Desde que recibí ese mensaje de Ivan me encontraba flotando en una especie de nube, había logrado responderle, aunque varias horas después y luego de una larga charla con Caro, pero todavía me sentía demasiado ansiosa por como estaban tomando el curso las cosas.
¿Esperaba que alguna vez un artista que amaba me respondiera? Desde luego que no.
¿Me incomodaba todo esto? En parte.
Me consideraba una persona aburrida en extremo sin nada interesante que decir o aportar, y desgraciadamente, siempre dudaba de que las intenciones del resto fueran completamente sinceras conmigo, pero a diferencia de mi entorno, Ivan no me conocía, al menos no al cien porciento, y… quería creer que su acercamiento era más sincero.
—¡Cuidado niña emo! —escucho que gritan desde el lado izquierdo en cuanto logro cruzar las puertas del salón de gimnasia.
A penas logré esquivar un balonazo que a todas luces iba dirigido a mi rostro. Al observar en la dirección de donde fue lanzado como un misil, vi a Drake Wilson y Amber Evans, junto a su séquito de inadaptados sociales riéndose a sus anchas de mi.
Cualquiera en mi situación posiblemente se hubiera parado con firmeza y les hubiera dicho unas cuantas verdades, pero ese no era mi caso. Les tenía miedo, mucho miedo.
—¡Ey, cara de mono! —gritó Caro desde atrás, ella acababa de llegar, inmediatamente tomó el balón y les enseñó el dedo corazón— Como te logre dar con la pelota créeme que ni tus padres te van a reconocer de lo feo que vas a quedar.
Ella blanqueó los ojos al sentir mis manos sobre su brazo, con un gesto de la cabeza le pedí que fuéramos a las bancas a esperar a que viniera la profesora, y por suerte me hizo caso.
—Un día de estos no la van a contar —me dice ella mientras truena sus dedos—. Estoy a nada de cometer una locura —confiesa, y la observo visiblemente preocupada. Caro es extrema, mucho, y tal como ella dice es capaz de cometer una locura—. Tengo un amigo que trabaja en una carnicería, podría pedirle la cabeza de un cerdo y se la ponemos en…
—Caro…
—Bien, bien, nada demasiado drástico —diciendo esto, ella comenzó a atar su larga cabellera negra azabache en una coleta superior.
Me la quedé observando mientras sonreía. Caro era una belleza exótica, siempre lo fue incluso cuando éramos niñas. Su madre era peruana y su padre mexicano, y gracias a esas hermosas raíces latinas que poseía siempre lograba resaltar a donde fuera por encima del resto; su piel era tostada, tenia los ojos de un color marrón claro, casi de tonalidad miel; era alta, delgada, atlética y su cuerpo se había desarrollado tan bien que aunque la mayoría no lo confesara abiertamente, más de uno tenía un crush con ella.
¿El problema para muchos? Su personalidad. Caro era enérgica, quizás a veces en exceso, no podía estar demasiado tiempo sentada. No sentía vergüenza ni miento. Era demasiado franca y directa, al punto que si algo no le parecía te lo hacía saber, aunque la gran mayoría de veces jamás tenía el suficiente tacto para hacerlo.
Yo por el contrario era una cara bastante común. Quizás la única cosa exótica que podía tener era que mis ojos eran azules con tonos verdosos, algo que claramente más de uno se percataría si fuera capaz de mirar a la gente más de dos segundos directamente. Mi cabello es de color negro azabache, y mi cuerpo, bueno, tengo algo de busto, pero en lo que respecta a nalgas es como diría un mago, nada por aquí y nada por allá.
—Bro, ¿Cómo que tenemos que hacer doce planchas? —dice ella luego de tomar la hoja que la maestra nos había proporcionado para el examen físico— Puedo darle dos, que lo tome o que lo deje.
—Si no hacemos todo lo de la lista afectará la evaluación —añado mientras caminaba a su lado, Caro se terminó tirando sobre una colchoneta en el suelo para comenzar—. Vamos, mientras antes acabemos será mejor.
De mala gana Caro hizo una pataleta, la gente la miró pero a ella no le importó en lo absoluto, seguidamente comenzó con los ejercicios muy a su manera.
—Es una mentira eso de que el yoga te ayuda con esto —añade mientras sus brazos tiemblan subiendo—. A partir de mañana vuelvo a mi modo de vida normal.
—Llevas menos de dos semanas con lo de yoga…
—Soy géminis, no me juzgues, solo ámame —contesta con una sonrisa dificultosa—. Hablando de amar… ¿Cómo van los progresos con ya tú sabes quién? —dice en un perfecto español.
—Bien… supongo…
—Vamos, Zoey, ¿qué pasa?
—Es solo que… ¿no es algo extraño todo esto?, es decir… que alguien como él sienta aunque sea un poco de interés en mí.
—Zoey, hasta donde sé eres igual que el resto, no vienes de un planeta extraño ni nada por el estilo —dice mientras se sienta y comienza a hacer estiramientos—. Es completamente natural lo que te está pasando, que haya una pequeña diferencia como que él sea alguien conocido, no significa que no sea alguien normal. Además, mírate, eres preciosa, eres divertida, un poco callada sí, pero quien te llega a conocer a fondo termina amándote.
—El problema es que siento que no estoy siendo completamente sincera —le digo mientras anoto las series de repeticiones que ha hecho—. A él le llama la atención Sky, la divertida, la skater interesante que siempre tiene algo que contar de sus amigos inexistentes con los que sale. No Zoey la aburrida, la que solo tiene una mejor amiga y a sus padres…
—Bien, de acuerdo, entiendo tu punto. Pero Sky y Zoey son la misma persona, Ivan habla casi diariamente contigo, Sky bueno… solo sale en determinados momentos, es tu alter ego por así decirlo.
—De igual forma, me pone un poco mal todo este asunto.
—¿Y que tal si comienzas a actuar un poco más como Zoey y no como Sky? —sugiere, y yo la observo atentamente— Sky ya hizo su trabajo, la podemos mandar de vacaciones unos cuantos días, mientras tanto Zoey puede tomar el control e ir diciéndole sus verdaderos gustos e intereses, si no te ama con eso es un imbécil y deberías dejarlo, podrá ser un papucho, pero no vale la pena.