8 de octubre.
Estoy observando a mi madre mientras yo sostengo un par de sábanas y cobijas. —¿Pero César entonces no les informo que tú y yo somos falsas?...
Ella acomoda la cama de invitados. —Te lo repito por 3ra vez—voltea a verme en tono sereno. —Ellos no saben nada... no los ha visto en 10 años. Son canadienses, y pues les dijo que cuando me conoció, yo te tenía a ti—sonríe. —Es una historia convincente, así que no lo veo fuera de lo común—continúa acomodando la cama.
Asiento. —Pues sí lo es....¿Crees que les caigamos bien?—inquiero mientras le entrego una cobija. Realmente están pesadas.
Levanta los hombros. —Yo creo que sí, todo saldrá bien—me alienta mientras coloca la cobija y posteriormente la colcha.
No contesto nada y me muestro pensativa. —Mamá... ¿y cuantos días se quedarán?—interrogó mientras me acerco al mueble y sacudo el polvo.
Ella intenta recordar. —Creo que una semana... aunque tienen mucho que no ven a su hijo. Seamos amables y buenas personas, César ha sido lindo con nosotras, nos cuida y nos deja estar con él. Sus padres forman parte de nuestra familia—sentencia. —Sabes... incluso tu padre se sorprendió, pues le avisaron que ya tenían los boletos y vendrían a verle—narra mientras sonríe al recordar. —Hubieras visto su cara... se congeló al escuchar eso, lleva años sin verles, no les habla mucho. Pero inventó toda una vida falsa para no preocuparlos—agrega mientras pasa el trapo y limpia uno de los buros que está al lado de la cama.
Yo volteo a verle. —Entonces no tiene la mejor comunicación con sus padres—acentuó.
Ella camina a la salida para dejar las sábanas que quitó y fundas de almohadas sobre un bote de ropa sucia. —Fíjate, que no ha hablado mucho de sus padres. En el tiempo que le conozco, no los menciona mucho. Aunque eso no quiere decir que haya problemas—exclama mientras me ayuda a terminar de limpiar.
Una vez que hemos terminado, caminamos hacia el exterior del cuarto de invitados, ella voltea a ver con detalle. Rocía un poco de perfume antes de cerrar la puerta.
Sonríe mientras coloca el estante de ropa sucia afuera de mi habitación. —Si quieres sacar ropa sucia, puedes dejarlo aquí. Más tarde lo sacaré—agrega mientras acomoda algunas cosas del pasillo, principalmente sacude.
Yo rio. —¿Solo cuando tenemos visita limpiamos?—inquiero en tono de broma.
Mi madre voltea a verme, con seriedad. —Como tú no pones mucha atención cuando limpio, o me ayudas... no te percatas, pero siempre limpio—contesta con una mueca de alegría.
Ruedo mis ojos. —Ya... solo era broma—le digo.
Ingreso a mi habitación mientras ella esta sacudiendo algunos cuadros en el pasillo. —¿Y qué hora llegarán?—preguntó mientras recojo unos calcetines y una blusa que había dejado al lado de mi cama.
Mamá tarda algunos segundos en responder. —Creo qué a las 8 de la noche—informa mientras está al final del pasillo. Yo coloco la ropa en el bote que me indicó.
Suspiro. —Bueno, a ver cómo nos va con mis abuelos. Y en tu caso, con tus suegros—le comentó mientras le veo.
Ella finaliza. —En verdad quiero conocerlos—voltea a verme mientras se lleva sus manos a sus costados. Camina hacia mí. —Se quedarán aquí unos días, o una semana. Solo quiero que César se sienta cómodo, pues tiene mucho sin verles—recoge el bote con ropa sucia y baja por las escaleras. —Voy a llevar esto a la lavadora y subiré para darme una ducha...—agrega mientras con prisa desciende por las escaleras.
Yo doy la vuelta para caminar a mi habitación, me apresuro para acomodar y dejarla impecable. Pues tengo mi ropa preparada para cuando lleguen mis abuelos.
Continuó acomodando mis cosas personales, mientras veo a mi madre pasar frente a mi cuarto y avisar que comenzará a darse una ducha. Pues no tardan en llegar.
No tengo nada que hacer, solo me siento sobre la cama. La noche ya cayó, y solo observo mi habitación. Después de unos segundos me pongo de pie y camino hacia mi ventana, disfruto ponerme aquí, recargar mis brazos y observar al exterior. Creo que es cuando más reflexiono, y lo admito, me pierdo de mi verdadera edad. He llegado a olvidar que realmente no tengo 17... y no soy una chica adolescente, pero afortunadamente mis genes me ayudan bastante, aunque a la edad de 24 no es como que una persona se vea tan vieja.
Minutos después, escucho que mamá me avisa que ya está fuera y yo puedo entrar para bañarme. Apenas le escucho, tomo lo necesario para bañarme y cambiarme para estás lista para la llegada de mis abuelos.
Minutos después...
Termino de secar mi cabello, mientras aún continuo con mis crocs.
—Andrea... tu padre me avisó que viene en camino con tus abuelos, para que estés lista—avisa casi gritándome desde su habitación.
Yo me apresuro, no quiero aplicarme maquillaje, pero quedarme así... no me convence. Solo me aplico un labial... no quiero sentirme que me falta algo.
Busco mis tenis, les encuentro. Unos converse de color rojo, apenas tomo la caja y tomo ambos para empezar a colocarlos en mis pies.
Apenas termino de cerrar mis agujetas, escucho el sonido de un auto, como si sonaran la bocina. —Ay, no—me causa un poco de nervios.
—Mamá... ¡mami! Ya llegaron—me anunció mientras llego a su habitación.
Ella se termina de acomodar su cabello. —Vamos—se apresura y se ve un poco ansiosa por bajar las escaleras.
Finalmente estamos en la sala, casi al mismo tiempo que mi padre abre la puerta, girando la manija y abriendo lentamente para dejar ver a su madre y padre.
Mi madre se coloca a mi lado, con una sonrisa, al igual que yo.
Un hombre muy parecido a mi padre se deja ver, viene acompañado de una mujer que tiene cabello rubio.