Parece querer hablar, decir algo. Y después de unos segundos finalmente logra liberarse de sus cadenas. —Camila....
Sus ojos se cristalizan cuando da pequeños pasos hacia mí. Quiere confirmar que lo que sus ojos ven es correcto, que no le engañe. —No lo puedo creer...—exclama para después lanzarse y abrazarme.
—¿Pero... Cómo?—inquiere con una voz que desvanece. Ella no me ha dejado decir una sola palabra. —Pensaba que habías muerto... eso decían...—expresa cuando volvía sus palmas en mis mejillas, aún no creyendo que soy yo.
Estoy helada. Tampoco sé qué decir al verle aquí. —Katy...—exclamó. Su cabello pelirrojo se sigue mirando igual.
Exhala aire. Entre lágrimas logra hablarme. —Ese día, después de lo de tu madre, desapareciste. Nadie sabía nada... fui a buscarte a casa y no estabas. Unos hombres me dijeron que estabas muerta, eso dijeron...—explica con una voz acelerada. —Te contacté por todos lados... mensajes... llamadas. Te busqué en muchos lugares, y nunca te encontré. Pedí información tuya, pero nadie me dijo nada—agrega ella. Yo elegí mi mano para secar una de sus lágrimas.
Asiento. —Lo siento, Katy. Pero... es más complejo de lo que crees. Debía ocultarme, y no sabía qué hacer... quise contactarte. Recuerdo que el día del velorio de mi madre estuviste allí apoyándome. Al igual que Lizeth—contesto. —Por cierto. ¿Dónde está ella? Que fue de Liz—mi rostro se ilumina al rememorar momentos de nosotras 3 en la escuela.
Ella guarda silencio por unos segundos y me observa sin emoción alguna. —Cami, Liz murió. Sucedió hace 4 años—se quiebra su voz y comienza a sollozar con el pronunciamiento de esas palabras.
Yo le abrazo de inmediato, le aprieto con fuerza cuando dejo escapar unas lágrimas. —No...—exclamó en su oído con mi voz cada vez apagándose.
A mi mente vienen esas caminatas de vuelta a mi casa. Salidas a las plazas, de compras... noches de películas, charlas de madrugada... nuestros chismes en el salón durante la clase. Todas esas cosas, quizás simples, pero inolvidables.
Comienzo a secarme las lágrimas y me aparto de mi amiga. Doy algunos pasos hacia atrás, apoyándome contra la pared y deslizándome hasta llegar al suelo. Tomando aire y observando al suelo. —Katy... ¿Cómo pasó? No...
Ella se inclina un poco, para estar a mi altura. —Fue un accidente. Un auto venía a gran velocidad, ella estaba abordado del Uber, iba camino a ver su novio. Su novio le esperaba, en compañía de la madre y padre de Liz. Le querían dar una sorpresa porque cumplían 2 años de relación—ella le recuerda. Mientras estaban en un semáforo, el auto perdió el control, chocó del lado donde Liz estaba—cierra sus ojos.
Agachó mi cabeza. —Maldito...
Ella asiente. —El conductor quedó herido, pero como pudo intento ayudarla, llegaron los servicios de emergencia, pero no pudieron salvarle. Cuando yo llegué al lugar, solo miré la manta que le cubría. La sangre... vidrios rotos y los autos. El hombre causante de ello, estaba ebrio. Fue sentenciado a 20 años de cárcel—agrega con una voz suave, más tranquila. Mientras yo aún me intento relajar.
Solo imaginar el escenario que plantea de cuando ella llegó, me llena los ojos de lágrimas. —Carajo...—niego con mi cabeza y después ella con un pañuelo seca mis lágrimas.
Se sienta a mi lado. —Sí... Habían pasado 5 años desde que tú habías desaparecido, pero ella aún continuaba diciendo que de algún modo, sabía que tú vivías. A veces releía las conversaciones y bromas que hacíamos en los chats—expresa con una sonrisa. —El día que sucedió todo, pasó tan rápido. Y sí, tú estuviste muy presente en mi mente, te necesitaba. En esos momentos me sentía rota...
Tomó su mano. —Lo siento, mucho.
Niega. —No. No te culpes. No tienes la culpa, Camila—contesta.
Un sonido de llamada interrumpe nuestra conversación. El impacto de ver de nuevo a mi mejor amiga, la noticia de Liz y la charla, me había olvidado de todo...
Veo el nombre. Es Edén. Contesto la llamada.
Edén: Andrea. ¿Todo bien? ¿Entro?
Andrea: No, no, Edén. Es que había varias chicas en el baño. Saldré en seguida, pero estoy bien, no te preocupes.
Edén: Aquí te espero afuera. Si me necesitas, aquí estaré.
Andrea: Saldré en seguida. Muchas gracias.
Cuelgo la llamada. Y me pongo de pie, me tambaleo y un ligero mareo me acompaña.
—La noticia de Liz... es lo peor que me ha pasado en los últimos años—le digo al verle a los ojos. Camino hacia el espejo. Veo que se nota que estuve llorando.
Entre una mirada de confusión y curiosidad, me observa. —¿Quién era él?—cuestiona.
Yo me quedo observando mi imagen en el espejo, mis ojos un poco hinchados. A través del espejo le miro. —Volví. Es una larga historia, pero yo regresé a Los Ángeles por un motivo en especial. Tengo otra identidad, me hago llamar Andrea y estudio en un bachillerato privado. En este momento tengo una cita—explicó de forma rápida, un breve resumen que puede confundir a cualquier persona que tiene casi una década sin saber de mí.
Sus cejas se unen lentamente. Su mirada me revela todo. Está seriamente confundida. —Vaya... sí que es una larga historia, y... rara—contesta.
Con una toalla húmeda limpió un poco el contorno de mis ojos. —Se que es difícil de comprender. Pero es la verdad. Volví por un motivo, no puedo decirte, Katy—me retocó el maquillaje. —Mi nombre es Andrea, y sí, estudio en bachillerato. De nuevo—levantó mis cejas y sonrió.
Tomo aire y me controlo. En mi mente resuena la noticia de Liz, pero trato de despejar mi mente, aunque se me revuelve mi estómago solo de pensar que de la nada comience a llorar y no saber que decirle a Edén.