Una vida a tu lado

Capítulo 7

Felicidad,una palabra tan sencilla pero a la vez tan llena de significado. Si alguien le preguntara a la antigua Samantha hace unos años atrás,¿qué es la felicidad?, seguramente te diría algo como estar tranquila en su pequeño cuarto,rodeada de buenos libros para leer y mucha comida. Y aunque eso no suena para nada mal. Hay algunos momentos en nuestra vida,donde la soledad sin duda alguna no es la mejor compañía y eso lo viví en carne propia.

Cada vez que terminaba algún libro, cada momento donde podía ser yo misma haciendo esas cosas que tanto me gustaban,me hacían feliz, no lo niego. Una comida en familia, o una salida con amigos sin duda alguna eran momentos especiales que atesoraba en mi memoria,para nunca olvidarlos. Pero,¿qué ocurre cuando esos momentos pasaban?,cuando nuevamente volvía a mi rutina diaria ,cuando las personas se iban y quedaba sola. Cuando el silencio se adueñaba por completo del lugar,a veces muy tranquilizador,en otras ocasiones aunque parezca extraño inquietante...desesperante.

La felicidad que antes me envolvía escapaba de mis manos en segundos.Y el hueco,el vacío en mi pecho aumentaba y se volvía cada vez más grande,más profundo,más latente. Como si fuera un agujero negro que absorbía todo a su alrededor. Me sentía como la pieza perdida de un rompecabezas,buscando un lugar donde encajar.

Lo peor era, que aunque tratará de llenar ese vacío con todas mis fuerzas,nada lo aplacaba,nada lo detenía ,nada hacía que dejara de doler. Hasta esa noche...Esa noche donde las voces en mi mente no me dejaban en paz y mis miedos me tenían prisionera.Esa noche que parecía tan oscura,y asfixiante pero que luego se convirtió en el mejor momento de mi vida. Porque fue en esa noche donde lo conocí a Él, Jesús.

Mis ojos estaban cansados de tanto llorar,y mi voz rota de tanto gritar,el echo de solo respirar era un lucha para mí,y ya no tenía fuerzas para nada más. Cuando pensé que me hundía en mi propia oscuridad,cuando estaba a punto de rendirme,el extendió su mano. Y en ese momento el frío que sentía desapareció y fue reemplazado por calidez,las voces se fueron,la oscuridad a mi alrededor se disipó. El dolor en mi pecho finalmente no estaba, y el vacío era llenado poco a poco,mis ojos derramaban lágrimas pero esta vez no era por tristeza,yo no sabía porque pero lloraba.

Me sentía amada,perdonada,y ese amor me llenaba por completo,hasta el lugar más oscuro y apartado de mi alma se lleno de paz. En ese momento descubrí cual era el verdadero significado de la felicidad: Dios. Comprendí que el mundo te ofrece felicidad,pero es momentánea,pasajera. Sin embargo la felicidad que te ofrece Dios te mantiene pleno,lleno de gozo y paz,puede que el mundo se esté cayendo a tu alrededor,que no tengas fuerzas,pero esa felicidad nunca desaparece,al contrario cuando lo buscas aún sin fuerzas, Él te ayuda y hace que ese gozo aumente.

Hay ocasiones en que no puedes apartar la sonrisa de tu rostro,porque Dios se encarga de convertir cada lágrima derramada en una sonrisa. Cuando caminas con Dios ,cuando aprendes a confiar en él, hasta las cosas más pequeñas y comunes te hacen feliz,y esa sensación no desaparece luego de unos minutos. No,se queda allí,permanece en tu interior.

Y es así como me siento ahora respirando ese agradable olor a agua salada,y viendo desde el balcón de la entrada de la casa,la mano de Dios en cada detalle de su creación. En ese cielo azul lleno de nubes,y el majestuoso mar y sus olas. Todo es tan perfecto,tan hermoso. Con Dios aprendí que no hace falta mucho para ser feliz, solo basta con estar con las personas y el ambiente correcto,pero la mejor parte es sin duda alguna su compañía, porque a Dios no hace falta verlo para saber que él está allí,lo sientes,como ese viento que ahora me despeina,en cada latido que da mi corazón,lo siento. Pero sobre todo, veo a Dios en la sonrisa de Alan mi pequeño príncipe de ojos azules. Quien ve emocionado desde los brazos de su padre el mar por primera vez. Y para mí, eso es sin dudas el verdadero significado de la felicidad.

Seguía disfrutando de la vista a mi alrededor viendo como poco a poco los colores del atardecer comenzaban a pintar el cielo de diferentes matices hasta que sentí la presencia de una persona a mi lado.

–¿Por qué no te unes a ellos Sam?-

–La verdad quisiera pero aún tenemos muchas cosas que hacer, desempacar, preparar la comida y...

– No te preocupes,Marcos y yo nos encargaremos de ello-volteé el rostro al escucharla,encontrándome con la mirada amable de la señora Ana.

–Pero

–Tranquila Sam,ve a divertirte un rato,–dijo volviendo a colocar la vista al frente.

–Está bien–comencé a caminar hacia ellos, escuchando cuando me acercaba, a una Emily curiosa preguntar-¿Por qué los cangrejos hacían agujeros y se escondían en la arena.–mientras
agachada señalaba algo frente a ella.

El pequeño hombrecito fue el primero en percatarse de mi presencia y con una enorme sonrisa en los labios y ojos cálidos,me hizo señas para que me colocará a su lado.Y así lo hice.

–Sami esto es increíble,estoy muy feliz -

Nuevamente esa calidez se hacía presente en mi pecho. Porque nada en este mundo valía más que ver la sonrisa de Alan,sus ojitos se achicaban y su rostro se iluminaba por completo cuando lo hacía. Solo podía agradecer a Dios por ello. Por este hermoso momento.

–Que bueno pequeño príncipe–dije pasando una mano por su cabello revolviéndolo.

–Me alegra que hayas decidido unirte a nosotros Samantha–dijo Ethan viéndome fijamente.–

–A mi también Ethan–mencioné perdiéndome en su mirada. Esos ojos azules que eran como dos imanes,una vez que los mirabas por más que quisieras no podías apartar la vista de ellos. Eran...simplemente hermosos.

La pequeña pelirroja pecosa ignorando lo que ocurría entre los dos adultos levantó sus ojitos para mirar el cielo y algo en el capturó su atención. Así que se acercó a su pequeño amigo,para contarle su nuevo descubrimiento.–Mira Alan esa nube parace un perrito–dijo señalándola con sus dedos.




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