Viaje al paraíso imposible

7: Vitanda est improba siren desidia

Después de cenar, Mati y Eze se fueron a tomar unas birras por el Barrio Chino, en uno de los puestos que estaba debajo del viaducto del tren. Eze estaba cabeceando y bostezando cada 5 minutos y sus ojos luchaban contra una fuerza invisible que los quería cerrar.

  • Che, realmente no hacía falta que vayamos ahora. Estás hecho un zombi – le señaló la Eminencia mientras su amigo le daba un sorbo a la pinta de cerveza rubia que estaba tomando.
  • Y vos ni te cuento cómo estabas – le comentó Eze.
  • ¿1 año entero así estuve? – le preguntó la Eminencia y su amigo asintió con la cabeza seguido de otro bostezo más largo que los anteriores.
  • Un ente. Respondías, pero no transmitías NADA – le respondió Eze poniendo el énfasis en la última palabra.
  • Con razón no tengo recuerdos de este último año. Sólo de que viajamos por distintas ciudades y pueblos… - Mati se detuvo para tomar un sorbo y seguir excavando en la mina de sus recuerdos.
  • ¿Recordas algo de lo que viviste en la Tierra Prometida? – le preguntó Eze y su amigo rápidamente movió la cabeza para ambos lados.
  • Nada. Es como si en mi mente hubiera un enorme hueco en blanco entre el viaje a la Tierra Prometida y el momento en el que vos me sacaste de allí – le explicó la Eminencia y su amigo le acercó el vaso para hacer un nuevo brindis.
  • Me alegro que estés bien amigo. Eso es lo más importante – los vasos chocaron y se los llevaron a la boca para darles un sorbo largo.
  • Solo faltan Lobo y Randall – recordó Mati y el Káiser asintió mientras miraba la cerveza que se estaba calentando por el calor de la noche.
  • Déjamelo a mí. Creo que ya le agarre la mano a esto – aseguró Eze.
  • ¿Estás seguro? – le preguntó la Eminencia y su amigo reafirmó con la cabeza.
  • Vos ya estuviste ahí y perdiste casi un año. Es hora de que vuelvas a vivir – le respondió el Káiser y la Eminencia levantó el vaso.

Eze ni sabía cómo funcionaba la dimensión de las almas. Le había funcionado el ritual de entrada a ese mundo y el proceso de proyección de recuerdos. Sin embargo, se preguntaba si iba a funcionar también con Facu y Leandro. Nadie le podía asegurar de que iba a volver a dar buenos resultados. Encima, no sabía a qué se refería el curandero cuando decía “demasiado tarde”. ¿Había un límite de tiempo o se refería a “alguien” o “algo”? Esa era la mayor preocupación que tenía, por eso quería llevar a cabo todo lo más rápido posible o si no…

Al día siguiente, se levantó a las 11, lo cual llamó la atención de su madre que se lo hizo saber. Había dormido casi 11 horas y se sentía rejuvenecido después de estar al borde del colapso. Viajar al mundo de las almas conllevaba un desgaste enorme de energía, tanto física como mental, e iba a tener que acostumbrarse a eso.

Le quedaban dos incursiones más: Lobo y Randall. Le gustaría poder viajar a ambos mundos en un solo día, pero con el poco conocimiento que tenía de la dimensión de las almas, sería un acto suicida hacerlo. No sabía cómo le iba a responder su salud y mente o las consecuencias que le acarrearía por el resto de su vida llevar a cabo semejante locura.

Primero iba a rescatar al alma de Lobo, luego la de Randall. No era que tuviera preferencia, sino que decidió al azar. Hace años que no los veía así que no podía saber con quién tenía más afinidad. Sin embargo, era lo que menos le importaba en ese momento y solo quería que dejaran de ser seres que no sentían ni transmitían sentimientos.

La Eminencia volvió a ser la persona que había conocido. Le mando varios audios y mensajes deseándole suerte y quedaron en verse si el operativo de recuperación de las almas era un éxito. El Káiser le prometió que lo iba a llamar o mandar un mensaje luego de la incursión que iba a llevar a cabo ese día, después del almuerzo. No quería decirle que esperará lo peor por las dudas porque no quería preocuparlo y porque necesitaba recuperarse todavía de todo lo que le había sucedido. Si él no volvía, la razón era obvia. Quería sacarse ese pensamiento negativo, pero tenía que asumir los riesgos que estaba tomando. Sin dar más vueltas, se colocó la máscara, cerró los ojos, manifestó en forma oral al alma a la cual quería viajar y golpeó tres veces la vara. Después de unos segundos, abrió los ojos y…

Se vio a él mismo en la oficina. ¿Qué hacía ahí? ¿Dónde estaba Randall? Eze abrió los brazos y se quedó parado. Había seguido todos los pasos tal como indicaba el libro. ¿Qué había salido mal?

Las paredes blancas, la luz opaca de la oficina, documentos apilados unos sobre otros, estantes colmados de libros, el ruido del teclado que sonaba como las teclas de un piano, el celular que zumbaba a cada momento y, por último, él. Estaba absorto en la pantalla como si estuviera hipnotizado. Así era todos los días de la semana y esa secuencia se daba a veces en fines de semana cuando no llegaba a finalizar un proyecto en la semana.

¿Por qué le mostraban esas imágenes? Estaba de vacaciones. ¿Hacía falta que vea lo que hacía todo el año? La imagen de a poco se fue difuminando y dio paso a él tirado junto con un perro pequeño de color negro en un sofá viendo una película o serie y acariciando a su mascota.

Eze se limitaba a mirar la película de su vida. Una vida sin sobresaltos, sin emoción. Una vida ordinaria y simple que no salía de la rutina diaria. Un ciclo que se repetía todas las semanas. Un ciclo que se iniciaba cuando se despertaba y que terminaba cuando se dormía y que volvía a arrancar. La vida que tiene cualquier mortal. El joven no le encontraba explicación alguna. ¿Qué le querían enseñar? ¿Le querían mostrar que se iba a morir con una vida vacía y aburrida?

Él quería volver al depto de sus viejos y volver a intentarlo, pero no sabía cómo volver. El poco conocimiento que tenía de ese mundo era su mayor debilidad. Estaba indefenso y tenía que limitarse a mirar esas imágenes. Podía gritar, pero no lo iba a escuchar nadie. Sólo estaba él y su yo de los recuerdos que ni lo podía escuchar… hasta que escuchó una voz estruendosa y firme.

  • Así que volviste. Le estás empezando a tomar el gusto al reino de las almas – Eze giró la cabeza para todos lados, pero no pudo vislumbrar a ningún ser.
  • ¿Quién me está hablando? ¿Por qué me están mostrando estas imágenes? – preguntó el joven en tono amenazante para tratar de arrebatarle información a quien estaba jugando con su mente.
  • Vos sabes muy bien porque estás viendo esas imágenes – lo único que le faltaba a Eze era resolver acertijos o que la discusión se ponga filosófica. Quería esquivar esa conversación. No tenía tiempo para hablar sobre su vida.
  • Vengo por un amigo. Me enfocaré en mi vida después – el joven sintió que lo último se lo tenía que guardar. Quería arrancarse la lengua o borrarse la boca. La voz iba a investigar más a fondo sobre los pormenores de su vida.
  • ¿Así que estás inconforme con tu vida? Le falta… emoción. Le falta… compañía – le decía el hombre. La voz grave se transformó en una voz dulce y seductora como si le estuviera susurrando al oído. Imágenes de él sentado solo en el banco de una plaza mirando a una pareja caminar por allí, tomados de la mano. Eze no dijo nada y observó atentamente esa imagen, en especial, las facciones de su rostro, lo que expresaba.
  • Y bueno… no se puede tener todo en la vida – No quería mostrar debilidad, no le quería hacer el juego a ese ente que le estaba confesando indirectamente que su vida era mala.
  • Eso es lo que piensas vos… - el joven sabía a dónde se dirigía el diálogo. Los motivos ocultos de ese sujeto que se escondía detrás de esa voz grave y fuerte.
  • No hay forma. Voy a terminar siendo un cuerpo gris y vacío. ¿Y criticas la vida que tengo? – Eze se señaló a él mismo, lo cual resultaba innecesario porque solo él estaba presente. Quería callar esa voz que era como una piedra que uno tiene en el zapato y que lo molesta cuando camina.
  • Ya volveremos a encontrarnos. Y no vas a poder negarte – la voz retumbó como un eco durante varios segundos. “Y no vas a poder negarte”. ¿A qué se refería con eso? ¿Qué quería ofrecerle o mostrarle?




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