Había pasado una semana desde que Ivan me envió ese mensaje, y en este tiempo lo único que había hecho era llorar. Mi aspecto era desastroso, tenía siempre los ojos hinchados, rojos, y me veía aún más pálida de costumbre.
Al día siguiente de la ruptura la agencia Golden había dado una rueda de prensa donde confirmaban el rumor de Ivan y Camille, y en poco tiempo todo el internet estaba lleno de artículos de ambos. Me vi forzada a cerrar las pocas redes que tenía ya que comencé a leer artículo tras artículo y eso solo intensificaba el dolor de mi pecho.
Caro había tratado de contactarme en cuanto estalló la noticia pero no quise contestarle, Eliot venía a verme antes de irse al trabajo y cuando regresaba, pero me negaba a abrir la puerta, y mis padres habían entendido que necesitaba un tiempo, y me permitieron faltar a la escuela.
Quería desaparecer. Sus palabras resonaban en mi cabeza sin descanso y se clavaban dentro de mi pecho como un puñal.
Quise creer que todo se trataba de una estrategia de marketing y él volvería a buscarme, pero no fue así. Ivan no quería volver a verme. Como él dijo, no fui suficiente para él, era momento de aceptarlo.
Había perdido la cuenta de cuantas veces lo llamé, pero el resultado siempre era el mismo, el buzón de voz siempre me indicaba que el número había sido desactivado.
Abrí la ventana y la fría brisa de la tarde de otoño parecía burlarse de mi tristeza. El viento removía mi cabello y enfriaba mis enrojecidas mejillas. Observé por la ventana y vi a los niños caminar con sus disfraces.
Halloween era mi festividad favorita, pero ahora no sería más que una fecha que me recordaría siempre que el primer novio que tuve me había roto el corazón.
Me eché y cerré los ojos pero no pasó mucho para que escuchara las llaves de la puerta de mi habitación. Me tapé con la manta hasta la cabeza y luego oí unos pasos acercarse hasta el borde de mi cama, el colchón se hundió, y una mano comenzó a acariciar mi espalda con delicadeza, como si fuera algo frágil que estaba a punto de romperse.
—Ey —escucho que dice Eliot—. Es probable que lo último que quieras es saber del resto, pero te quiero llevar a un lugar.
—No estoy de humor —contesto cansada, pero él tira de la manta destapando mi rostro.
—Zoey, entiendo como te sientes pero…
—No entenderías como me siento —respondí quizás más rudo de lo normal, vi como él se removió incómodo—. Perdón, es solo que…
—No tienes porque disculparte —suspira—. Tienes razón, sé que no puedo entender como te sientes, pero lo que si se es que… no puedes seguir lastimándote de esta manera. No estás comiendo, y sé que tampoco duermes bien, te oigo en las noches. Hay gente que te ama, Zoey. Tus padres, Caro, y me complace informarte que yo también.
Eliot me ayudó a sentarme en la cama y tocó mi rostro con gentileza, su pulgar limpió las lágrimas que surcaban mi rostro.
—Te ves terrible —añade con deje de diversión y el comentario me hizo reír de forma inconsciente.
—Doy asco ahora mismo —añado.
—Lo das —lo confirma y vuelvo a sonreír—. Por suerte soy yo el que te está viendo en este momento ¿Entonces que dices? ¿Me acompañas a ese lugar al que te quiero llevar?, Sé lo mucho que amas el Halloween, no puedo dejar que tu fecha especial se vuelva un agrio momento.
Eliot bajó las manos al suelo y tomó un pequeño paquete: era un vestido de mangas largas con tela brillante, una aurora y unas pequeñas alas. Reconocí de inmediato el disfraz; Caro y yo cada año hacíamos match de atuendo y este año habíamos decidido ir de ángeles. Ambas éramos demasiado grandes para pedir dulces, pero nos gustaba ir a alguna cafetería con un traje puesto para vivir la celebración.
—Carolina dejó esto hace poco, sigue castigada por lo que no podrá acompañarnos a donde vamos, pero pidió que te entregue esto.
—Gracias —respondo mientras tomo el paquete.
Al tomarlo una pequeña nota cayó y la tomé para poder leerla, ella había escrito algo para mí.
Mi nena hermosa, mi pequeño tesoro.
Sé que las cosas no están del todo bien en este momento, pero te prometo que todo mejorará. Eres un tesoro invaluable y nadie tiene derecho de apagar tu brillo.
Te prometo que si vuelvo a verlo ese hijodesuputamadre conocerá quien diablos es Carolina Herrera Arce.
Disfruta por mí esta noche y brilla como tú solo sabes hacerlo. Te amo mucho mi medio limón.
Con amor, Caro.
—Te espero abajo.
Tomé el paquete y lo aprisioné contra mi pecho, Eliot removió mi cabello mientras se ponía de pie y caminaba hasta la puerta, me envió un beso como hacía cuando éramos pequeños y lo oí bajar las escaleras.
Terminé de alistarme, me vi al espejo, había bajado de peso ya que comía apenas. Sentía que me veía desastrosa, pero era demasiado tarde para echarme atrás.
Al bajar las escaleras mis padres se encontraban en la mesa, al verme se pusieron de pie, ambos se veían terribles, no al grado en el que yo me encontraba, pero podía darme cuenta que los había hecho preocuparse demasiado.
—Mi vida —mi mamá se acercó a abrazarme, papá me observó temeroso.
Terminé expandiendo el brazo y él se acercó, los tres nos abrazamos con fuerza y luego vi un flash iluminar el salón. Al girar vimos a Eliot de pie, el tenía puesto una aureora de color negro y encima de la casaca de cuero se podían ver como sobresalían unas alas del mismo color.
—Que lindo momento —dice mientras baja su teléfono—, era necesario guardarlo para la posteridad.
—¿Y eso? —pregunto mientras señalo la aureola y las alas.
—Idea de Carolina —añade con falso desinterés, pero sus mejillas sonrojadas me indica que está avergonzado.
Conocía lo suficiente a Caro para saber que ella no sería capaz de proponerle algo así ya que no se tenían demasiada confianza, por lo que supe de inmediato que por más que él buscara disimularlo, que compró esos accesorios por su propia iniciativa luego de ver el traje que Caro me dio.