Una Rosa Para Ti...

Capítulo Dieciséis

(***)

Faltaba poco para llegar al edificio donde Ricardo tiene su consultorio, pago la tarifa al taxista y miro el reloj que llevaba el chofer al ver la hora recuerdo que los ascensores del estacionamiento a esa hora hay menos gente que los de la entrada principal, así que le digo al señor que me deje en el estacionamiento del edificio. Al entrar veo a Ricardo salir de los elevadores y acercarse a su auto, bajé del taxi y grito su nombre, al verlo voltear y ver su rostro pasaron muchas cosas por mi cabeza, desde que se incomodaría al verme hasta enfrentarlo de una vez para que diga qué es lo que está pasando con él... pero se acercó y me abrazó tan fuerte que mis defensas se bajaron al cien por ciento, me pidió perdón y al escucharlo tuve una horrible sensación en mi  alma, por qué tenía que pedirme perdón si era yo la que había arruinado la existencia de dos de las personas que más he amado en la vida, así que le devolví su perdón pero fui callada con su dedo en mis labios. Me tomó las manos diciéndome que no tenía nada que perdonarme, pero… ¿¡cómo que no tenía nada que perdonarme!?, si no fuera por mí Yaneth y él nunca hubieran sufrido, nunca se hubieran distanciado y Yaneth no estaría en esa cama de hospital.  Ricardo seguía pidiéndome perdón, lo notaba triste, angustiado, como si quisiera desahogarse... hasta que sorpresivamente la doctora que lleva el caso de Yaneth nos interrumpe, la saludo junto con Ricardo quien le habla por su nombre y me comentan que han sido amigos en la facultad, la doctora dice sorprenderse el no verme a lado de Yaneth y la entiendo puesto estos días el hospital ha sido mi segundo hogar. Después de dejarle claro a la doctora que entiendo que mi presencia ayuda en la recuperación de Yaneth, ya que hizo un comentario diciéndome que yo era indispensable en su recuperación, le hago saber el agradecimiento que siento al verla tan preocupada por ella y su mejoría; le pedí que dejemos las formalidades, total es amiga de mi esposo y ella acepta. Posterior a eso Ricardo se despide de su colega llevándonos a su auto, pero al parecer ella tiene algo importante que decirle haciendo que nos detengamos, solo espero que no se trate de algo malo y referente a Yaneth. Por más que Ricardo intenta no hablar con ella, Vania insiste así que no le queda más que aceptar hablar con ella; Ricardo me pide de favor que lo espere, así que aprovecharé en ir a comprar unos croissant que sé le encanta a mi esposo y así compartirlo en el desayuno en casa, me despido de Vania no sin antes soltarle sutilmente que no se demore en hablar con mi esposo y salgo del lugar dándole un beso a Ricardo.

Camino hacia la panadería - cafetería que está a tres cuadras del edificio y al legar pido los croissant que tanto le gustan a Ricardo, como sé que las cosas de médicos tardan en hablarse, pido una porción de torta de chocolate para que mi Valentina deje de estar pateándome y empiezo a degustar de ello. Al salir de la panadería y de regreso al consultorio opto por subir por los elevadores de la puerta principal, al subir me encuentro con una de las enfermeras que trabajan con Ricardo y nos vamos conversando sobre mi embarazo, me dice que le sorprende que aun ande caminando ya que ella cuando entró en el octavo mes no podía dar paso alguno; llegamos al piso del consultorio y al salir del elevador veo que Vania está entrando a los ascensores del estacionamiento, así que me dirijo al consultorio saludando a cada una de las  enfermeras que trabajan con Ricardo ante la emoción de cada una de ellas al verme embarazada, después de saludarlas y desearme lo mejor para Valentina y para mí, me dirijo a la oficina de mi esposo.

  • Hola guapo – digo entrando y sonriendo, él estaba sentado en su escritorio y con las dos manos en la cabeza con cara de preocupación, pero al verme sonrió -, ¿pasa algo amor? – me acerco y pongo mis manos en su cuello.
  • Nada mi vida, todo está bien -toma mi cintura -. ¿Qué me has traído? – dice mirando la bolsa de papel que traía en la mano.
  • Algo que sé te gustará – sonrió traviesa.
  • Mmmm, entonces me traes tus besos – sonríe coqueto y se me acerca dándome un beso cálido y tierno –, te amo Anghela.
  • Yo también te amo –respondo acomodando su cabello -, ¿vamos a casa? Creo que debemos de continuar la conversación que dejamos.
  • Está bien, vamos.

Salimos del lugar, pidió que sus consultas sean transferidas a su colega que trabajaba junto a él y nos fuimos directo a casa.

  • Te prepararé algo rico para desayunar – digo entrando junto a él a la cocina.
  • ¿Algo rico? – indaga tomándome por la cintura – qué más rico que tú –besa mi cuello y siento estremecer mi piel.
  • ¿Estás… seguro? – lo miro fijamente.
  • ¿Lo dices por lo de la última vez? – asiento – por ese día… perdóname amor – me abraza –, lo que pasa es…
  • Shhh –pongo mi dedo índice en sus labios –, no digas nada, solo bésame.



#4150 en Novela contemporánea
#43021 en Novela romántica

En el texto hay: anghela, yaneth, ricardo

Editado: 23.01.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.