Brenda
*
Mi día es mejor que el de ayer desde que encuentro a Bruno feliz con sus tenis nuevos. No sé quién se los ha comprado, posiblemente alguien que me vio suplicando por una extensión de mi límite de crédito. Me hubiera gustado saber quién fue para agradecerle, de otra forma habría sido imposible comprarlos.
En medio de mi pelea con Matilda y Thiago recibí varias llamadas de mamá. Los zapatos de Bruno eran tan viejos que se rompieron, sus compañeros lo burlaron y él golpeó a uno de los niños.
Bruno es tan pacifista que no daba crédito a lo que escuché, ¡él nunca había golpeado a otro niño!
La directora me citó en la dirección, también a los padres del otro niño. No pasó desapercibido para mí cómo Bruno miraba al papá de su compañerito. Él quiere tener un papá, duele tanto saber que no puedo darle eso.
Bruno no fue suspendido porque nunca había tenido un problema similar. Todo se solucionó con una disculpa y una promesa de buen comportamiento. Pero entonces necesitábamos unos tenis nuevos y era imposible que los comprara, al menos no los que Bruno quería. Un buen samaritano se los ha regalado, espero que en donde sea que esté, sea recompensado.
El temible mensaje de mi jefe llega mientras empaco la lonchera de Bruno. Quiere verme apenas llegue a la televisora.
—Probablemente me despidan —comento a mi madre y le entrego la lonchera, ella lo llevará al colegio. Sólo contamos con un automóvil que podría pertenecer a un museo. Prefiero que lo use mamá para llevar y pasar por Bruno al colegio; yo uso el transporte público.
—¿Qué? —Se queda boquiabierta—. ¿Por qué…? ¿Qué ha pasado?
—Larga historia —suspiro—. Tengo que ver a mi jefe, luego te cuento.
Me despido de mamá con un abrazo. Beso en la frente a Bruno y salgo de la casa. Hago el recorrido hasta la televisora en piloto automático mientras pienso en todas las disculpas que puedo decirle a mi jefe para que no me despida. En menos tiempo del que pensé ya me encuentro cruzando las puertas principales de la televisora y, con pasos mecánicos, me dirijo a la oficina de Alex Olivares.
Su secretaria me avisa que puedo pasar, está esperando por mí. Recurro a todo mi autocontrol para no temblar de pies a cabeza y entro a su oficina que está decorada con todos los reconocimientos que ha obtenido a lo largo de su carrera.
—Brenda —saluda.
—Señor Olivares.
—Toma asiento, por favor. —Señala las sillas frente a su escritorio—. ¿Cómo estás?
«Temblando».
—Bien, gracias…
—Me alegro —sonríe y echa el cuerpo hacia atrás en su cómoda silla ejecutiva—. Me he enterado del conflicto de ayer con Matilda.
—Señor, lo lamento, yo…
—Ya será difícil que trabajes con ella.
—No, claro que no… Me disculparé y…
—Y por eso he decidido ascenderte.
Mi quijada cae.
—¿Perdón?
El productor hace un profundo asentimiento y sonríe.
—Brenda, trabajaste con Fabián, creo que tienes más experiencia que muchas de las personas que trabajan en la televisora.
—Sí, bueno, aprendí mucho con él…
—Y por eso quiero que uses tu conocimiento para guiar a alguien más.
—¿Guiar?
—Sí.
Olivares suelta otro suspiro como si no supiera cómo decirme lo que está pensando.
—¿Cómo es tu amistad con Thiago?
—¿Con su hijo?
—Sí.
—No tenemos ningún tipo de amistad…
Ayer no pudo ni intervenir para controlar a su «amiguita». Aprieto los puños y respiro despacio, no lo he perdonado por eso.
—Mejor.
—¿Por qué?
El productor consulta su reloj, se toma un momento en silencio y luego responde:
—Quiero que seas la asistente de Thiago.
Sus palabras retumban en mis oídos. Miles de imágenes regresan. Recuerdo mis primeros días trabajando con Fabián, lo feliz que era en mi puesto, y no puedo evitar controlar una chispita de alegría que brota en mi pecho; pero de inmediato también recuerdo que Thiago no es Fabián y que el hijo del productor no pudo intervenir o detener a Matilda cuando me arrebató el celular.
»No pareces muy feliz con la idea.
—No, claro que no —espeto—. Lo lamento, pero no puedo aceptarlo.
Olivares asiente, como si hubiera adivinado que rechazaría su oferta.
—Tu salario será tres veces el que ganas actualmente, tendrás chofer y todas las comodidades que tienen los asistentes.