Capítulo Cuatro
(***)
Volví a casa visiblemente afectada por ver a Yaneth… tan indefensa en esa cama y de sentirme tan culpable de lo que le había pasado.
- Buenas noches amor – saludan desde el sofá.
- ¡Ricardo!, buenas noches – me acerco a él dándole un beso casto en los labios.
- Amor ¿estás bien? – pregunta tomándome la mano para sentarme a su lado - ¿Dónde estabas?
- No, no estoy bien – cierro los ojos intentando no llorar –. Fui a la clínica a ver a Yaneth y al verla tan… – las lágrimas salieron de mí – mal, me es completamente increíble, está en esa cama tan desvalida, inerte casi sin vida… me duele.
- Ella se recuperará, ya lo veras. Mi hermana es fuerte, no se dejará vencer tan fácilmente.
- También quiero creer eso – me abraza fuertemente -, también quiero creer eso amor.
Desperté muy temprano a prepararle el desayuno a Ricardo, hoy tenía muchas cosas por hacer, había planeado en ir visitar a Julia para que me ponga al día sobre el funcionamiento de las cafeterías además de que me dé los datos de su obstetra a quien llevaría los documentos que me dio el doctor que estaba llevando mi embarazo para que así puedan atender con mayor y total información mi parto y por la tarde iría a ver cómo sigue Yaneth, estaba tan concentrada en mis pensamientos que no escuche abrir la puerta principal.
- ¡Anghela, querida!
- Priscila – sonrío al verla en el portal de la cocina.
- Al menos una buena noticia en medio de este horrible panorama – dice tocándome la barriga y dándome un beso en cada mejilla.
- Si, supongo que lo es.
- Querida, me siento tan devastada – se sienta en una silla del pequeño comedor –, mi nena, con tantos tubos y heridas en el cuerpo… – empieza a derramar lágrimas - ¿has ido a verla? – yo asiento – sí, claro que, si has ido – secándose las lágrimas y suspirando –. Me es difícil verla así.
- Tranquila Priscila, tenemos que tener fe que Yaneth estará bien – le digo tomándola de la mano.
- Sí querida, solo eso nos queda por hacer; anoche hablé con su doctora. Me dijo que depende de nena el recuperarse – yo asiento –, lo que no entiendo es qué hacía en Máncora, si cuando la dejé en Francia me dijo que su agenda la tenía ocupada hasta fin de año con trabajo en ese país.
Los sentimientos de culpa volvieron a mí, cómo se le puede decir a una madre que la culpable del accidente de su hija estaba parada frente a ella.
- Bueno querida, solo vine a darme un baño y tomarme un café. Volveré a la clínica. ¿Me acompañas? – me mira fijamente.
- ¡No!, Anghela no irá – era Ricardo entrando a la cocina, interrumpiendo mi respuesta.
- Ricardo, hijo – se acerca a saludar de beso a su madre.
- No es conveniente que Anghela este mucho tiempo en el hospital, por el embarazo, claro está – continúa hablando mi esposo.
- Descuida amor - le sonrío -, hoy iré a ver al doctor – se me acerca y me abraza por la cintura – y de acuerdo con lo que él me diga por la tarde estaré allí – miro a mi suegra.
- Que bueno querida, no te esfuerces tampoco, los últimos meses son los más difíciles – me sonríe –. Por el momento los dejo hijos, nos vemos más tarde – se despide de ambos con un beso y se va a su habitación.
- Cómo está eso que hoy irás al doctor – girándome, me pone frente a él -. ¿Por qué no me pediste que te acompañara? – se le ve enojado.
- Lo siento amor - le toco la mejilla -, lo que pasa es que pensaba en ir a ver hoy a Julia y que me diera los datos de su obstetra.
- Debiste de decírmelo. Me entusiasma la idea de estar contigo en todo lo que respecta a nuestro bebé – me sonríe –, déjame disfrutar de tu embarazo estos dos últimos meses ¿sí? – me abraza – o a menos que me prometas que pronto tendremos otro.
- ¿Otro? – le sonrío sin ganas – corazón – le cambia su semblante al decirle eso, dejó de sonreír ¿Por qué? – déjame pensar en Valentina primero y luego ya veremos si tenemos otro ¿sí?
- ¿Valentina?
- Sí, había pensado en llamarla así – me toco la panza, sonriendo.
- ¿Ya habías elegido un nombre? – yo asiento