Uno

C5: La Cena Familiar y el Arte de la Evasión Elegante

La mesa de la cena familiar de los Valerius era un espectáculo de precisión y tradición. Cada plato de cerámica fina, cada cubierto de aleación pulida, estaba en su lugar exacto. Las luces ambientales se ajustaban para crear una atmósfera cálida pero formal. La madre de Cristiam, Clara, una mujer de impecable porte y mirada aguda, presidía la mesa con una sonrisa que no llegaba del todo a sus ojos cuando se trataba de ciertos temas. Su padre, Rafael, un hombre de ciencia y pragmatismo, observaba en silencio, dejando a Clara la tarea de la "gestión social".

-Cristiam, querido, te veo muy pensativo esta noche -comenzó Clara, después de una breve pausa en la conversación sobre la nueva regulación de los drones de reparto-. ¿Algún nuevo proyecto en el Jardín Urbano?

Cristiam tomó un sorbo de su agua filtrada, sintiendo la familiar punzada de anticipación. Sabía a dónde iba esto.

-No, madre. Solo un día normal. Aunque tuve una conversación interesante en la Terminal.

Clara levantó una ceja, una pequeña señal de interés.

-¿Ah, sí? ¿Sobre qué, si se puede saber? Espero que no sea sobre esas teorías conspirativas del "Gran Restablecimiento" que circulan por la infocapa.

Cristiam sonrió, un poco a pesar suyo.

-No, madre, nada tan dramático. Hablamos sobre... la vida. Y las decisiones personales.

Rafael, el padre, finalmente intervino, su voz grave.

-Las decisiones personales son importantes, Cristiam. Especialmente cuando se trata del futuro de nuestra línea familiar. Tu prima Sara ya ha presentado su solicitud para el programa de co-creación. Es una chica sensata.

Ahí estaba. El anzuelo. Cristiam sintió la necesidad de defenderse, de explicar su nueva perspectiva, de citar a Ariel. Pero recordó las palabras de Sombra, o más bien, su propia reflexión con Sombra: "Quizás no tengo que ser lo que todos esperan de mí. Quizás puedo ser solo... yo. Y eso es suficiente."

-Me alegro por Sara -dijo Cristiam, su tono calmado y uniforme-. Estoy seguro de que será una excelente co-creadora.

Clara, la madre, no se rindió tan fácilmente.

-Pero Cristiam, ¿y tú? Ya tienes veinticinco ciclos. La ventana de oportunidad no es ilimitada, y los mejores perfiles de compatibilidad genética no esperan para siempre. Tu padre y yo estamos ansiosos por tener un nieto. Es el curso natural de las cosas.

Cristiam miró a sus padres, no con resentimiento, sino con una nueva comprensión. Ellos no eran maliciosos; simplemente estaban operando bajo un conjunto de creencias y expectativas que les habían sido inculcadas. Eran, a su manera, tan prisioneros de esas "construcciones sociales" como él lo había sido.

-Madre, padre -dijo Cristiam, con una voz suave pero firme-, aprecio vuestra preocupación y vuestros deseos. Sé que lo decís con la mejor de las intenciones. Pero mis decisiones personales sobre mi futuro, sobre mi vida, son mías. Y en este momento, mi enfoque está en mi trabajo y en las cosas que me hacen sentir realizado.

Clara frunció ligeramente el ceño.

-Pero la realización personal también viene de la familia, Cristiam. De la continuación de tu legado.

-Y hay muchas formas de legado, madre -respondió Cristiam, sintiendo una fuerza interior que no había tenido antes-. Algunos construyen grandes obras, otros protegen el mundo natural, otros simplemente viven una vida que inspira. No creo que la validez de mi existencia deba medirse únicamente por si tengo descendencia biológica o no.

Rafael, sorprendentemente, dejó su cubierto.

-¿Estás diciendo que no tienes intención de casarte o tener hijos, Cristiam? Sé directo.

Cristiam respiró hondo. Aquí era donde la verdad, o al menos su verdad, tenía que salir.

-Estoy diciendo que no tengo un plan para ello en este momento, padre. Y si en el futuro mis prioridades no cambian, entonces esa será mi elección. No es un rechazo a vosotros, ni a la familia, sino una afirmación de mi propio camino.

Hubo un silencio tenso en la mesa. Clara parecía a punto de replicar con una letanía de argumentos, pero Rafael levantó una mano, deteniéndola.

-Entiendo -dijo Rafael, su voz más suave de lo habitual-. No es lo que esperábamos, Cristiam. Pero... entiendo que es tu vida.

Clara, aunque visiblemente molesta, no dijo nada más. La conversación giró hacia otros temas, pero el ambiente había cambiado. Cristiam se sintió exhausto, pero también extrañamente liberado. No había sido una victoria aplastante, ni un cambio de opinión radical por parte de sus padres. Pero había sido una afirmación de su autonomía, una declaración de su propia libertad.

Al final de la cena, mientras ayudaba a recoger los platos, Clara se acercó a él.

-Cristiam -dijo, su voz más baja-, solo queremos tu felicidad.

Cristiam la miró a los ojos.

-Lo sé, madre. Y mi felicidad, en este momento, no pasa por ahí.

Clara suspiró, una resignación teñida de preocupación.

-Bueno. Siempre puedes cambiar de opinión.

Cristiam sonrió.

-Quizás. O quizás no.

Y por primera vez en mucho tiempo, Cristiam sintió que la presión familiar, aunque aún presente, se había aligerado un poco. La conversación con Ariel, y la posterior reflexión con Sombra, le habían dado las herramientas para navegar por esas aguas turbulentas con una nueva calma. La batalla no había terminado, pero Cristiam había encontrado su voz.




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