Capítulo Catorce
(+++)
Un sonido llega hasta mis oídos, la alarma, ya son las seis debo de hacer el desayuno de Anghela y Valentina; busco a mi costado sin abrir los ojos y no encuentro a mi esposa ¿Dónde estará mi hermosa embarazada favorita?, seguro en el baño; ¡ay me duele la cabeza!, me la toco y al abrir mis ojos, me doy cuenta que el sonido que escucho es del teléfono y que me encuentro en el área de descanso de mi consultorio.
- ¡Aló! – digo levantando el auricular.
- ¿¡Ricardo!? ¿¡eres tú amor, estás bien!?
- ¡Anghela!
- Hola mi amor - escucho su voz quebrar -, me alegra saber que estás bien.
- Anghela… yo…
- ¿Vendrás a casa a desayunar? – pregunta aguantado no llorar.
- Yo… - no sabía que contestar, era un idiota.
- No te preocupes amor, te llevaré el desayuno.
- ¡No!, no es… necesario. Gracias.
- ¿¡Qué!? ¿estás… seguro?
- Gracias, estaré bien, hablamos luego – estaba dispuesto a cortar.
- ¡Ricardo! - me detuve a colgar - ¿esta… todo… bien?
- Hablemos luego, ¿sí?
- Ricardo… te amo. – hice un silencio, no sabía si contestarle yo también o…
- ¿Estás segura? – estúpida boca la mía.
- Lo estoy. – colgó
Debí sentirme feliz por escuchar aquellas palabras, pero me sentí un pobre idiota infeliz, como puedo dañar tanto a la mujer que amo. Estoy seguro que Yaneth no la hubiera lastimado como lo estoy haciendo yo o como la lastimaré si llega a saber lo de Vania y yo, por qué llegué antes que Yaneth, por qué no fue mi hermana quien pueda hacer feliz a Anghela.
(***)
Llamé al consultorio de Ricardo, timbraba muchas veces, pero nadie contestaba; mi corazón quería salirse de su cavidad, mis manos sudaban, mi pecho amenazaba con cerrarse por la angustia que estaba pasando, último timbre antes de salir a buscarlo como una loca por toda la ciudad si fuera necesario.
- ¡Aló! - logro reconocer su voz y mi corazón volvió a tener un segundo de tranquilidad.
- ¿¡Ricardo!? - la emoción hizo su aparición - ¿¡eres tú amor, estas bien!? – y la preocupación la siguió.
- ¡Anghela! – se escucha sorprendido, quería gritarle, sí mi amor soy yo, pero la emoción de saberlo vivo me ganó.
- Hola mi amor - le dije y la voz se me quebró, quería llorar-, me alegra saber que estás bien – te extrañé era lo que realmente quería decirle.
- Anghela… yo…
- ¿Vendrás a casa a desayunar? – no quiero explicaciones, me basta con saber que estas a salvo, necesitaba verlo, tocarlo, abrazarlo. Las lágrimas me decían hola, pero traté de disimular.
- No te preocupes amor, te llevaré el desayuno - no mi amor no quiero que me digas nada, solo quiero verte sano y a salvo.
- ¡No!, no es… necesario. Gracias. – por qué estás tan frío conmigo ¿qué pasó?
- ¿¡Qué!? ¿estás… seguro? – estoy para escucharte, solo dime.
- Gracias, estaré bien, hablamos luego – ¿Qué sucede? Por favor, solo dime.
- ¡Ricardo! - escúchame - ¿esta… todo… bien? – puedes contarme todo, lo sabes ¿verdad?
- Hablemos luego, ¿sí?
- Ricardo… - por favor dime ¿Qué pasa? - te amo. – te estoy suplicando que veas que sufro por tu actitud, el silencio que estás haciendo lastima mi ser.
- ¿Estás segura? – ¿Por qué me preguntas eso? ¿Qué hice?, no te he mentido, he sido muy clara con mis sentimientos hacía ti.
- Lo estoy. – perdóname, sé que destruí sus mundos, ¿algún día me perdonaras? Cuelgo la llamada.