—Dios, quiero golpearlo —escucho que dice Caro mientras aprieta la lata de coca cola que tenía en la mano— He conocido gente estúpida, pero él se lleva el premio por mucho.
Desde el incidente había pasado casi una semana, las cosas eran demasiado tirantes en el set, las escenas de Ivan y Camille ya habían sido grabadas y ahora estábamos grabando las que nos correspondían a nosotros, pero tratar de fingir que teníamos química era demasiado complicado.
—En cierta forma lo que me da algo de consuelo es saber que vamos por la mitad, solo tengo que aguantar un poco más y seré libre.
—¿Eliot cómo está llevando la situación? —pregunta y yo doy un sorbo a mi refresco.
—Sé que no quiere preocuparme, pero incluso yo me doy cuenta de que... se siente un poco ansioso, no lo culpo, yo en su situación estaría de la misma forma.
—Yo me hubiera vuelto loca —confiesa, yo sonrío— ¿Y sobre Benjamin has sabido algo?
—No demasiado —suspiro, Caro aprovecha para ponerse de pie y prender un incienso mientras pasea por mi habitación para hacer que la energía fluya—. Logré hablar con Agustin, pero básicamente lo que me dijo es algo que todo Golden sabe. Quizás la novedad es que descubrí que le dicen La mano de Midas, ya que todos las personas que él representa se han vuelto demasiado famosos.
—¿Pero hasta ahora nadie se ha quejado de él?
—No ¿Es raro no crees? —ella asiente dándome la razón— Se dicen muchísimas cosas buenas y malas de él.
—A mi me da muy mala espina ese señor, es decir, tiene una energía muy rara, lo sentí desde que lo vi, pero que no haya nada en su contra podría significar que cubre sus pasos muy bien.
—Pensé que era la única paranoica.
—Es que no sé, es raro, si es un tan excelente agente ¿Por qué ninguno ha continuado con su representación? Por lo que me has dicho luego de un año todos han cambiado de agente.
—Es verdad, por eso también algo dentro de mí... —me contuve a continuar, Caro me observó y volvió a sentarse a mi lado mientras sostenía mi mano.
—Zoey.
—Es estúpido preocuparme por él después de lo que me hizo —digo, ella acaricia mi mano—. No debería importarme.
—Zoey —responde y la obverso, ella me sonríe—, eres una buena persona.
Caro me abrazó y yo hice lo mismo, me había hecho mucha falta tenerla a mi lado. Ella era uno de esos pilares que me mantenían de pie.
***
—¿Crees que le guste?
Caro observó la sudadera que tenía agarrada y se quedó callada analizándola, luego de algunos segundos negó con la cabeza, caminó por los percheros y luego de dar una vuelta volvió hacia mí.
—No siento que sea el estilo de Eliot —comenta—, él tiene su estilo muy marcado, y nada en la tienda me refleja lo que él es.
—¿Cómo que no, si la ropa se parece a la que usa?
—Sí, pero Zoey, si quieres impresionarlo no puedes simplemente darle algo como lo que él usa —dice mientras nos dirigimos a la puerta—, nada te garantiza que Eliot no tiene alguna de estas cosas en sus cajones, yo le daría algo diferente, quizás más personalizado. La ropa está bien si es un amigo, deberías darle algo más especial.
—¿Cómo qué?
—¿Y si te compras una lencería?
—¡Carolina Herrera! —chillo, roja de la vergüenza.
—Ay, bien, nada de eso entonces.
Terminamos entrando a una pequeña tienda de antigüedades, comenzamos a recorrer los anaqueles, Caro comenzó a probarse los sombreros vintage y las estolas de piel sintética en un espejo mientras hacia poses de modelo.
Nada de lo que veía me llamaba demasiado la atención, pero luego me detuve en la sección de los instrumentos, en una pequeña urna de cristal había dije de oro, tenía la forma de un corazón y dentro de este se podía ver la inicial «M», al lado había una pequeña nota que explicaba exactamente lo que era.
—Collar Original. Perteneció a Marge Brown, esposa de Theo Brown, famoso compositor ex miembro de Spectra.
—¿Encontraste algo? —pregunta Caro al llegar a mi lado.
—El dije de la mamá de Eliot...
—¿¡Qué!? —Caro observó la pequeña urna y luego de leer la etiqueta volvió a observarme— ¿Pero que hace algo como esto acá?
—No lo sé.
Inmediatamente caminé a la caja, había un hombre sentado en la silla prácticamente dormido, ambas lo llamamos, pero al ver que no respondía, tuvimos que tocar con fuerza la campanilla para que el sujeto despertara prácticamente de un brinco.
—Lo siento —digo—. Quisiera comprar algo.
—Claro, ¿Qué te llamó la atención?
—El dije de Marge Brown.
Tras decir esto el sujeto se queda callado, nos sonrió y se apoyó en el mostrador para poder observarnos más de cerca. Yo lo observaba desde el otro lado de las gafas negras que traía.
—Lo siento, niñas, no está a la venta.
—¿Cómo que no? —pregunta Caro— Es una tienda de antigüedades.
—Lo que ella quiere decir... —la corto—, es que en verdad necesito comprar ese dije.
—Te lo repito, no está a la venta.
—Señor, por favor —suplico, él suspira.
—Mira, no está a la venta, y aunque lo estuviera dudo que podrías pagarlo, ese dije está allí esperando a su dueño.
—Pero si los señores Brown...
—Sé lo que les pasó —contesta mientras señala un cuadro de Spectra a sus espaldas—, pero estoy seguro de que su hijo en algún momento vendrá por el. Para hacerte corta la explicación, ese dije lo trajo un hombre dos días después del accidente, hay tiendas donde sin dudar hubieran sacado provecho de la situación mediática que hubo, pero prácticamente me quedé con el collar luego de amenazarlo con ir a la policía.
—¿Por qué con la policía?
—Porque el dije lo encontró en la escena del accidente y en lugar de regresarlo se lo llevó para sacar provecho.
—Que horror —dijimos Caro y yo al unísono.
—Traté de contactarme con su hijo o algún familia de ellos, pero fue imposible hacerlo, si mantengo ese dije allí es porque sé que alguien lo verá, lo subirá a esa cosa llamada internet y puede que llegue al dueño original.
—Soy la novia de su hijo —respondo, el sujeto se rie luego de escucharme—. Lo digo enserio.