Una Rosa Para Ti...

Capítulo Diez

(***)

Los días seguían pasando y Yaneth no despertaba. En casa, Ricardo se despertaba todos los días muy temprano para hacernos el desayuno y se ponía a platicar con Valentina mientras tocaba feliz mi vientre. Desde aquella vez que rechacé a mi esposo no volvió a buscarme y yo me siento tan cansada al volver del hospital que lo único que quiero al tocar cama es dormir. 

Era domingo por la mañana y había planeado quedarme con Ricardo en casa y así seducirlo e intimar, antes no lo había hecho no porque no tuviera deseo de mi esposo sino porque el cansancio me ganaba y estoy segura que me hubiera dormido en vez de llegar al orgasmo. Con el embarazo me puse un poco insegura  respecto a mi físico y aunque Ricardo me demostraba que me amaba sé que es vital para una pareja el tener intimidad en la relación y con él hace ocho meses que no teníamos nada y me sentía como si recién fuéramos a estar juntos. Cuando desperté supuse que mi esposo iba a estar a mi lado ya que ese día no trabajaba, pero me di con la ingrata sorpresa que no estaba; salí de la cama y fui al baño a asearme y cambiarme, salí de la habitación y con mucho cuidado bajé las escaleras, la barriga sí que me cansa mucho. Continúo hacia la cocina y a lo lejos escucho su voz supongo hablando por teléfono, ¡en una hora! Fue lo único que logré escuchar antes de entrar a donde él estaba y verlo con el rostro desencajado.

 

(+++)

Los deseos por tener a Anghela entre mis brazos son cada vez más fuertes; la deseo, la necesito, la extraño. Cada vez que la veo dormida en la cama, quiero hacerla mía, extraño besarla con lujuria siendo correspondido por su pasión, extraño tocar, mamar y morder sus senos, extraño estar dentro de ella y escucharla gemir de placer; este deseo me está volviendo loco, el cuerpo que ha desarrollado en el embarazo hace que se vea tan sensual. Pero temo que me vuelva a rechazar, temo hacerla sentir mal como la última vez, es por eso que me detengo y solo la veo dormir imaginando que la hago mía.

Mañana es domingo así que me despertaré temprano para hacer el desayuno y pedirle que no vaya al hospital y que pasemos el día juntos; el domingo pasado me dejó dormido en la cama mientras fue con mamá a ver a Yaneth. Me estoy controlando para no gritar prohibiéndole que no vaya; sé que si hago eso la perderé de nuevo y es lo menos que quiero ahora que seremos una familia. Estoy seguro que si Yaneth despierta y nos ve juntos a lado de nuestra hija, ella entenderá y partirá como la última vez. Dejo de lado mis pensamientos e intentó dormir mirando a mi mujer descansando plácidamente con su almohada entre las piernas.

El sonido de una llamada en el móvil me despierta, ya es de mañana; faltan cinco minutos para que suene el despertador así que lo desactivo, veo de quien se trata y dice “Dra. Montgomery”, no puede ser es Vania. Silencio la llamada atormentado por el acoso de esa mujer, entra un mensaje que dice “contesta mi llamada, estoy afuera de tu casa”, al leerlo salgo inmediatamente de la cama. Me lavo el rostro, salgo de la habitación dándole un beso en la frente a mi esposa, bajo las escaleras y camino con dirección a la cocina, antes de llegar a ella entra otra llamada.

  • ¡Qué quieres! – contesto inmediatamente.
  • Buenos días corazón – me habla con su voz melosa.
  • ¿¡Dime qué quieres Vania!? – llego a mi destino.
  • A ti.
  • Déjame en paz, no necesito tener este tipo de juegos y menos contigo.
  • Para mí no es un juego, te quiero y lo sabes.
  • Y yo te he dicho que no quiero nada.
  • Estoy afuera de tu casa.
  • ¿¡Qué pretendes!?
  • Quiero verte.
  • ¿¡Estás loca!? Vete a tu casa.
  • ¿Vendrás a verme?
  • No, claro que no.
  • Entonces iré a verte.

Cuando escuché que vendría tuve miedo que lo hiciera y que Anghela se enterara de todo. Estaba seguro que Vania sería capaz de venir y hacer un escándalo, toda la semana ha ido a verme al trabajo y he tenido alejarla de allí saliendo con ella.

  • ¡Espera! Iré a verte – cierro los ojos por sentirme vencido.
  • Bien, te espero en mi apartamento, si no vienes…
  • ¡Iré! Dame una hora.
  • ¿Una hora? ¿Entonces vendrás?
  • En una hora – escucho a Anghela bajar las escaleras y cuelgo la llamada al verla entrar a la cocina -. Buenos días amor – le digo dándole un beso en los labios y guardando el móvil en el bolsillo.
  • Buenos días vida. – contesta con una sonrisa y me ve fijamente.
  • Voy a prepararte algo rico – sonrío tratando de disimular mi fastidio.
  • Mmmm, muero por probar lo que me harás – me guiña el ojo con una sonrisa traviesa.



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En el texto hay: anghela, yaneth, ricardo

Editado: 23.01.2020

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