Una Rosa Para Ti...

Capítulo Veintitrés

(###)

Hace una semana que no veo a la estúpida de Anghela, con eso que ya ha parido y que fue el mismo día en el que hablé con ella ni ganas me ha dado de ir a verla. Sé que la mocosa está bien he subido junto a Priscila a verla en los cuneros y  debo admitir que es bonita, de la estúpida ha sacado su color de cabello, de su marido sacó sus ojos y sus labios, tan provocativos que los tiene él, maldita tiene una suerte que solo gente bonita se fije en ella, pero lo que más llamó mi atención es que sacó la sonrisa de Yaneth o al menos eso me ha parecido, tanto habrá sido el deseo de la insípida esa, que se le hizo.

La mamá de Yaneth me insistió tanto en estos días de que vaya a vivir con ellos que se me acabaron las excusas y hace tres días estoy viviendo en la casa donde vive Anghela, esa casa sí que es de gente de plata y con clase, si no fuera por la maldita de Anghela hace mucho hubiera sido mía al igual que toda la plata que tiene Yaneth y su familia. Estoy aburrida de que todas las noches Priscila se le dé por hablarme de Yaneth y su infancia, así que me escapé con la excusa de que iré a orar a la iglesia, felizmente que no me acompañó como en otras ocasiones que dije lo mismo.

  • Hola putita – digo entrando al apartamento de la negrita.
  • Hola Amanda – se intenta acercar y darme un beso
  • Aun no tengo ganas – respondo alejándome -, sírveme un trago.
  • Te veo cansada – dice mientras me sirve wiski -, creo que el desempeñar el papel de la novia abnegada – se acerca y se sienta en mis piernas dándome la bebida –, te está pasando la factura.
  • ¡Cállate! – la boto a un costado – nadie ha pedido tu opinión – bebo un sorbo de wiski.
  • Yo solo me estoy preocupando por ti… - se vuelve acercar – hace mucho que no me buscas… – se pone entre mis piernas – y te extraño.
  • En serio me extrañas – dejo la bebida a un costado, la tiro al suelo y subo encima de ella, asiente –, eso lo puedo arreglar ahorita – la beso y quito su blusa – que rico estás sin sostén- digo agarrándole la teta.
  • Tampoco tengo bragas – me besa y empieza a desvestirme.

Después de haber follado como gatas en celo, la negrita se acerca a abrazarme y obviamente no dejo que haga eso; me levanto y empiezo a ponerme los interiores.

  • ¿A dónde vas? – pregunta poniéndose de píe – ¿no pasaras la noche conmigo?
  • No putita, tú eres para pasa el rato no para pasar la noche – sonrío -, Además, después de vivir en la casa de la familia de Yaneth, tengo que llegar temprano.
  • Sí que has llegado lejos.
  • Lo sé, ahora que Anghela y su marido se van, tengo que pensar con que excusas salgo para luego volver y ser bien recibida por la vieja, si es que algún día quiero volver. ¡No pienso seguir actuando hasta que Yaneth despierte y si es que despierta!
  •  ¿Anghela y su marido se van? A ¿Dónde? – se me pone en frente.
  • ¿A dónde? no lo sé, ni me importa, tengo que bañarme tu olor de puta barata se me ha pegado en el cuerpo – camino hacia la ducha.

 

(***)

Al salir del hospital regresamos a casa con la sorpresa de que Amanda había aceptado vivir con nosotros. Mientras me recuperaba de mi cesaría, Ricardo preparaba todo para nuestro viaje a Ámsterdam.

Ya había pasado tres semanas desde que salí del hospital y en ningún momento me he aparecido por el hospital, la decisión del viaje vino con el hecho de no volverme más cercana a la situación de Yaneth.

Nuestro viaje será mañana, hoy despertamos temprano con la intención de ir al hospital a despedirnos de Yaneth, antes de que Priscila y Amanda vayan, Ricardo estuvo de acuerdo que mientras yo subía él se quedaría con Valentina en el auto y viceversa. Nos vestimos junto con nuestra hija y salimos.

Llegamos al hospital, Ricardo estacionó el auto, bajé de este, caminé a los elevadores y subí hasta la habitación de Yaneth mientras ellos me esperaban en el auto; al llegar a la habitación abrí su puerta y la vi, sin cambio alguno, después de varios días.

  • Hola nena –tomo su mano -, ¿sigues igual de floja? Ya es hora de levantarte de esta cama. Te cuento que Valentina ya nació, pronto cumplirá un mes de vida, No sé si es mi imaginación, pero… tiene tu sonrisa. Ella es hermosa, es la personita más bella que he visto en mi vida las sensaciones que despierta en mí son indescriptibles; no sabes cuánto me ha trasformado esa pequeñita me hubiera gustado mucho que la conozcas. Ricardo es un padre ejemplar, por las mañanas Valentina y yo la pasamos súper tranquilas, pero cuando llega papá… – sonrío – para llamar su atención se pone muy inquieta y él que está bien chocho con ella se desvive por estar al lado suyo. Incluso cuando llora por las noches no deja que me levante y él se encarga de lo que necesita nuestra Valentina, creo que ha sacado mi carácter- me río acordándome de sus palabras – pobre de nosotros ¿cierto? – una lágrima hace su aparición e inmediatamente me la seco - ¿sabes? Tengo mucha suerte, he podido amar y he sido amada por dos seres humanos extraordinarios, uno de ellos eres tú y el otro Ricardo; y ahora que uno de ellos aún forma parte de mi vida no puedo dejarlo ir. Ricardo es… un buen hombre, ha estado conmigo muy a pesar de mis indecisiones. Sé que con mi actitud muchas veces le he causado dolor… pero aun así nunca me dejó. Yaneth, he venido a despedirme, mañana me iré del país junto a mi familia, deseo de todo corazón que te levantes de esa cama y logres hallar toda la felicidad que te mereces. Siempre te pensaré y oraré por tu bien. Adiós… cariño- le doy un beso en la mejilla.



#4548 en Novela contemporánea
#46434 en Novela romántica

En el texto hay: anghela, yaneth, ricardo

Editado: 23.01.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.