nerviosa.

La puerta se abrió lentamente, revelando a un hombre alto con el pelo plateado de las canas. Casi se me cae la baba al verlo y detallarlo. Ahora sí podía comprender por qué eran tan bellos ellos. No fue por su madre, sino por el padre. Aunque se vea de una edad pasada de los cincuenta, lucía tremendamente bien. Aunque no era de mi estilo; el mío era más como el principito bonito moja bragas.

El rey me miró de arriba a abajo mientras yo permanecía congelada en mi lugar. No podía moverme ni articular palabra. Simplemente, estaba ahí, estática, sintiéndome cada vez más pequeña ante su mirada.

—Así que tú eres Tania Jones —dijo con semblante serio—. Un gusto conocerte.

El me estiro la mano y yo quede asombrada, primero porque sé sabia mi nombre completo, aunque también me aterraba y segundo, pues porque no sé si está molesto o no. Sin pensarlo más le estiré la mano para no ser maleducada, en ese instante el en vez de apretarla en señal de saludo se inclinó un poco y beso mis nudillos.

—Debes estar muy confundida, pero ni nosotros mismos sabemos lo que paso—Manifestó luego de soltarme mi mano—. Te parece bien, si hablamos un rato.

Mi mandíbula tenía que haber caído hace un rato, pero seguía ahí pegada a mi boca, estaba un poco asombrada, pero si me había lavado bien los oídos acaba de escuchar que ellos no sabían cómo termine casada con su hijo, aunque ni siguiera yo sabía como termine en pijama de seda, en una gran habitación grande y peor a un teniendo sexo en un avión que volaba a Londres.



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En el texto hay: comedia, romance, plebeyos

Editado: 17.05.2024

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