Futuro...
Carter no era un hombre ansioso, pero por primera vez el caos se había apoderado de su vida. Llevó un cigarrillo a su boca mientras caminaba por el jardín de su hogar.
Penso que era el mejor refugio para proteger a esos pequeños demonios que lo atormentaban a cada segundo. Contaba con un alto nivel de seguridad y eso era lo que necesitaba.
Eran dos contra uno. Por el momento él había ganado la pequeña batalla, los envió a dormir con total éxito, o eso era lo que pensaba, la realidad era otra.
Estaba adaptado a lidiar cara a cara con criminales peligrosos, esta misión era algo parecido. Convertirse en una niñera, era casi una ofensa para tan entrenado agente.
Los sensores de movimiento de su oficina se activaron, arrojó el cigarrillo y tomó su arma con firmeza, mientras de forma sigilosa entró a la sala de estar, se deslizó como un fantasma por las paredes, subió las escaleras con precisión y en total silencio abrió la puerta de su oficina.
Pensó lo peor, pero sin duda lo que le esperaba al abrir la puerta de su oficina era un verdadero campo de batalla.
Jadeó de inmediato, guardando el arma para no asustar a los pequeños invasores. Llevó su mano al rostro cuando observó a la pequeña vestida con su brillante traje de mariposa, sus alas coloridas ondeaban con gracia mientras estampaba las paredes sobrias con garabatos multicolores.
Rompiendo en su totalidad con la elegante decoración. La escena era un caos absoluto: respiró profundamente mientras intentaba mantener la compostura.
—¡Enloqueceré! —se quejó tomando a Vicent de su silla presidencial.
En ese instante, comprendió que su trabajo no solo consistía en proteger a los niños del peligro que los acechaba, sino también en sobrevivir a las travesuras diarias que desafiaban cualquier protocolo de seguridad.
Vicent conservaba un biberón medio vacío sujeto entre sus manos. Este sonrió al ver al hombre y, como premeditación, lo vertió en su perfecto traje.
Este apretó su mandíbula con fuerza, pero el pequeño soltó una carcajada divertida alertando a la pequeña princesa mariposa.
—Dorian —Corrió a tomarlo de la pierna, lo hizo con gracia y con un movimiento elegante. —Decoré tu oficina, me agrada más. —dijo la pequeña soltando una risilla. Era todo lo contrario, sus reconocimientos estaban rayados con marcadores de colores —Queremos ver a mamá. ¿Nos llevas, por favor? —Hizo un puchero y sus ojos se cristalizaron.
La madre de los pequeños aún se encontraba en coma y los pequeños se encontraban vulnerables por su ausencia.
Aclaro su garganta, lo que diría no era agradable, incluso sintió un amargor en su boca. No quería lastimarla.
—Lo siento, Madison, hoy no será posible. —De inmediato se alejó y se posó frente a él con los brazos cruzados.
—Llévanos, extrañamos a mamá. —Vicent se unió a la petición.
—¡Ma! ¡Mmá! —balbuceó Vicent mientras movía la cabeza de un lado a otro buscando a su madre.
Dorian Carter era un hombre entrenado para mantener la distancia emocional, para no dejarse llevar por los sentimientos que podrían nublar su buen juicio. Pero en ese momento, algo dentro de él se quebró.
Una extraña calidez comenzó a brotar en su pecho: ¿era compasión? ¿era empatía? Nunca había sido bueno lidiando con esas emociones; siempre había preferido el control y la lógica.