(***)
Cuando entré en la cocina, Ricardo ya había colgado la llamada y lo veo con el rostro de fastidio, al verme me saludó con un beso, creo que es mi imaginación el verlo desencajado así que le respondo con un buenos días vida y una sonrisa. Lo miro fijamente, se ve tan guapo, siempre lo ha sido pero los años han hecho un buen trabajo en él; me dice que me preparará algo rico y me sonríe, debo admitir que cuando sonríe se le ve más guapo, así que le contesto en doble sentido, dándole una señal sexual, al parecer eso de insinuarme no me va, ya que Ricardo no entendió poniéndose a preparar la mezcla de panqueques y jugo de naranjas. El verlo tan concentrado en lo que hace sin prestarme mucha atención hace que pueda disfrutar mirándolo, Ricardo es un hombre muy atractivo, tiene ojos azules y una mirada sensual, piel clara, sus labios carnosos los cuales son realmente provocadores, su cuello largo, sus pectorales y cuerpo atléticos lo hace muy pero muy atractivo y estoy segura que ante los ojos de cualquier mujer no pasará desapercibido, pero que suerte que es mío. El Apreciar detenidamente la belleza de mi marido hizo que mis deseos por él aumentaran, la calentura por sentirlo ya había llegado a mi cabeza, así que me pongo detrás de Ricardo y meto mis manos bajo su polo tocando su abdomen moviendo mi mano de arriba a abajo, haciendo que me mojara por él en aquel instante. Dejando de lado el sentirme como una extraña por el tiempo que no hemos intimado, me atrevo a decirle muy bajito y sensual, “Que te parece si después del desayuno… vamos a la cama”, al decirle eso veo la aparición de su erección haciendo que sienta muchos más deseos por él así que sonrío y le digo que subamos al cuarto en ese momento siendo su respuesta el besarme con desesperación, la misma que tenía yo por sentirlo dentro. Ricardo aceptó a subir, si no supiera que pronto bajaría Priscila le hubiera dicho que me tome en ese lugar.
En la habitación a puertas cerradas tomó mi rostro con sus dos manos y me besó; en ese beso intercambiamos las muchas ganas que nos teníamos, con mis manos en su cintura aproveché para sacarle poco a poco el polo que llevaba puesto y volvimos a besarnos. Metí mi mano en su pantalón y empecé a masturbarlo. Ricardo devoraba mis labios con deseos y fascinación, besó mi cuello, quitó mi vestido dejándome en sostén y bragas; empezó a echarme en la cama y sentí que mi sostén se había mojado por la leche que estaba empezando a salirme, y la erección de Ricardo desapareció. ¿¡el verme mojada en leche hizo que su erección se fuera!?… ¿¡el verme semidesnuda hizo que sus deseos desaparezcan!? al parecer mis cambios físicos hizo que el cuerpo de mi esposo me rechazara, y aunque era obvio que no estuviera acostumbrado a verme así puesto la última vez que hicimos el amor no estaba embaraza y al desvestirme lo hago en el baño debo de agregar que él no ha experimentado progresivamente mis cambios del embarazo. Así que le pregunté si se encontraba bien, a lo que él me respondió que sí levantándose de la cama. Sé que Ricardo tenía vergüenza el haberme dejado de esa forma, su rostro me lo decía todo; por lo cual dejé de lado el sentirme despreciada e imitando una sonrisa dije “no te preocupes lo dejáramos para otro momento”; me sentía incomoda, con vergüenza, recordé el día en que lo rechacé y me hice una idea de lo que pudo sentir en ese momento. El móvil volvió a sonar y agradecí por ello, era la oportunidad para salir de allí y lo primero que me salió fue “supongo que debes de contestar”, a lo que él asintió viendo de quien se trataba. Me apuré en salir de la cama diciendo “iré a abajo a preparar el desayuno”, tomé un nuevo sostén me metí al baño vistiéndome rápidamente y salí. Bajé las escaleras con cuidado metiéndome el baño del primer piso y empecé a llorar tapándome la boca para no ser escuchada, sentía dolor, rabia, vergüenza, frustración; tenía una mezcla de sentimientos que debía guardar puesto Ricardo no está acostumbrado a verme embarazada y aunque me ame supongo que es mucho para él, no es fácil ver a tu mujer a quien has visto desnuda y esbelta verla embarazada y con muchos kilos de más de la noche a la mañana; tomé aire, me lavé el rostro eche colirios en los ojos y salí con dirección a la cocina y terminé lo que Ricardo había empezado. Minutos después Ricardo bajó, bañado y cambiado.
Termino de colocar los panqueques en los platos y Ricardo los lleva a la mesa, comimos el desayuno en un silencio sepulcral.