Un aeropuerto y un poco de mala suerte
1.2 Para Maria Beatriz el viaje habia iniciado de una manera un tanto distinta, ella sabía que no sería un viaje cualquiera. Habían varias razones para ello, la razón principal era evidente a simple vista, ella había despertado en una habitación que se encontraba totalmente vacía, salvo una maleta en medio de su habitación y las cobijas de Disney que habia decidido no llevarse a Canadá.
Muchas de sus cosas se encontraban llegando a su nueva casa en Oakville, donde compartiría con un chino callado y una vietnamita que casi ni aparecería por ahi. En una repisa quedaba un solo peluche que no habia querido regalar, lo demás había sido donado o regalado hacia unas semanas ya... Pero ella veía con los ojos llenos de sueño, el peluche del perrito de ojos grandes vestido de vaquero que su padre le había traído hacia tantos años de un viaje a los Estados Unidos... Le tenía un cariño extraño, no recuerda haberlo recibido, pero siempre estuvo ahí, como si la memoria hubiese desaparecido pero que al verlo su corazón saltaba de emoción instintivamente, como si su corazón lo recordase todo sin necesidad de su cabeza... Es por ello que no pudo regalarlo, pero tampoco tuvo la fuerza para empacarlo, sabía a la perfección que tenerlo en su cuarto con su familia tan lejos haría insoportable el sentimiento a nostalgia que eventualmente le atacaria...
El viaje era una despedida para ella por parte de su familia, aunque irían todos para acompañarla, toda esa semana tenía una esencia a despedida que era inescapable. Se había despedido de sus amigos el viernes por la noche, aguantando las lágrimas y celebrando con karaoke, doritos y tequeños. Lo más llamativo fueron todas las promesas de mantenerse en contacto que se vieron rotas en cuestión de meses, de las cuales solo una llegaría a superar las distancias, su mejor amiga Paola sería quien contra todo, jamás la dejaría olvidada, las cuáles muchos años después volvieron a juntarse para nunca más separarse. Ella se había quedado todo el sábado con María Beatriz, el domingo despertaron y con un llanto incontenible la habían dejado en su casa antes de agarrar un rumbo definitivo al aeropuerto.
Una gran parte de María Beatriz no asimilaba la totalidad de su situación, la imagen de su habitación vacía era una imagen que la atormentaria por años, pero en ese momento parecía significar nada. Una parte de ella parecía tener la idea de que regresaría luego de pasar una semana en la playa, sin saberlo parecía repetirselo, desconociendo activamente lo que sabía, ajena a la realidad, ella no quería engañarse a si misma pero sin saber lo hacía. Lo cierto, es que aún no comprendía la magnitud de lo que se avecinaba, que su vida cambiaría radicalmente y sin saberlo, tomaba un avión de sólo ida.
Maria Beatriz había terminado con su primer novio hacía unos 6 meses aproximadamente, casi al mismo momento que había decidido mudarse a Canadá e instantes después de comunicárselo. Ella estaba decidida a continuar sus estudios, seguir su vida por otras latitudes. Pero su relación llego a un quiebre definitivo al momento en el que su novio reacciono egoistamente e insultantemente le decía que se quedara, que el le daría todo lo que necesitará, no tenía que irse a estudiar... Esa reacción no solo la decepcionó, le hizo entender que irse era la mejor opción o por lo menos dejarle en ese mismo instante.
Entre todos sus planes y promesas a futuro, fue una noche de viernes celebrabado con cerveza en casa de Paola, a escondidas de sus padres, que prometió trago en mano no volver a enamorarse hasta llegar a Canadá...
Pero no tenía en cuenta que rompería esa promesa, sin darse cuenta, sin saberlo, se enamoraria irremediablemente de un muchacho delgado y piel morena que en ese momento había prácticamente ignorado luego de verlo haciendo la cola para subir al avión... Un joven que ni le había llamado la atención.