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El caos que había causado no había sido intencional. Había acordado su visita, pero no informó cómo ni cuándo llegaría. Debió fingir ante todos que saldría de la ciudad, y resulta que estuvo a poco de morir.
Dorian haría lo pensado minutos atrás; estaba a segundos de ejecutar el derribo del helicóptero cuando Chloe informó que se trataba de Clark. No se encontraba molesto, sino fascinado.
El protocolo de seguridad que había empleado Dorian para mantener a salvo a sus sobrinos fue magistral; no le quedaba duda de que tomó la mejor decisión.
¡Estaba orgulloso!
—Casi me haces matarte —expresó Dorian con molestia mientras lo miraba caminar hacia su encuentro. Sonrió al escucharlo y verlo tan ofuscado; hoy parecía estar de peor humor que de costumbre. Su amigo era un cretino eficiente.
—Debiste responder el teléfono —expresó, rodando los ojos. Lo llamó un par de veces, pero estaba enfocado en la seguridad de los hijos de Maddy. —Es lo mínimo que debes hacer cuando tu jefe te llama. —No era un reclamo, sino una burla hacia Dorian.
—Quiero mi ascenso —dijo encogiéndose de hombros, intentando sonar preocupado por el destino de su ascenso, sin enfocar lo que realmente importaba: el bienestar de los pequeños—. Debo ser eficaz en mi misión.
Ignoró el comentario profesional y desapegado de Dorian. Estaba seguro de que terminaría amando a sus sobrinos; ¿cómo no hacerlo? Los niños son almas nobles capaces de convertir su hostilidad en amor verdadero; al menos deseaba pensarlo así.
—¿Dónde están? ¿Se asustaron? —preguntó preocupado.
Siguió caminando escaleras arriba. Chloe se apartó; sabe perfectamente cómo funcionan las cosas. No es desconfianza, sino que por seguridad solo uno debe conocer el lugar secreto, a menos que sea estrictamente necesario.
—Sígueme… Piensan que estamos jugando a las escondidas.
—Al menos tienes don de niñera —dijo, intentando despejar su mente por algunos minutos. También hacerlo enojar era parte de esta distracción. La teoría que lo dejó pensando el resto de la noche: “Una conspiración”. Esto era su atentado; por obvias razones no querían a Maddy en la Corte Suprema. ¿Quiénes? Esa es la incógnita que debían resolver.
Caminó hacia la oficina y, siguiendo el “Juego establecido”, buscó dentro. No se encontraban donde Dorian los había dejado minutos atrás, sino detrás del montón de peluches. Vicent balbuceaba y la voz de Madison lo hizo reír.
—Vicent, nos van a encontrar —susurraba como si le estuviera contando un secreto.
Como un tío experto decidió hablar:
—¿Dónde están mis pequeños traviesos? No los veo por aquí.
Ejercer la labor de tío sin duda era una de las cosas que más amaba. Vicent se agitó emocionado al escuchar la voz de su tío y el corazón de Madison palpitó con fuerza.
—Estoy escuchando algo… —dijo, ejerciendo pasos sonoros.
Rodeó el sofá lleno de peluches y vio los piececitos de Vicent moviéndose, también las hebras doradas de Madison.
Al acercarse un poco más y buscar entre los suaves muñecos de felpa, al verse descubierta, la pequeña saltó encima de él y Vicent extendió sus brazos mientras balbuceaba feliz; ver un rostro conocido mejoró el humor de ambos niños.
—Tío… nos encontraste —la voz melodiosa de la niña resonó en la habitación, mientras el reclamo insistente de Vicent lo obligó a tomarlo en brazos.
—¿Trajiste helado? —no se olvidaba de esto.
—Sí, traje helado; mucho para la semana, pero debe ser con moderación —besó sus mejillas; los veía como lo que eran: el gran tesoro de su hermana que debía cuidar.
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Los niños estaban tomando una siesta. Pasó todo el día con ellos hasta que los durmió. Explicarle a Madison que su madre había tenido un accidente y se encontraba dormida en una clínica no fue nada sencillo; además, ella pidió verla.
Sus preguntas se limitaron a dos: ¿Mamá, volverá? ¿Podemos verla? Esas preguntas lo conmovieron. Ver a su pequeña sobrina con lágrimas en los ojos añorando a su madre era lo más duro que le había tocado enfrentar. Cada lágrima sería cobrada; el accidente de su hermana no quedaría a la suerte.
Dorian sirvió un trago y lo extendió a su jefe. Ambos examinaban las nuevas tomas de la cámara satelital que les habían enviado.
—Fue una bomba de alto impacto… —dijo Dorian. —Los autos que la seguían supervisaban que el trabajo se llevará a cabo, dieron por hecho que Maddy moriría calcinada.
Clark frunció el ceño y, cuando el licor recorrió su garganta, sintió un doloroso nudo.
—Modificaron los autos; pudo haber sido en su casa o en el aparcamiento de la Corte Suprema. Buscaré personalmente los archivos en las cámaras de la mansión Moore; sin embargo, conseguir las grabaciones de la corte es casi imposible.
—A menos que su sistema de vigilancia sea vulnerado. No sería legal; sin embargo, en este caso se amerita usar a “Mano Negra”. —Dorian tenía una buena alternativa, no era la primera vez que usarán datos “extraoficiales” para el beneficio de sus investigaciones.