Una trampa para el insoportable

Capítulo 11. Una familia complicada

Brenda

*

—¡No entiendo! —brama el productor y golpea con la palma abierta la superficie de su escritorio—. Brenda, ¿no entregaste toda la entrevista? ¿por eso Thiago tuvo que improvisar?

Abro la boca para responder con un rotundo «lo hice», pero Thiago se adelanta:

—Brenda me ha entregado toda la entrevista, he sido yo el que omitió algunas preguntas y finalizó así.

Asiento, aunque me siento mal por la posición en la que se encuentra Thiago. No siento que su padre sea de esos que perdonarían todo de su hijo, al menos ya no. Antes de observar de cerca su interacción creía que Thiago era insoportable en el programa porque sabía que su puesto estaba seguro, pero ahora no sé. Él dice que no lo despedirá, yo tengo mis dudas.

—¿Por qué, Thiago? —pregunta su padre con tono desilusionado. Debería sentirse orgulloso de lo que ha hecho su hijo—. No comprendo, ¿sabes en qué problema nos has metido? Podrían demandar.

—Podemos pagar y escapar de la demanda, él lo hizo —contesta Thiago sin ápice de miedo o culpa.

Su padre inhala hondo, sus fosas nasales se dilatan y luego menea la cabeza de forma negativa.

—Thiago… Si las autoridades lo declararon inocente, nosotros debemos mantener eso, sino parece que decimos que tenemos autoridades corruptas.

—Tenemos autoridades corruptas —enfatiza él.

Thiago está sentado en la silla de al lado con una actitud despreocupada. Yo estoy tan tensa que casi ni se nota que respiro.

Su padre deja caer los hombros al frente y desvía la mirada hacia la televisión donde se está transmitiendo el último bloque del programa que produce.

—Esto es un desastre… —murmura el hombre.

Me aclaro la voz, pero me ignoran en medio de su silencio incómodo, así que hablo sin más:

—En las redes sociales Thiago está recibiendo mucho apoyo… No perdonan su actitud prepotente con el participante, pero aplauden que tuviera el valor de enfrentar a Gabriel Dos Campos en vivo.

—¿Ves? —Thiago me señala con un ligero movimiento de cabeza—. Por lo menos nos mantendremos en la opinión pública por un buen rato. De nada.

Su padre me dirige una mirada difícil de interpretar, luego baja la vista y asiente.

—Algo bueno, creo… No siempre es cierto eso de que no existe la mala publicidad, a veces la hay.

El celular de Thiago recibe una llamada. Revisa la pantalla y dice que es su madre, responde rápido.

—Hola, madre… Sí, estoy con él, sí… —Padre e hijo intercambian una mirada rápida—. El programa está por terminar, estaremos encantados de almorzar juntos como una bella familia.

La ironía en la voz de mi jefe es una daga fría que se desliza por el aire.

»Claro, madre. En un momento nos vemos.

Termina la llamada y sonríe a su padre que simplemente ha bajado la mirada.

—Brenda, puedes retirarte —me dice el productor—. Disculpa.

—Lo importante es que se ha aclarado —acepto la disculpa y me incorporo—. ¿Necesitas algo más, Thiago?

Él ladea el rostro cuando me ve y niega despacio, pero la sonrisa en sus labios me sonroja, es como si quisiera decirme que desea algo que tal vez no puedo darle.

Escapo de ahí. El sonido de mis tacones bajos es lo único que se escucha en la oficina antes de cerrar la puerta.

La secretaria del productor me dirige una mirada, suspira y niega con la cabeza.

—Familia…

—Son complicados —opino.

La chica asiente.

—No se llevan bien.

—Siempre creí todo lo contrario.

—Yo igual, hasta que los vi juntos —admite ella—. Es mejor no interferir, créeme. Deja que ellos se maten.

Acepto su consejo con una sonrisa y me marcho. He salido un poco antes del trabajo, así que puedo pasar por Bruno al colegio. Aviso a mamá y me apresuro a ir por mis cosas al camerino de Thiago. Un sentimiento cálido me cobija el pecho cuando proceso que soy la única persona con llave, por eso me ha pedido que me encargue de llamar al servicio de limpieza por  las mañanas.

Mi vista cae irremediablemente sobre la silla en la que Thiago me abrazó. No quiero sentirme así, es demasiado… bonito. Tenía tantos años sin sentir estas «cosas», estas emociones, y me asusta. La última vez me embaracé y atravesé sola por un momento que debí compartir con mi pareja.

¿Y si sigo eligiendo mal a los hombres? No puedo traer un desastre a la vida de Bruno.

Recojo mi bolso y salgo del camerino. Por desgracia, al doblar en la esquina casi me estrello con Matilda.

—Oh, hola, Brenda —canturrea.




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