Capítulo Nueve
(***)
Faltando poco para llegar a la habitación veo salir de allí a la doctora, al entrar Priscila se encontraba sentada en uno de los sofás que hay en la habitación.
- Vi salir a la doctora ¿dijo algo?, ¿¡Yaneth está bien!?– me acerco a ella.
- Sí querida, todo está bien. Sobre todo si vienes a verla y le hablas – mira hacia Yaneth –, Vania me dice que cada vez que le hablas… Yaneth tiene un progreso a nivel cerebral y eso es beneficioso para su recuperación.
- Sí, algo de eso me dijo la última vez que vine – me siento a su lado.
- Anghela – toma mis manos –, prométeme que vendrás a ver seguido a mi hija, prométeme que no la dejaras sola, prométemelo por favor.
- Cálmate Priscila - ella se estaba poniendo tensa, irremediablemente esta situación afecta sus nervios y no es para menos –, no tienes que hacerme prometer nada; te juro que al igual que tú quiero que Yaneth se recupere lo más pronto posible, pero si te hace sentir mejor, te prometo que vendré a ver a Yaneth hasta que se recupere completamente.
(+++)
Era más de medio día y Anghela no contestaba su celular, me sentía muy ansioso así que mejor iré a verla al hospital y aprovecharé para invitarla almorzar.
Llegué al estacionamiento del hospital, bajé de mi auto y me disponía a ir al ascensor.
- ¡Corazón, sabía que me extrañabas! – se cuelga de mi cuello.
- ¡Vania, suéltame! – logro quitármela – no he venido por ti
- ¿¡Has venido por tu mujercita!? – ella sonríe.
- No tengo nada que hablar contigo – sigo mi camino.
- ¡Espera! – me toma el brazo y se pone en frente mío – por qué me tratas así – se me acerca – si sabes que te amo - se acerca a mis labios –, por qué eres tan frio conmigo – intenta besarme y yo volteo mi rostro.
- No hagas esto – la vuelvo a mirar y ella sonríe.
- ¿Que no haga, Qué? – toma mi rostro – que no haga… ¿Qué?, vamos a mi apartamento – me mira fijamente los labios – ¿sabes los que haremos allí? – se me acerca y me da un beso apasionado, por unos segundos no puse resistencia.
- ¡Detente! – la separo de mí – no deseo estar contigo, te aprecio mucho…pero no te deseo.
- ¿¡No me deseas!? – sonríe – ¿¡y a quién deseas!? ¿¡con quién quieres estar!? ¿¡Con tu esposa!? – hace un gesto burlón – la que desea que su hija tenga la sonrisa de la mujer que ama, que gracioso ¿verdad? – mira con sarcasmo – lleva en su vientre a tu hija – me señala –, pero Anghela desea que se parezca a tu hermana, no a ti sino a tu hermana – se ríe a carcajadas.
- ¡Estás loca!
- No corazón, no estoy loca; si hay alguna loca aquí esa es tu mujer, de quien estoy segura ahora le estará tomando la mano a su amante rogando inútilmente para que se levante de esa cama. – vuelve a reír a carcajadas.
- ¡Déjanos en paz! ¿¡oíste!?
- ¿¡Y si no lo hago, qué harás!? – me mira retadora – te diré lo que harás…nada - sonríe victoriosa – eso es lo que harás ¡NADA! y sabes ¿por qué? – se acerca a mí – porque si te atreves hacer algo…le contaré a tu mujer sobre lo nuestro.
- ¿Sobre lo nuestro? ¡no hay lo nuestro!
- Tengo pruebas cariño, de todas las noches que estuviste conmigo; tengo fotos y videos – sonríe maliciosa –, y no dudaré en mostrárselas.
- Lo que tú y yo hayamos tenido, fue cuando Anghela y yo estábamos separados.
- ¿y crees que le diré eso? – sonríe nuevamente – nos vemos luego corazón – empieza a caminar - ¡ah! – se detiene volteándose para mirarme – ya sabes donde vivo – me guiña el ojo y se va.
Antes de subir tuve que calmarme, así que fui por un jugo a la cafetería del hospital; me senté en una silla e inmediatamente trajeron mi pedido.
- ¡Ricardo! ¡Vaya hombre! Pero que grata sorpresa verte por aquí – me saluda con un abrazo amigo y colega a quien hace mucho no veía.
- ¡Carlos hermano! – correspondo a su saludo dándole unas palmadas en la espalda a abrazarlo – pensé que andabas por Londres.
- Y por allá vivo, solo que acabo de llegar.