Una Rosa Para Ti...

Capítulo Veintisiete

(***)

La mañana se hizo muy dura guardando en la maleta lo que llevaría cuando Valentina y yo nos mudemos a casa de mi padre, que, gracias a él la dejó a mi nombre así que no tuve la necesidad de comprar un apartamento.

Estoy decidida en pedirle el divorcio a Ricardo, después de lo que vi anoche no puedo seguir con esto y ahora menos que nunca; me es completamente difícil continuar con lo que teníamos. Lo mejor es alejarme de él y todo lo que concierne a su relación, no puedo alejarlo de su hija ya que él es un buen padre muy a pesar de todo y Valentina necesita de su papá. Hoy iré a buscarlo a su consultorio y hablaré con él. Estoy terminando la primera maleta cuando escucho sonar el teléfono de casa, tomo a Valentina en mis brazos y bajo con mucho cuidado las escaleras hasta llegar a la sala donde se encuentra el teléfono.

  • ¿Anghela? – es la voz de Priscila.
  • ¿Sí?  
  • ¡Despertó! ¡Yaneth despertó! – dijo emocionada y con la voz quebrándosele.

Ni bien escuché ¡Yaneth despertó!, las lágrimas aparecieron en mi rostro sin permiso alguno, una gran emoción embargaba a mi existir. Volví a subir las escaleras, limpiándome mis lágrimas, llegué a mi habitación con una gran sonrisa en mis labios, mientras abrigaba a Valentina, estando en la sala llamé a un taxi, me puse mi abrigo y esperé a que el taxi llamara diciéndome que ya estaban en la puerta y salimos de la casa para subirnos en el taxi.      

Al llegar al hospital, bajamos del auto, aquella gran emoción que me embargaba no había desaparecido al contrario se acrecentaba cada vez más, iba a volver a verla despierta; llegamos hasta los elevadores y subimos hasta el piso donde estaba la habitación de Yaneth, llegué  hasta donde ella estaba y abrí sin mucho cuidado la puerta y la vi, estaba sin esos tubos que entraban y salían de su cuerpo, ya no se veía inerte al verla mi rostro dibujó una gran sonrisa pero no pude evitar el querer llorar, me acerqué lentamente para saber que no era un sueño el que estaba viviendo.

 

  • Hola bella durmiente – hablé aguantándome para no llorar y mirándole esos hermosos ojos que ahora tenían vida, llevaba a Valentina en mis brazos y se la presento –, ella es…
  • Valentina – me interrumpe y no pude evitar derramar lágrimas, ella sabía cómo se llamaba mi hija, ¿porque lo sabía?, por qué tenía que saber todo de mí -, está muy bonita… como su mamá - dice y mi cuerpo se me escarapeló al escuchar aquello.
  • Te extrañé mucho – dije llorando, quería abrazarla y gritarle lo feliz que me hacía escuchar su voz y ver sus ojos una vez más –, nos disté un buen susto – soltó mi cerebro.
  • Lo siento… no llores por favor – responde preocupada, no lloraba de tristeza, era una sensación indescriptible el verla y escucharla una vez más, sobre todo por la situación en la que me encontraba, el solo escuchar su voz calmaba mi corazón.
  • Es de alegría… –sonrío secándome las lágrimas – gracias por despertar.
  • ¿Tanto te alegra verme? – pregunta mirándome fijamente sonriendo, realmente la extrañaba, extrañaba todo de ella, en ese momento, me llevó a lo que éramos antes de ser pareja, éramos amigas.
  • Tonta, como se te ocurre preguntarme eso. ¡Claro que me alegra! – sonrío ampliamente al saber que aún conservábamos eso, el ser amigas.

Yaneth y yo estábamos cómo en una burbuja, esa burbuja que solo llegan a tener aquellas personas que se conocen desde siempre y vuelven a reencontrarse después de mucho y se dan cuenta que todo sigue igual que antes, igual que siempre.... hasta que Amanda rompió el hechizo preguntándome por Ricardo. El dejar de sonreír fue inmediato e incontenible, quise disimular, pero me era imposible.  Amanda sabía muy bien lo que mi esposo y yo estábamos pasando así que su pregunta estaba fuera del lugar así que Priscila intentó darle algún tipo de señal, pero lo de Amanda era adrede. Yaneth preguntó que estaba pasando, ante nuestros evidentes rostros de que algo pasaba, pero cómo responder a su pregunta, y se abrió la puerta entrando Ricardo que al verme el color de su rostro fue notorio así que me muevo para darle espacio a que entre a estar más cerca de su hermana.

Yaneth lo saluda, pero su voz se escucha apagada y Amanda se le acerca amorosa incomodándome ante su demostración de buena novia, pero que estoy diciendo... sí son novias es lo mínimo que Amanda debe de hacer. Lo que me sorprendió fue la actitud de Yaneth preguntando que está sucediendo y preguntándole a Amanda porque estaba ahí, aunque debe ser efectos del accidente, pero... ¿porque dice que le deje de decir amor? y justo cuando Priscila le pregunta sobre su actitud, a Yaneth se le apaga la voz, haciendo que Ricardo la regañe por esforzarse a hablar y Amanda nuevamente interviene, haciendo que Ricardo me mire, teniendo que simular que puedo estar junto a él en la misma habitación sin que me afecte nuestra situación. Yaneth intenta hablar nuevamente siendo callada por Priscila, esa escena fue graciosa parecía una niña regañada, se me hacía dulce ver a Yaneth con cara de frustración, estaba disfrutando de aquel rostro cuando Vania entra a la habitación y los recuerdos de noche anterior vuelven aparecer en mi mente afectando mi estabilidad emocional, así que decido despedirme de mi siempre amiga, le digo que mañana volvería, pero ella cual niña engreída me mueve la cabeza negativamente, no puedo soportar estar junto a Ricardo y Vania, el recordar a mi esposo dormido en su apartamento semidesnudo después de tener sexo con su amante viene a mi mente, me disculpo por irme forzando una sonrisa y Yaneth me mira fijamente,  lamentablemente sé que ella se dio cuenta que algo malo está pasandome, conoce tan bien los gestos en mi rostro que terminó por asentir, al tener el consentimiento de Yaneth me dispongo a salir cuando Ricardo me llama pero no hago caso y salgo de la habitación.

  • ¡Anghela! ¡espera! – me detiene del brazo – no he visto a Valentina por muchos días – la ve envuelta entre mis brazos – por favor… permite que pueda estar con ella por algunas horas – me mira fijamente.
  • Bien, estás en tu derecho – miro a cualquier lado menos a sus ojos, no puedo mirarlo, si lo hago estoy segura que lloraría.
  • Las llevo a casa… al menos que hayas traído auto – habla nervioso.
  • No, no traje – Ricardo tomó a Valentina en sus brazos y bajamos hasta su auto, el camino hacia casa hubo un silencio lúgubre.



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En el texto hay: anghela, yaneth, ricardo

Editado: 23.01.2020

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