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Esta semana junto a Ricardo ha sido maravillosa, el saber que todo está bien entre nosotros me llena de serenidad y calidez. Después de hablar de lo que pasó entre Yaneth y yo, de lo mucho que ella significa y significará en mi vida y sobre todo saber que Ricardo entiende lo que siento por su hermana y como él mismo me dijo al reencontrarnos: “sé que llegué después de ella, sé que lo suyo no se realizó no por ustedes sino por diferentes circunstancias, pero también sé y estoy seguro que aun amándola me amaste y me sigues amando, es por eso que estoy dispuesto a ganarme de nuevo todo lo que tuve contigo; permíteme ser tu esposo una vez más y volver a recuperar lo que éramos”. Cuando escuche aquello dude por completo, y a pesar de verlo tan seguro de lo que decía me dolió el saber que los lastimé, que entré en la vida de ambos a ser una pieza que los distanciará de por vida, me duele el haber conocido a dos hermosos seres humanos y a los dos herí por mis indecisiones o por las circunstancias… no lo sé, pero los herí; así que cuando estaba dispuesta a dar un paso al costado en la vida de Ricardo… porque aún estoy segura que puede encontrar a alguien mejor que yo me detuvo con un cálido beso y muchas disculpas por su actitud y promesas de superar juntos cada obstáculo que se nos ponga en el camino. Viendo en su rostro la ilusión de ser padre y la alegría de saber que será una niña, es verdad que aún lo amo, es verdad que aún sigue siendo mi esposo y sobre todo es verdad, y lo que me llevó a decir “bien, sigamos adelante” es que el padre de mi hija.
El día de ayer volvimos a casa; nos instalamos en nuestra habitación, el tiempo parece que trascurrió lentamente y a la vez tan rápido que en poco tiempo tendré a mi bebé en mis brazos y llenando cada minuto en nuestras vidas.
Ricardo y yo nos encontramos sentados en el sofá de la sala, él me dice que el fin de semana saldremos a comprarle cosas a la bebé, cosas que por cierto no necesita porque me encargué de comprarle mucho más de lo que logrará usar antes de que crezca, pero no quiero quitarle la emoción al papá chocho y al parecer mi nenita sabe que él es su papá puesto cada vez que habla me da muchas patadas y Ricardo muy emocionado pone su rostro en mi enorme panza. Nos levantamos del sofá con intención de ir a la cocina a servirme un plato de torta de nueces la cual me había provocado; cuando suena el teléfono, Ricardo se acerca a contestar mientras yo sigo mi camino, desde la cocina logro escuchar aquel nombre, dejo de servirme la torta y salgo a la sala.
Sentí un nudo en la garganta, quería llorar, gritar y correr junto a ella para tomarle la mano decirle cuanto la amaba, que no debía quedarse en esa cama, que debía sanar inmediatamente, que debía ser feliz viajando como lo venía haciendo, que… tenía tanto que decirle, pero solo me quedé allí parada llorando cual niño perdido.
Ricardo viajó inmediatamente para hacer el traslado a un hospital donde recibiría los cuidados que necesitaría mientras recuperaba el sentido. Habían pasado tres días y no me atrevía a ir a verla, preferiría cualquier cosa a pensar que nunca se levantaría de esa cama.
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Las noches se me hicieron estremecedoras, soñaba todos los días con ella; todo lo que habíamos vivido juntas lo veía en sueños, escucha su risa, su voz, sentía sus besos, podía hablar con ella como en antaño y era feliz. Al despertar y ver a Ricardo a mi lado, me sentía mal, necesitaba verla, necesitaba estar con ella. Ese día después de que Ricardo se despidió para ir a trabajar, tomé el valor que se requiere para ver a quien amas en una cama de hospital con la mínima esperanza de que despierte y fui a verla.
Me encontraba afuera de su habitación, todas mis emociones las tenía a flor de piel sé debía controlarme, tomé aire, abrí la puerta y la vi. Allí estaba ella echada en una cama con múltiples fracturas, toda magullada y llena de tubos que ayudan a su frágil existencia; las lágrimas invadieron inmediatamente mi rostro, el nudo en mi garganta volvió aparecer y el miedo invadió mi ser. Me acerqué a paso lento y la mire detalladamente, secando mis lágrimas las cuales no querían dejar de salir, el sonido de las maquinas que estaban conectadas a ella me decían que aún estaba viva y yo estaba segura que sentía que yo estaba allí mirándola; me senté en la silla que estaba al lado de su cama, tomé su mano con mucho cuidado y la besé empapándola con mis lágrimas.