☆゜・NICCOLO・゜★
No podía evitar que los ojos se desviaran del camino un par de veces por la mujer que viajaba a mi lado, su sonrisa era hermosa, y la forma en la que trataba a Sharon me tenía con un sentimiento extraño en el pecho.
—Los perros deben tener una camita y un plato lindo, su correa, y unos juguetes.
—Tienes razón, también una casa donde esconderse y un collar con una placa con su nombre. —Aurora iba de medio lado hablando con mi pequeña cosas sobre perros, se veían como si fueran madre e hija, y eso sólo trajo a mi mente recuerdos de Emilie.
La detalle mejor, su cuerpo era hermoso, pero no era el de mi mujer, sus ojos verdes brillaban radiantes, pero no eran los ojos negros que me miraban cada mañana y anochecer, su voz era suave y transmitía paz, pero no era la misma que me decia Te amo todos los dias.
—No te pusiste el cinturón, es peligroso —murmuré intentando sacar los recuerdos de Emilie de mi mente.
—No lo había notado —se giró e intentó tomar el cinturón con su mano libre fallando en el intento.
—Deja te ayudo —aparqué y me quité mi cinturón para poder alcanzar el de ella, quedamos tan cerca que nuestras respiraciones lograron mezclarse levemente y el aroma de su cuerpo inundó mis fosas nasales. —ya estas.
—Gracias.
El perro sucio que llevaba en las manos empezó a llorar de una forma extraña, parecía estar embrujado o poseído, parecía un bebe, pero no un bebe normal, uno afónico y con el diablo adentro.
—¿Está bien Kaiser? —preguntó Sharon con voz preocupada.
—Ya, ya bebe, todo esta bien, ¿Tienes hambre? —le quito la manta para levantarlo frente a su rostro y examinarlo, —parece estar bien, ¡No! —frené algo brusco por su grito, al mirarla vi que el perro le estaba orinando encima.
—¡Qué asco! —No pude evitar soltar una carcajada con lo acontecido y las palabras de Sharon, fue lo más gracioso que viví en mucho tiempo.
—Que malo eres Kaiser.
No pude dejar de reír hasta que llegamos a la veterinaria, Aurora iba con sus mejillas infladas y rosadas, no sabía si estaba enojada o avergonzada, pero se veía encantadora, Sharon se había contagiado de mi risa, y su sonrisa era tan grande que desee que cosas como aquellas pasaran mas seguido solo para verla sonreir.
—Muchas gracias por traerme Niccolo. —Aurora bajó del auto y seguida de ella lo hizo Sharon.
—Florecita, ¿Qué haces? —bajé corriendo tras ella, había olvidado poner el seguro del auto.
—Voy a acompañar a la doctora bonita. —corrió hasta alcanzarla y se colgó de su brazo sacandole un susto.
—¿Cómo bajaste del auto? No debes bajar del auto tu sola, eso está muy mal —regaño de forma suave pero firme, cosa que me agrado, —no puedes desobedecer a tu padre o hacer cosas sin su autorización, podría pasarte algo pequeña estrella.
—Es que quería acompañarte a llevar a Kaiser. —me volteo a ver con clara duda en su mirada. Asentí con la cabeza.
—Está bien, pero dame la mano y no la sueltes, si te pierdes me volveré loca. —la tomó de la mano y juntas entraron a la veterinaria. Yo me quede admirando aquella imagen, imaginando que era Emilie quien llevaba a nuestra hija de la mano.
«Te estas perdiendo tantas cosas mi amor»
No entre con ellas a la veterinaria, en lugar de ello, camine algunas tiendas hasta encontrar una de ropa femenina, allí, después de ver una cantidad exuberante de blusas me decidí a comprar una rosa con estrellas.
Al volver al lugar las dos estaban sentadas en las sillas de espera del lugar, Sharon movía sus pies mirando la tele, mientras Aurora intentaba limpiar su blusa con un paño. Entre sigiloso y me senté a su lado extendiendo la bolsa.
—¿Qué es eso?
—No es fina o de marca cara, pero es mejor que seguir andando de un lado para otro oliendo a pis de perro —abrió la bolsa y sonrió como boba.
—Muchas gracias Niccolo, es hermosa. —la miro por todos lados y se puso de pie para correr al baño.
—¿Por qué le compraste cosas? —pregunto la pequeña cruzada de brazos.
—Porque estaba con pis de perro encima.
—¿Y a mi que me compraste?
—Nada pequeña florecita, pero te prometo que después de dejar a Aurora en su casa iremos a comer helado juntos.
—¡Si! —celebró saltando en la silla.
—Ya volví —Aurora llegó a nosotros vistiendo la blusa rosa que le quedaba como un guante.
—Doctora bonita, papá me llevara a comer helado porque me he portado muy bien.
—Que bueno, pequeña estrella.
—¿Tardaras mucho aquí? —pregunte mirando el reloj, —vamos a esperar para llevarte a casa.
—Un poco, de hecho, venia a preguntarles si querían caminar un poco, vi un parque muy bonito viniendo para acá, está a pocas calles, ¿quieren ir?
—Yo si quiero ir —Sharon salto de la silla a sus brazos, me asuste al verla hacer aquello, pero mis nervios murieron cuando Aurora la agarró en sus brazos y dio vueltas con ella.