Una trampa para el insoportable

Capítulo 6. Una mujer cubierta de estrellas

Brenda

*

Thiago es un poco desesperante frente a las cámaras, pero como su asistente no puedo decir que sea particularmente odioso conmigo. Mi trabajo ha resultado sencillo e incluso suelo olvidar que su padre me ha pedido que lo espíe, no hay mucho por espiar.

Han sido unos días tranquilos, demasiado. Sólo me ha pedido enviar más flores que ha dejado a mi consideración, traerle café y cosas comunes que hace cualquier asistente.

Su padre le ha llamado la atención por el moretón en la cara, aunque se ha disimulado bien con maquillaje; sin embargo, es obvio que tiene un golpe. En las redes sociales se han regado cientos de chismes y la mayoría ha acertado: Thiago se lo buscó.

Ya sé que la violencia no es la solución, pero ¿qué esperaba Thiago? ¿Un ramo de orquídeas?

Empieza un segmento de anuncios comerciales y Thiago abandona el plató. Hoy luce unas ojeras descomunales, parece que tuvo una noche ocupada con Dayana. Apenas ayer envié un tremendo ramo de girasoles con un poema que descargué de internet, fue todo un éxito por lo que veo.

Thiago se deja caer en sofá, a mi lado, y acepta el café que le entrego; es el tercero de la mañana.

—Ciento treinta grados —señalo, ya he aprendido a qué temperatura lo pide para que pueda beberlo sin quemarse la lengua.

Como dato curioso, la barista me comentó que le llaman «temperatura para niños». Tiene tanto sentido y es tan irónico, que me encantó.

—Gracias —murmura y bebe un sorbo, luego permanece con la mirada perdida en un punto en medio de la nada.

El productor me dirige una mirada aprobatoria. Thiago se ha comportado mejor hoy que otros días o, por lo menos, no ha destrozado los sueños de ningún niño; ya es un avance. Aunque no me parece que su actitud sea porque está madurando o ha decidido dejar de ser más agrio que el limón, sino que parece perdido en sus pensamientos.

—Creo que cometí un error —dice luego de beber en silencio unos minutos.

—¿Cuál?

Thiago gira el rostro hacia mí y mi pecho se estremece, es muy guapo. El aroma varonil de su colonia no ayuda.

—Anoche hablé con Dayana.

Eso explica muchas cosas.

—¿Y qué pasó?

—Fue terrible —suspira hondo—. Nunca la había visto así…

—¿Se enojó?

—No. —Niega con la cabeza—. Me suplicó de rodillas.

—Oh.

No sé bien qué decir. Debió ser algo terrible porque, por lo que he visto de Thiago, siente cariño por Dayana, mas no sé si lo suficiente para cambiar su plan de vida.

—Fuimos al cine a ver una película de comedia romántica, regresamos al departamento y en la plática surgió el tema de los bebés… Ella ya sabía mi postura, sólo la mantuve e insistió tanto en que debería reconsiderarlo que le dije que tal vez era mejor dejar las cosas así, no buscamos lo mismo en la vida y…

Thiago bebe un poco más de su café antes de continuar:

»Se puso tan mal… Lloró, me rogó y… me costó tanto calmarla. Nos quedamos en la sala, se durmió llorando y por la mañana, cuando desperté, ella se había marchado.

Fabián tampoco quería novia, rechazó la propuesta de Marianne, y ahora está felizmente casado y con un bebé. A veces no es el momento ni la persona, pero no creo que comentarle eso a mi jefe sea de mucha ayuda.

—Eso es terrible…

—Lo es, sí…

—¿No han hablado ya?

—No. —Y revisa su celular por si las dudas—. Tampoco quiero escribirle, podría malinterpretarlo.

—¿Te mantienes en tu postura?

—Sí, eso creo…

—¿Eso crees?

Thiago se afloja la corbata y relaja su posición en el sofá.

—No quiero hijos, al menos no ahora, no sé en diez años, tal vez enloquezca de amor y quiera ser padre, no lo sé, Brenda, pero sí sé que Dayana no es la mujer que me hace dudar de mi postura.

—La reversión de la vasectomía no siempre restablece la fertilidad, lo sabes, ¿verdad?

—Sí… —Hace un profundo asentimiento—. Prefiero correr el riesgo…

—Entiendo —suspiro—. Entonces hiciste bien, Thiago… Ella merece encontrar a alguien que comparta sus ideales.

—Es lo que pienso, pero… —Intenta frotarse la barbilla, he notado que suele hacer eso, pero el moretón todavía le duele un poco y aparta rápido la mano—. Nunca había visto a una persona así…

—¿Así…?

—Tan rota…

Intercambiamos una mirada preocupada. Tal vez comprendo un poco a Dayana, la desesperación por querer mantener a alguien a tu lado, el miedo al cambio y a lo que viene. En mi situación no podía permitirme ser débil, tenía un ser humano en el vientre, pero quizá de otra forma habría actuado de manera parecida. La desesperación y el miedo son una mezcla peligrosa para cualquiera.




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