Una sonrisa ausente

Días del ayer

Estaba sentada como siempre delante de un computador. Haciendo lo de siempre. Escribiendo, atendiendo, sonriendo; aburriéndome.

Hace ya varios años que llevaba esta rutina, de levantarme; cambiarme, desayunar, trabajar, dormir. Ya nada era igual a como solía ser. Muchas veces me decían "Vamos" hay que ir a una fiesta, a divertirnos. Sin embargo, hace bastante tiempo había perdido una parte de mí misma al sentir esas pérdidas en mi vida.

Me levanto. Ya ha terminado mi horario de trabajo. Recojo mis cosas de manera pausada y tranquila.

- ¡Hey! - Me grita Andrea, una compañera de trabajo quién llega acercándose rápidamente a mi costado - Ya en una semana es Navidad y los chicos están pensando en hacer una reunión. Anda únetenos, sería maravilloso que vinieras esta vez, además podrías conocer chicos - me dice de manera muy divertida.

Me quedo mirando su manera de expresarse con tanta alegría y de alguna manera se me hace un nudo en la garganta. La verdad es que no podía, no me sentía con ganas de ir; era demasiado problemático. Además, yo no iría a malograr su noche divertida con mi forma de ser.

- Lo siento, Andrea - Le respondo de manera por demás firme - Sabes que no soy del tipo de personas que suele asistir a reuniones, y mucho menos si son por una celebración - Noté una cara desilusionada en ella, pero era necesario hacerlo; pues no iba a ceder por que ella se sintiera triste - además, tienes a muchas personas más a quiénes invitar, no te centres en mí - términé dándole una mirada algo amistosa y una pequeña sonrisa, buscando mi medio de escape.

- Cariño - Me dijo ella con una voz y de una manera muy diferente a cómo habla una joven de unos 23 años, a mi espalda - No puedes vivir encerrada en ti misma, no dejes que el pasado influya tu presente; eres lo que haces, y debes disfrutar, pues la vida es un milagro - terminó diciéndome y retirándose.

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- Ya llegué - Dije con una voz algo alta pero tranquila. Tenía que levantar algo la voz para que mi abuela de 80 años pudiera escucharme, pues está ya algo pasada de edad y un poco sordita. Era una de las pocas personas que quedaban a mi lado.

´- Cariño, ya llegaste - dijo sonriente mi abuela. Ella lucía muy jovial, y se notaba por demás feliz. Había estado evitándola los últimos días, pues tiene una afición profunda por la decoración de Navidad. Yo odiaba la Navidad. Bueno. no odio en toda regla, pero es solo que me trae recuerdos tristes - ¿Sabes? Este año los vecinos están organizando una fiesta para compartir esta fecha de Navidad - me expresó casualmente, sin mirarme, cosa que me incomodó un poco - Hija, ya le comenté a tu hermana y le agradó la idea. Así que este año vayamos juntas - Me dijo, soltando la bomba.

- Abuela, sabes perfectamente lo que pienso  y las cosas que suceden en cada celebración a las que somos invitadas. Sólo terminan en desastre si yo estoy presente - Expresé un poco exasperada. La miré fijamente unos segundos, notando la tranquilidad en sus facciones, digno de una persona que no comete ninguna fechoría y me retiré a mi habitación algo molesta. ¿Es que acaso nadie pensaba nunca en lo que yo sentía?

En años anteriores me quisieron obligar a ir a misa en Navidad, y fui en alguna ocasión. Fue un desastre, porque no llegaba ni a la mitad y estaba ya llorando como una niña pequeña. En otra ocasión, me invitaron a un compartir Navideño y ¡Oh, sorpresa! terminé peleándome a golpes (me averguenzo de ello) con la hija de los organizadores, en una ocasión diferente, lo único que hice fue tomar ... porque me encontraba algo incómoda... y prefiero no contar lo que sucedió.

He tenido muchas malas experiencias desde que ESO pasó. Creo en mi humilde opinión que la única forma en quie podría pasar una navidad tranquila, sería si estoy sola. Pero no... aquí nadie cree lo mismo. Pese que ya han pasado varios años, aún piensan que debo ir a hablar con un psicólogo. ¡Es el colmo! Yo solo trato de estar en paz conmigo misma y los demás me atacan (bueno no tanto.. jeje).

Soy algo arisca, cerrada e infantil en algunos puntos. Sin embargo, en algunas situaciones... ¿Cómo no terminar rechazando las cosas que me decían y haciendo un alboroto? Me habían tocado situaciones de lo peor y debía defenderme... pasé varias cosas y ahora esto. Estaba segura que todo acabaría en desastre, pero aceptaría ir. Por mi abuela, que necesita alguien que la apoye y la acompañe a disfrutar sus pocos años; mi hermana, quien bueno, necesita distraerse (no soy egoísta) y mi honor, sé que es algo exagerado en estas épocas, pero una invitación es una obligación, y siempre puedo escapar. Así que juro que iría a esa actividad... aunque sólo fuera para terminar a un costado, totalmente incómoda.

 

 

 



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En el texto hay: navidad, magia, recuerdos del pasado

Editado: 21.11.2018

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