Una trampa para el insoportable

Capítulo 4. Las sillas también son peligrosas

Thiago

*

—Es el peor baile que he visto en la historia.

Recibo las miradas reprobatorias de todo el panel de jueces, pero ¿qué querían? ¡fue terrible!

—Thiago, son niños… —suaviza Marianne.

—¿Y? Si están aquí es porque les interesa el medio del espectáculo y mejor si desde ahora piensan si pueden manejarlo o no.

Marianne me ignora, decide felicitarlos y no vuelven a permitir que hable hasta que envían a anuncios comerciales.

—Te pasaste, Thiago —sisea Marianne antes de abandonar la mesa de los jueces.

Ni me molesto en preguntar. La conductora se acerca a la pareja de niños que acaba de bailar. Cada poco tiempo se hace un concurso de baile infantil en el programa matutino, suelen venir niños que son peores que yo para bailar y esperan que me desviva en halagos por su corta edad. Puedo ser muchas cosas, pero hipócrita no es una de ellas.

—Brenda —llamo sin inmutarme por las miradas desdeñosas de todos mis compañeros.

Mi nueva y obligada asistente se apresura hasta mí. Sostiene la tableta electrónica donde ha anotado todas mis indicaciones sin cuestionar.

»¿Qué dicen en las redes sociales?

Ella desliza sus dedos sobre la pantalla y elige un comentario en twitter para leer.

—Dice, ¿por qué Thiago es tan amargado? Debería ir y picarse la co…

—Ok, entendí —interrumpo con un resoplido.

Brenda está sonrojada con el texto que acaba de leer.

»¿Alguna otra cosa?

Ella lee en silencio un momento.

—La mayoría dice más o menos lo mismo.

—Qué exagerados —suspiro—. Lo hicieron mal, lo viste, ¿no?

—Son niños —resume Brenda y encoge los hombros—. La mayoría quiere ganar para ayudar a sus papás con el dinero del premio.

Entorno los ojos. No puedo creer que nadie comprenda mi punto.

—O sea, habría sido mejor que mintiera, ¿eso quieres decir?

—No mentir, pero no ser tan duro…

—¿Por ser niños?

—Pues sí.

—No entiendo en qué afecta que sean niños, mi padre me decía cosas mucho peores.

Brenda baja la vista y no dice más, supongo que sigue sin comprender mi postura.

»Como sea, ¿enviaste las flores como te pedí?

—Sí, prometieron avisar cuando las recibieran.

—Bien, recuerda avisarme también. Es todo.

Asiente y se marcha. Apenas tenemos unas horas trabajando juntos y parece que nos llevaremos bien o, por lo menos, normal. Sigue instrucciones, toma notas y no pregunta demasiado; es justo lo que necesito. Creo que mientras mantengamos esta interacción funcionaremos a la perfección.

No tiene que enterarse de que he sido yo quien le regaló esos tenis a su hijo. Prefiero que aquello se mantenga como un secreto eterno.

*

Dayana, la chica con quien suelo salir, ha recibido mis flores. Tengo una sesión de fotos sexys en el celular como agradecimiento. Estoy recostado en el sofá del camerino mientras respondo sus mensajes de felicidad por recibir algo tan simple como flores. Ni siquiera las he elegido yo, sino que fue Brenda, tiene buenos gustos.

Mi asistente entra en ese momento al camerino y se disculpa al verme, pero le indico que pase.

—¿Ya hablaste con recursos humanos?

—Sí, me han explicado cómo solicitar un chofer cuando lo necesite —responde ella—. ¿Necesita algo más?

Su horario de salida está cerca. Sus horas de trabajo ahora son menores, las mismas que las mías, al menos que necesite de sus servicios para algo más y, en este caso, es así.

—Sí, tendrás que pasar a la tintorería por la tarde a recoger mis trajes y llevarlos a mi departamento.

Brenda de inmediato saca la tableta electrónica y toma nota. Me pregunta la dirección y le digo el nombre del establecimiento, así que busca la ubicación en internet.

—En el cajón de la mesa puedes encontrar el ticket para recoger la ropa.

Ella avanza a grandes pasos hasta la mesa ubicada frente al amplio espejo rodeado de focos. Es el sitio más luminoso del sencillo camerino de paredes cafés que me asignaron hace apenas unas semanas atrás. Ignora que la observo, pero quiero ver su reacción cuando descubra lo que hay en ese cajón y, como me imaginé, sus mejillas se tiñen de rojo al descubrir los paquetes de condones.

Brenda me lanza una mirada rápida y el sonrojo aumenta al descubrirme mirándola. Toma el ticket y lo guarda en el bolsillo de su saco azul oscuro.




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