Una Rosa Para Ti...

Capítulo Quince

  (+++)

Con muchos pensamientos rodando mi cabeza y un gran sentimiento de culpabilidad, las lágrimas eran lo único que en ese momento consolaban al mar de tribulaciones que albergaba mi interior, por más que me las secaba no dejaban de salir. El sonido de apertura de la puerta, me sacó de aquella pesadumbre y dolores sentimentales, era la señora que hace la limpieza del lugar.

  • ¡Doctor Ricardo, buenos días! – saluda desde la entrada.
  • Buenos días Rosario – respondo sin mirarla e inmediatamente limpié mi rostro mojado.

Salí del consultorio con un terrible dolor de cabeza y busqué un baño público, felizmente siempre traigo un cambio de ropa en el auto, eso se me hizo costumbre desde que era residente; después de bañarme y cambiarme fui por una botella de agua y un café negro el cual ayudaría a despertar mi seso. Mientras tomaba mi café pensé en la solución para que Anghela y yo podamos ser felices sin que nadie se interponga entre nosotros. Ella dijo que me amaba ¿no? Pues tendría que demostrármelo.

Cuando volví al consultorio, noté que mi móvil se había quedado sin batería, así que bajé hasta el estacionamiento a traer mi cargador.

  • ¡Ricardo! – escucho su voz y volteo.
  • ¡Anghela!

No podía creerlo ella había venido hacia mí, ¡hacia mí! realmente soy un completo idiota, me acerco al verla bajar de un taxi y la abrazo como si el mundo fuera acabar en ese mismo instante al verle los ojos mi corazón habló.

  • Perdóname amor – sus ojos estaban hinchados y tenía ojeras, ella no había dormido, no había dormido por mi culpa.
  • No mi amor - me dice, sus ojos se aguan -, eres tú el que debe perdonarme, sé… – puse un dedo en los labios, ella no tenía por qué pedirme perdón, si el que estaba fallando era yo, sí el cobarde era yo, si el que no la merecía…era yo.
  • Yo no tengo nada que perdonarte - tomo sus manos -, he sido yo el que… actuado mal - ya no aguantaba más debía decírselo -, he sido yo… el que… te ha…falla…
  • ¡Buenos días! – me interrumpe una voz conocida y nada grata.  
  • ¿¡Doctora Montgomery!? – pregunta Anghela sorprendida – buenos días.
  • Señora – sonríe falsamente mirándonos la mano que llevamos agarradas –. Ricardo, buenos días – me mira fijamente.
  • Cómo estás Vania, bueno días – ¿¡porque ella!?
  • ¿Ustedes se conocen? Es decir, son amigos.
  • Estudiamos en la misma universidad – respondo.
  • Sí, así es – interviene Vania –, somos… viejos amigos – sonríe.
  • Qué bueno saber eso – responde mi esposa sonriendo, sin tener la más mínima idea.
  • Que sorpresa verla aquí - comenta aguantado su rabia, la conozco tan bien –, y no junto a su cuñada – sonríe con malicia.
  • Estoy segura que mi cuñada, entenderá que mi matrimonio también requiere de mi atención.
  • Es que usted es tan indispensable en la recuperación de Yaneth, que pensé lo tenía claro.
  • Lo tengo claro doctora, gracias por la preocupación hacia la recuperación de mi cuñada. Es tan conmovedor saber que existen doctores como usted, que hasta cuando no están chequeando a sus pacientes, siguen preocupados por ellos. Reitero mi agradecimiento doctora.
  • Solo es parte de mi trabajo señora. – intenta dar una sonrisa.
  • Por favor, dejemos las formalidades, puede llamarme Anghela, es amiga de mi esposo ¿no?
  • Claro… Anghela.
  • Espero me consienta en tutearla – dice mi esposa con su conocida amabilidad.
  • Por supuesto, sería... de mi agrado.
  • Gracias Vania.
  • Bueno, gusto en verte colega - necesito sacar a Anghela de aquí –, pero ya nos estábamos yendo –tomo a mi esposa de su cintura y la dirijo a mi auto, ella me sigue.
  • ¡Espera! – dice Vania – necesitamos hablar - nos detenemos.
  • Lo siento colega - respondo volteando el rostro -, tendrá que ser en otro momento. Tengo algo muy importante que hacer con mi esposa.
  • Ricardo, no te quitaré mucho tiempo, es más… te lo puedo decir delante de Anghela – sonríe como amenazándome, ante mi asombro.
  • Vania espera. Amor, me esperarías un segundo por favor -   miro a Anghela quien no tiene ni más mínima malicia.
  • Si vida, no te preocupes - sonríe despreocupada -, ustedes suban – señal los ascensores - mientras voy a comprar algo que sé te gustará.
  • No es necesario amor, vayamos juntos cuando termine de hablar con mi colega.
  • Ve, así ganamos tiempo ¿sí? – besa la mejilla y no me queda más que asentir.
  • Fue un gusto saludarte Vania, quizás cuando vuelva ya hayan terminado de hablar y no pueda despedirme.
  • Quizás – sonríe incomoda, a lo que quiso decir Anghela un sutil no te demores con mi esposo.
  • Entonces, los dejo – sonríe –, nos vemos luego vida – besa castamente mis labios y empieza a caminar.
  • ¿¡Qué es lo que quieres Vania!? – pregunto ofuscado.
  • Pero subamos corazón - se me acerca –, no querrás que nos oigan – me alejo de ella y camino a los elevadores.
  • Te he extrañado tanto – me abraza fuerte estando dentro de la caja metálica   
  • Vania suéltame – la alejo de mí.



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En el texto hay: anghela, yaneth, ricardo

Editado: 23.01.2020

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