¿una vida normal?

Capitulo 1 (Inquina)

—A mí, en serio, me alegra que murieras —dijo con un tono condescendiente, al borde de las lágrimas, frente a aquella lápida recién construida.

Mientras soplaba el frío viento de otoño, una mujer observaba la lápida con unos ojos color obsidiana, pero con un gran vacío en ellos. Una especie de resentimiento se reflejaba en su mirada al verla.

—Puedo apostar que ni siquiera moriste con arrepentimientos… ¡No ofreciste disculpas a nadie! ¡Heriste a tanta gente, me heriste a mí, y no te importó todo el daño que causaste! —gritó la mujer con rabia y dolor.

Vociferó una y otra vez, maldición tras maldición, frente a esa tumba, como si reclamara situaciones del pasado ya olvidado. Hasta que, a lo lejos, se notó que el cielo comenzaba a cambiar de color. Entonces, cansada, sollozó:

—No puedo entenderte, madre. Simplemente no puedo.

Se quedó un rato más, solo observando el lugar, sin decir una palabra. Sintió un pequeño toque en el hombro. Al darse la vuelta, se limpió los rastros de lágrimas del rostro y se dio cuenta de que era Dion, su amigo de la universidad.

—Perdón por interrumpir tu momento, pero ya está oscureciendo y me estaba preocupando, ya que no regresabas, Jina. Creo que ya es hora de volver. Falta poco para el toque de queda, y si nos ven fuera, pueden arrestarnos —dijo en tono amable y precavido.

Jina miró una última vez la tumba, luego se dio la vuelta para salir del cementerio. Hablo de manera exhausta.

—Está bien, volvamos. Ya terminé lo que vine a hacer.

Al salir del cementerio, Dion me abrió la puerta del auto como todo un caballero. Asentí en señal de agradecimiento y subí sin decir ninguna palabra. Me dediqué a mirar por la ventana mientras el vehículo avanzaba lentamente por las calles mojadas. La lluvia comenzó a caer en silencio, empañando los cristales y difuminando las luces de la ciudad como si el mundo se desvaneciera detrás de un velo húmedo.

El viaje transcurrió en calma. Ninguno de los dos rompió el silencio. Él parecía respetar mi espacio, y yo no tenía fuerzas para llenarlo con palabras. Observé los edificios pasar uno a uno, como si se deslizaran como una cinta sin fin. El cielo iba apagando sus últimos tonos cálidos, dando paso a una oscuridad salpicada de luces que, a lo lejos, titilaban como luciérnagas suspendidas en el firmamento.

Después del toque de queda, dicen que pueden pasar cosas malas. Algunos aseguran que es peligroso, otros que exageran. Para mí, no es la gran cosa... pero a Dion sí le preocupa. Y mucho.

—Ya llegamos, Jina —dijo con suavidad.

Salí de mis pensamientos y asentí.

—Gracias por llevarme y traerme. Lamento ser una molestia en nuestros días de descanso —murmuré, en un tono tranquilo.

—No te preocupes, Jina. Está bien, no es ninguna molestia. De todos modos, aún queda el día de mañana. Si necesitas contarme por lo que estás pasando, aquí estaré, sin presiones. Procura descansar —respondió con esa voz amable y serena que siempre lo acompaña.

La forma en que habla, con ese tono apacible, tiene algo tranquilizante. Su voz siempre logra calmar mis pensamientos, aunque sea solo por un instante.

—Está bien. Ten buenas noches —respondí antes de darme la vuelta y entrar al edificio de los dormitorios.

Subir hasta mi habitación siempre es un fastidio. Vivo en el quinto piso y, como de costumbre, el elevador sigue sin funcionar. A regañadientes, comencé a subir las escaleras, una tras otra, con la mente ya sumida en un cansancio más emocional que físico.

Al llegar, noté que mi compañera de cuarto aún no había llegado. Supongo que no debe tardar. Me dormiré antes de que eso ocurra.

La palabra "inquina" se refiere a una aversión, mala voluntad o antipatía profunda hacia alguien o algo. También puede interpretarse como rencor o enemistad.




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