Capítulo Treinta
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A duras penas los tres días en los que no debía hablar pasaron, mi hora favorita del día era cuando Anghela y la motita venían a hacerme compañía en mis terapias. Amanda y mi madre se encuentran conmigo en mi habitación, debo esperar a estar a solas con ella para pedirle explicaciones del por qué está aquí.
- Debe haber sido muy difícil mantenerte en silencio todo este tiempo ¿verdad, querida? – pregunta mi madre acariciando mi cabeza.
- Si madre, no sabes ¡cuánto deseo hablar! – miro a Amanda.
- Pero aun debes de guardar silencio… ya que no te conviene, hablar demasiado – responde ella sonriendo maliciosamente – tu garganta aún no está recuperada del todo, baby.
- Amanda tiene toda la razón Yaneth, tu garganta aún no está completamente recuperada.
- No te preocupes madre me siento muy bien.
- ¡Ay este calor me va a matar! – expresa mi madre abanicándose - ¡estos bochornos… no los soporto!, saldré un momento a tomar aire, supongo desean estar sola ¿no es así? – sonríe.
- Gracias Priscila, tan considerado de tu parte- Amanda responde toda dulce.
- Bueno, las dejo solas, vuelvo luego Cariño – toca mi mejilla y se retira del lugar.
- ¿¡Por qué le has dicho a todo mundo que tú y yo somos pareja!? – indago levantando mi tono de voz.
- Porque así será de hoy en adelante – sonríe sentándose en la silla que está junto a mi cama.
- ¿¡De qué hablas, estás loca!?
- ¿Loca? ¿yo? – ríe a carcajadas – para nada baby – se levanta de la silla –. Como ya te dije, a partir de ahora somos pareja, al menos claro que quieras que le cuente a tu madre, que Anghela antes de qué se casara con su hijo fue tu mujer – me mira fijamente sonriendo.
- ¡No te atrevas!
- ¿Qué no me atreva? – se me acerca – has lo que te pido… y no diré absolutamente nada – no deja de sonreír.
- ¿Qué pretendes? En realidad… ¿planeas tener una vida conmigo? ¿Así como estoy? – se le desdibuja la sonrisa – no te mientas, lo único que quieres es dinero y si te largas sin decir palabra alguna… puedo darte mucho pero mucho dinero.
- ¿De cuánto estamos hablando? – pregunta abriendo sus ojos como plato.
- Pon el precio y te daré lo que me pidas… pero lárgate para siempre de nuestras vidas – me mira como pensando en darme un monto en ese mismo instante.
- ¡Hola bella durmiente! – entra Anghela junto a la motita con una enorme sonrisa - ¿cómo has amanecido? – se acercan a la cama.
- He amanecido bien – respondo de igual manera de alegre que ella.
- ¿Interrumpo algo importante? – pregunta preocupada, mirando a Amanda que estaba metida en sus pensamientos.
- No, no interrumpes nada, Amanda me decía que tiene mucho por hacer hoy y se irá temprano a casa, ¿verdad Amanda? – la miramos - ¿Amanda? – ella seguía sin hacernos caso - ¡Amanda! – levanto mi voz sacándola de su mundo.
- ¿Sí? – nos mira aun sin recuperar de lo que fuera que estuviera pensando.
- Le decía a Anghela, que tienes mucho por hacer y pensar hoy… y es por eso que te irás temprano a casa ¿verdad?
- ¿Qué? – me mira desconcertada.
- ¿Cierto? – vuelvo a decirle – tienes mucho en que pensar - la miro fijamente -, anda, ve con cuidado a casa, hablamos cuando tengas todo resuelto.
- Sí, tengo mucho… mucho por hacer – da un suspiro – así que me voy, nos vemos mañana baby – toma sus cosas.
- Si, sí, claro… piensa en lo que hablamos ¿ok?
- Lo haré – sale de la habitación.
- ¿Sucedió algo entre ustedes? – Anghela indaga preocupada.
- No, no pasó nada – le sonrío.
- No me mientas – me toca la nariz sonriendo –, ahora más que nunca necesitas tener a tu alrededor a todas las personas que te quieren, para que así te recuperes rápido, y que más que tener a tu pareja a lado tuyo para que te de ánimos – sonríe tiernamente.
- Ya tengo a todas las personas que necesito – respondo mirándolas –, además…
- Buenas tardes… – me interrumpe entrando la enfermera encargada de llevarme a mis terapias - que bueno que está despierta – me mira sonriendo - ¿lista?
- Y si no lo estuviera… igual me llevaría ¿cierto? – ella asiente – entonces para qué me pregunta.
- ¡Oye malcriada! – dice Anghela dándome un golpe en mi hombro -, que forma es esa de hablarle a su enfermera – frunce su ceño –. Es hora de mentalizarse para que haga bien sus ejercicios.
- Dijiste que me apoyarías… no que ibas a parecer un sargento – hago puchero
- Ya, ya no me haga puchero y mentalícese ¿ok? – abre sus ojazos como para reprenderme.
- ¡Está bien!… pero no me mires así… – vuelvo hacer puchero, ella sonríe.