Una trampa para el insoportable

Capítulo 12. El borrachito insoportable

Brenda

*

Thiago está riendo en la televisión. Se ve tan normal, tan… tranquilo, no como si acabaran de acusar a su padre de abuso sexual.

—El crayón, mami —pide Bruno.

Entrego el crayón verde a mi hijo y sonrío cuando comienza a colorear un árbol. Llevamos un rato dibujando frente a la televisión de la sala. Por lo general vemos caricaturas, pero hoy me he mantenido atenta a las noticias. Sin embargo, debo mirar canales televisivos de la competencia, pues son los únicos que mencionan la acusación.

Precisamente estoy viendo un programa de espectáculos donde están hablando del padre de Thiago, aunque lo tengo en silencio; no quiero que Bruno escuche esas cosas.

Han transmitido fragmentos del programa de hoy. Todos están sorprendidos por el desenvolvimiento de Thiago en vivo, hasta parecía más amable de lo normal.

Por la mañana, luego de ver el video, fui a buscarlo. Me evitó, como a todos. Nadie se atrevió a preguntarle por el video. De hecho, me dijo que podía marcharme desde antes de que terminara el programa y lo hice porque supe que no hablaría conmigo sobre lo que acababa de pasar.

Nadie vio al productor. Se desvaneció en el aire y dejó a cargo al jefe de piso.

He tratado de recordar algún comportamiento extraño del productor, pero no viene nada a mi memoria. Siempre fue distante con todos. No obstante, la chica que lo acusa no es empleada de la televisora. Es probable que buscara víctimas en otros sitios.

—Es tarde, cariño, y mañana tienes clases.

Bruno hace un mohín que sustituye con una risa cuando pellizco de forma juguetona su nariz.

—¿Está en problemas tu jefe? —pregunta y señala la televisión.

—Algo así.

No quiero mencionar nada sobre «padres». Bruno lleva días sin sacar el tema a conversación. Permanece un momento mirando la televisión y finalmente dice:

—Él me agrada.

—¿Por qué te agrada, cariño?

Bruno encoge los hombros y sigue dibujando.

Mi madre sale de la cocina y pide a Bruno que la acompañe para llevarlo a acostar. Mi hijo se levanta y obedece. Ninguno de los dos se percata de que me he perdido en mis pensamientos.

Thiago es el primer hombre adulto que es del agrado de Bruno al menos del que me habla. Si las cosas no fueran tan complicadas, quizá podría ser bueno para mi hijo tenerlo como amigo.

Una llamada, de un número desconocido, interrumpe mis pensamientos. Respondo y escucho música al otro lado de la línea.

—¿Brenda? —pregunta una voz masculina y desconocida.

—Sí, ¿quién es?

—Tenemos aquí a un tipo inconsciente que te tiene como número de emergencia en la cartera, ¿podrías venir a buscarlo?

—¿Perdón? No soy el número de emergencia de ningún tipo.

El hombre suspira.

—Pues temo decirte que lo eres, pero si quieres déjalo… Haré que lo tiren en la calle.

—¡Espere! —exclamo cuando está por cortar la llamada—. ¿Cómo se llama el tipo?

—Thiago, se parece al Thiago de la televisión… —Calla un instante—. ¿Es el Thiago de la televisión?

—No, no es él —miento mientras me calzo los tenis—. Trabaja como cómico y suele caracterizarse de ese Thiago, ¿en dónde está?

El chico me explica cómo llegar al bar. Por supuesto que mi jefe no se iba a embriagar en un bar de mala muerte, se encuentra en un club nocturno de los más exclusivos de la ciudad.

Me cuelgo el bolso al hombro y me apresuro a la habitación de Bruno. Mi hijo ya tiene el pijama y está subiendo a su cama. Aviso que saldré un momento y me marcho antes de que mi madre me sermonee por salir tan tarde. Las madres nunca cambian sin importar la edad de sus hijos.

Tomo las llaves del auto y emprendo el rescate de mi jefe borracho que me tiene como número de emergencia… ¿No tiene familia o qué?

Probablemente tenía a su papá como número de emergencia…

¡Maldición! Ya sabía que todo era una careta, ¡es imposible estar tan tranquilo cuando acusan a tu padre de abuso sexual!

El club está lejos, me toma un rato llegar. Estaciono el automóvil cerca de la puerta y bajo corriendo. Por un momento parece que no me dejarán entrar, sólo lo hacen cuando explico que he venido por el «borrachito».

—El que se parece al de la televisión —agrego, por si las dudas.

—Sí, sí, el insoportable —relaciona el guardia de seguridad—. Adelante, este igual es medio insoportable.

Esbozo una sonrisa nerviosa y entro al club nocturno. El pasillo está completamente a oscuras, al fondo se encuentra la puerta que conduce al club donde, al llegar, te encuentras rodeado de luces, personas y música.




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